miércoles, 13 de enero de 2016

Viena inmortal





Bien cierto es que, a ciertas edades, el paso de los días se produce a una velocidad de vértigo. Enero avanza ya imparable buscando con cada amanecer divisar en el horizonte la aparición del tiempo nuevo y eterno de la Ciudad. Todavía tengo fresco en mi mente la mañana del primer día del Año. Desde hace muchos años siempre hago lo mismo el día 1 de todos los 1 del almanaque y que a fuerza de reiterativo se me presenta como algo ya ritualizado. Me levanté algo más tarde de lo habitual y me puse a mirar un rato por entre los cristales empañados de la ventana del dormitorio. Era una mañana gris y con un cierto halo de tristeza preñada de melancolía. La calle estaba completamente vacía y de la misma había desaparecido cualquier vestigio humano donde hasta los “coheteros” habían decidido descansar (ellos y sobre todos nosotros) hasta que llegaran los albores del mediodía. A media mañana me planto delante del televisor para ver la retransmisión del “Concierto de Año Nuevo” desde Viena.  Me pongo a mano una botella de oloroso y un catavino que se irá llenando y vaciando acorde con los sentimientos que la música –la buena música- se vaya metiendo por entre los poros de mi piel.  El Concierto de este año ha sido posiblemente el mejor de los ya muchos presenciados y -sobre todo- disfrutados. Unos grandes músicos en estado de gracia dirigidos por la mágica batuta (incluso en muchos momentos prescindió de ella) del letón Mariss Jansons. ¡Qué maravilla y deleite para las almas sensibles! Para colmo de nuestros gozos compartidos este año incorporaron las angelicales voces de los “Niños Cantores de Viena”.  Todo un cúmulo de sensaciones que por algo más de un par de horas nos hicieron creer en una Europa unida por la Cultura y el Arte. Viena, a que olvidarlo, se escribe con V de Vals.  Los mismos que cada año nos regalan los hermanos Strauss. Vivir para ver y, sobre todo, poder soñar. Por favor que nunca pare la Música.


Juan Luis Franco – Miércoles Día 13 de Enero del 2016

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