Resulta legítimo, a la vez que desesperanzador, que personas aburridas
y desencantadas por el pasotismo que les rodea decidan “bajarse del tren” de
las ideas compartidas y/o debatidas. Blogs
de gente a las que aprecio y admiro que nos plantean cosas verdaderamente
interesantes que terminan por cerrarlos a cal y canto. “Cerrados por hastío”. O
bien excelentes escritores no profesionales asumiendo que la única salida
posible al conocimiento de sus escritos es autofinanciando la publicación de
sus libros. Son personas que no viven de la escritura y en sus profesiones,
ajenas a la Literatura
o la Investigación,
han destacado hasta conseguir una buena situación social y económica. Escriben
por puro placer y la necesidad existencial de comunicar cosas que nos enreden
en los brazos de la ética y también en las trenzas doradas de la estética.
Intentan ser útiles a la
Sociedad que les ha tocado en suerte (o en desgracia) vivir
aportando algo que se les da bastante bien: escribir. Intentan clamar en el desierto esperando que,
aunque a lo lejos, alguien los escuche (lea) en algún oasis perdido. Todo tan
inútil como el llanto por los amores perdidos. El hastío existencial en la
vocación de sus vidas (posiblemente las
más placenteras y productivas) se les presenta ya hoy como algo verdaderamente
incuestionable. ¿Escribir para qué y para quién? ¿Merece la pena desarrollar
ideas y conceptos que nadie se molesta siquiera en leer y considerar? Prefieren
emplear su ahora copioso tiempo libre en tareas más introspectivas como la
reflexión, la lectura y el disfrute de lo suyos. Decía el gran Jorge Luis Borges que realmente como alcanzaba la felicidad era
leyendo y no escribiendo. Reconozco que en algunas ocasiones y dentro de mi
modestia he pensado si merecía la pena seguir con esta ventanita abierta en
Internet. Afortunadamente, y con Salva Gavira a la cabeza, tengo unos
pocos amigos que me animan a no dejarlo. Cuando, de tarde en tarde, compruebo el número
de visitas de este Blog y observo que estas crecen considerablemente pienso que
al final puede que merezca la pena seguir un “ratillo” más. No debemos (nadie debía hacerlo) renunciar a
la posibilidad que se nos ofrece de expresarnos libremente. Eso si, cuando
comprobamos de manera fehaciente que nuestro tintero ya está vacío puede que sea el momento de
dejarle paso al silencio. Nadie hablará
de nosotros ni incluso estando vivos todavía.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 10 de Junio del 2015
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