Los Cuatro Jinetes del
Apocalipsis pararon un momento para que sus caballos bebieran en la Fuente del Avellano. Juana “La Macarrona”
pierde una cinta celeste de su pelo mientras baila por Bulerías en la Alameda de las Alamedas
del mundo. En la Alcaicería de la Loza un capirote de nazareno se bambolea al
compás del viento que le llega desde La Alfalfa. Un Rey moro llora
amargamente desde su destierro privado para siempre de los soles y las lunas de
La
Alhambra. Desde Tenerife una Candelaria
chicharrera de mares abiertos sueña cada día con las callejuelas de la Judería
sevillana. Un avaro recuenta sus doblones haciendo caso omiso del eco lastimero
de la calle que reclama una “limosnita por amor de Dios”. Eternos hambrientos
de pan y justicia pisotean en los lagares las uvas de la ira. El negro que
tenía el alma blanca conoce ¡por fin!
al blanco que tenía el alma negra. El Cirineo
de San Isidoro se seca el sudor de la frente a sabiendas de que, “gracias”
a los humanos, para Aquel que porta la Cruz aún queda un largo
trecho de camino. Mozart manda callar a la alondra mañanera para poder escuchar a Manuel Vallejo. Por la Bahía
de Algeciras una mágica guitarra
desprende en la noche soniquetes de
eterna orfandad. Los monos de Gibraltar
roban de los veladores los bolsos de las señoras turistas. La Divina
Comedia siempre está pendiente de su definitivo epílogo.
Santa Teresa entra en Sevilla y, lo más importante, Sevilla entra en Santa
Teresa. El mundo gira y gira y ya nada
es lo que parece. Los dioses deben estar
locos para seguir dándole cuerda a los relojes de arena. Trampantojos del
alma.
Juan Luis Franco – Lunes Día 22 de Junio del 2015
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