Creo firmemente que, dentro de nuestros personales comportamientos, los
humanos tenemos dos variantes en nuestro arsenal de virtudes y defectos. Unas,
inherentes al terruño donde pasamos los días envueltos entre gozos y penas.
Otras, posiblemente formen parte de la condición humana. No sabría determinar como es en realidad eso
que se llama el “perfil del sevillano”.
Tampoco concretar lo que se denomina como “nuestro deporte nacional” en
su versión más peyorativa (la envidia). Defiendo un tipo de sevillano al que he
tenido la suerte de tratar y conocer (mi padre, mi tío Antonio, Manolo Alonso,
Manolo Centeno, Antonio Centeno….) todos con un perfil humano y sevillano que
confío haber heredado. Gente formal (pero no necesariamente serias), reflexiva,
culta, zumbona, filosófica, amante de sus tradiciones sin tener que llevar
ningún escudo en sus solapas, cumplidora y, sobre todas las cosas, sevillanos
que ejercen no teniendo que alardear de ello.
Se fueron dejándome una sensación
agridulce: la amargura de las pérdidas irreparables y la enorme satisfacción de
que hayan formado parte de mi vida. Todos tenían tres denominadores comunes: el
temple, el pleno conocimiento de la fugacidad de la vida y la capacidad de ser
buenos hasta sin pretenderlo. Entre sus defectos nunca anidó uno que considero
que en Sevilla prolifera más de la cuenta: la envidia malsana. Mal de muchos consuelo de tontos. Hay
quien tiene treinta problemas pero como sabe que su cuñado, el vecino o el
compañero de trabajo tiene treinta y cinco se siente satisfecho. “Oye Mari Carmen ¿cómo ha tenido tu Javi las
notas?, y la respuesta de la
Carmeli es de manual: “Le
han quedado cuatro pero agarrate que a la niña de la Pili le han quedado seis”. Problema
resuelto y el Javi, gracias a la niña de la Pili, puede respirar tranquilo. Vas al médico con
una jaqueca de cojones y si el galeno te dice que hay un virus y está toda la
barriada con dolor de cabeza sales pletórico de la consulta. Mal de muchos consuelo de tontos. Sevilla tiene más dualidades que las existentes
entre béticos y sevillistas y macareno y trianeros. Están los que practican la
envidia y aquellos que la padecen. Cuando tienen las cabezas bien amuebladas la
ejercen de manera soterrada y con la patina de la “ojana”. Da igual que sea en
un centro de trabajo, un partido político, un sindicato, una hermandad, una comunidad
de vecinos o una relación personal-sentimental.
Te “crujen” de manera inmisericorde y te critican tanto por tus acciones
como por tus omisiones. Solo tienen una manera de entender las cosas que es
fundamentalmente la suya. Sevillanos de pastiche que escupen de día en los
arriates de los jardines del Alcázar y luego van de noche a escuchar música
barroca dejándose ver por la
Puerta de la Alcoba. Son
los francotiradores de esta Ciudad.
Juan Luis Franco –
Miércoles Día 14 de Octubre del
2015
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