Cataron el vino de las tabernas
y las taberneras los cataron a
ellos.
Dieron luces a las sombras
para que la luna alumbrara
el roce de sus cuerpos.
Se inventaron el undécimo
Mandamiento: amarás a la
vida por ser tu único tesoro.
Cambiaron el antifaz del Coyote
por uno de la Quinta Angustia
y se quedaron colgados entre
poemas, arrechuchos y canciones.
Crecían los amoríos entre la
yerba del valle y las amapolas
enrojecían al verlos desnudos.
Las mocitas lavan los pañuelos
de los novios en la orillita del
río
al socaire del rumor del
vecindario
y el aire trae aroma a nuevo día.
Pasaron del dicho al hecho
y todos los confesionarios del
pueblo cerraron por reformas.
Juan Luis Franco – Domingo Día 4 de Octubre del 2015
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