“Lo verdaderamente incomprensible
es que el mundo sea comprensible”
- Albert Einstein –
La incomprensión es algo consustancial a la propia naturaleza humana.
Todos y todas a lo largo de nuestra vida sentimos que no somos comprendidos y,
en no pocas ocasiones, que somos malinterpretados. En la actualidad esto de las malas
interpretaciones ha sido puesto de rigurosa moda por algunos políticos
españoles inoperantes a más no poder. Las Redes Sociales, en definitiva, han
funcionado como un eficaz destape clarificador de que estamos “comandados” por
un montón de impresentables. Pero como cada moda tiene su oportuna replica se
han inventado un hipócrita latiguillo: “Siento
de veras mis comentarios sin duda fuera de tono y pido perdón si alguien se ha
sentido ofendido”. Sienten, o al
menos así nos lo dicen, no haber sido comprendidos o haber sido
malinterpretados. Lo de siempre: la
Historia interminable de la incomprensión. El niño de pocos meses llora desconsolado no
llegando a comprender como los adultos no entienden el motivo de su llanto. Los
adultos no comprenden que le pasa al niño que no para de llorar. La luna no
comprende que el sol salga sin previo aviso y la destierre a ella de un
plumazo. El sol sigue sin comprender por qué la luna se marcha sin despedirse.
Tratamos desde la niñez el comprender y descifrar las claves del universo y
clarificar e interpretar el deambular, con sus miserias y grandezas, de hombres
y mujeres por la Tierra.
Las enamoradas no comprenden el motivo de no ser
correspondidas en sus amores y los ricos no comprenden por qué los pobres se
quejan siempre de manera permanente. Todo está sujeto a un mar de
incomprensiones donde nadie obtiene respuestas que satisfagan sus dudas
existenciales. Tratar de comprender, o al menos intentarlo, es una de las
tareas más nobles a las que puede dedicar una parte de su tiempo vivencial los
seres humanos. Lo triste es cuando nos negamos a preguntar por saber de
antemano que nos contestarán con una sarta de mentiras. Leemos para comprender
y vivimos para poner en práctica el fruto de la lectura. La duda forma parte –o al menos debía- de
nuestro desarrollo intelectual y espiritual. Con la certeza absoluta se avanza
como “la gallinita ciega” rozando con la punta de los dedos el fundamentalismo.
En torno a la comprensión e
incomprensión gira cada día este planeta que habitamos y al que llaman Tierra. De manera permanente vivimos instalados en el
bulo y la mentira y, por aquello de no “señalarse”, antes de preguntar hay que contar
hasta cien. Ni al cartero se le puede
preguntar si trae carta pues es bien sabido que el “cartero siempre llama dos
veces”. Incomprendidos del mundo vagando
sin rumbo en busca de los paraísos soñados.
Juan Luis Franco – Domingo Día 18 de Octubre del 2015-09-21
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