“Me gustaría morirme un día
de primavera, baja la lluvia de
Abril, en un banco de la Plaza
de San Lorenzo”
- Iñaki Gabilondo -
La vida en definitiva es una sucesión de puntos suspensivos a los que
un día le llegará el momento del punto y final. Todo, empezando por la propia
vida, funciona por ciclos. Nacer y morir son caras de una misma moneda. Vamos
de nuestro corazón a nuestros asuntos desdeñando, no pocas veces, atrapar en
plenitud el nuevo día que se nos ofrece. Nos dicen de continuo corred, corred
malditos que el tiempo es oro y, lo peor, es que les hacemos caso. Quien se
para de vez en cuando termina por pensar y eso, independiente de ideologías,
nunca le interesó a aquellos que mandan en nuestras vidas y haciendas. Empezamos
un Año Nuevo por estrenar envuelto todavía en el papel de celofán pendiente de
ser rasgado con la nerviosera propia de los niños para ver sus regalos (esa es
la auténtica Navidad: nace El Niño para, en primer lugar, traer la felicidad a
todos los niños del mundo). Cajas de cartón que mañana serán apiladas en los
contenedores y promesas en el aire para que todo se renueve entre los sueños y
las realidades. Nada puede cambiar si previamente no cambiamos nosotros. Empezamos
a gastar las primeras hojas del almanaque en una Ciudad donde el pistoletazo
(de cirios y claveles) de salida siempre
lo marca el Quinario del Gran Poder por San Lorenzo y la Novena del Señor de Pasión
desde El Salvador. Ya, desde ahora, todo se renueva en la Ciudad para que el círculo
mágico y sentimental que nos ata a nuestros mayores se vaya estrechando cada
día. Todo será nuevo y todo será viejo a la vez. Pasaron las Elecciones
Generales con una fragmentación inédita hasta la fecha y con la perspectiva
real (o republicana) de, a través del consenso, traer nuevos aires para la
gobernabilidad de este amado y sufrido país. Esperemos que, una vez más, no
quede todo en promesas incumplidas aunque de momento todo está en el aire
(incluyendo una posible nueva Convocatoria Electoral). Nadie debe –o debía- ser pesimista en los
prólogos de las cosas que para eso ya existen los epílogos. Suerte pues para todos en esta nueva etapa
existencial y que Dios y, sobre todo, los que mandan repartan salud, trabajo, bienestar
y libertad. Vámonos que nos vamos.
Juan Luis Franco – Lunes Día
4 de Enero del 2016
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