(A François Ozon, Director de “Joven y bella”)
El sol de la amanecida se colaba
por
entre las rendijas de la
habitación del hotel.
En una silla, de esas donde la
gente decente
nunca se sienta, reposaban
desordenadas
vistosas prendas despojadas con
celeridad.
Él dormía con la profundidad de
aquel
que, ¡por fin!, consigue la presa
codiciada.
Ella, desvelada, miraba hacia el
techo
con la lágrima del remordimiento
pugnando por mojarle la cara.
Sus cuerpos desnudos se rozaban
sin más recompensa que la
lascivia
y el goce espurio de lo lujoso.
Una noche loca de amor donde este
ni estaba ni se le esperaba.
Un acuerdo tácito tallado en los
anales de los tiempos:
el dinero viejo a cambio de
un cuerpo de mujer joven.
La mentira de la vida disfrazada
de noches de amores fingidos.
Una historia que siempre termina
cuando una muchacha, de las que
no se venden, recoge por la
mañana
unas sabanas revueltas y las deposita
en su sitio natural: con la ropa
sucia.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 7 de Octubre del 2015
1 comentario:
El dinero siempre es viejo cuando compra voluntades. Un magnífico poema, un saludo, Juan Luis.
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