miércoles, 17 de junio de 2015

La memoria selectiva





“Acuérdate cuando entonces
bajabas descalza a abrirme
y ahora ya no me conoces”

A ciertas edades y por esos misterios de nuestra capacidad sensitiva nuestra memoria se nos vuelve simétrica y compasiva.  Tendemos a recordar los episodios más gratos de nuestro pasado y siempre se encuentra para los menos gratos una especie de fórmula exculpatoria (me refiero a nuestras actitudes y comportamientos y no a los avatares ajenos a nosotros). Nuestro “balance” existencial siempre nos dice que éramos plenamente conscientes de nuestros aciertos y algo distraídos con nuestros errores.  Cuando con los años la vida todavía, en lo físico y lo mental, no te ha pasado su inapelable factura lo verdaderamente importante siempre serán los días que nos queden por vivir.  El “ayer” con sus cosas buenas, regulares y malas ya se nos presenta como algo inapelable.  Recordamos con cariño a personas que nos dejaron para siempre. Las mismas representaron un fuerte componente de nuestro espacio sentimental y sin ellas, a que negarlo, las cosas ya nunca fueron igual.  No lo hacemos desde la melancolía de los paraísos perdidos sino más bien desde la gratificante sensación de haber podido compartir con ellas un tiempo de nuestra existencia.  Vemos fotos antiguas que, más que herirnos en el epicentro de nuestras emociones, nos reconfortan y anidan la esperanza de que el reencuentro que proclama nuestra fe se haga efectivo.  Vivir “con” el pasado es legítimo y nos ayuda a afrontar nuevos retos con esperanza e ilusiones. Somos de donde venimos y nunca hacia donde vamos. Vivir “del” pasado es el camino más corto para instalarnos definitivamente en la Estación de la desesperanza y la melancolía.  Cuando te encuentras a algún viejo amigo y de manera permanente te suelta el latiguillo de “te acuerdas de cuando….” ya sabes que, irremediablemente, estás ante alguien que ha renunciado a vivir el presente desechando la esperanza de que lo mejor esté por llegarle (una de la mejores experiencias de mi vida la tuve cuando nació mi primer nieto. Sesenta y dos años de mi existencia me contemplaban). No podemos supeditarlo todo a recordar lo que fuimos y nunca a discernir lo que ahora somos. La memoria tiene muchas trampas y es mejor no poner cepos en algunas madrigueras. Es sabia y por tanto siempre se nos muestra selectiva. Atrapamos en nuestra mente los buenos momentos para que todo al final tenga sentido.  Mejor que don Antonio (Machado) no lo dijo nunca nadie….”Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar”.


Juan Luis Franco – Miércoles Día 17 de Junio del 2015

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