“Cuando voy por las tabernas
lo primero que pregunto
si la tabernera es guapa
y el vino tiene buen gusto”
Hace ya algunas fechas leía un excelente artículo de León Lasa (por
cierto, ¡que bien jugaba al fútbol su recordado padre!) dedicado a los bares y
a sus gozos colaterales: las bebidas y el tapeo. Daba un dato de Andalucía
verdaderamente curioso. En nuestra tierra existen más bares y tabernas que la
resultante de la suma de países como Irlanda, Dinamarca, Finlandia y Noruega.
Evidentemente nos referimos a países donde entre el frío y un carácter
participativo la gente (fundamentalmente los hombres) no tiene mucho interés en
formar parte del grupo de los abstemios. ¿Tiene por tanto Andalucía en general
y Sevilla en particular un número excesivo de bares? Sinceramente creo que
tiene los que tiene que tener y demanda el personal. Que duda cabe que con el paso de los años la
configuración de los bares ha cambiado considerablemente. Antes, la diferencia fundamental entre tabernas
y bares era que en las primeras nunca entraban las mujeres y no había tapas
para acompañar el vino o la cerveza (tan solo altramuces y avellanas). Cuando
una mujer tenía necesidad de darle un recado de cierta urgencia a su marido y
sabía su paradero “mollatoso” mandaba a algunos de sus niños. “Opá que
dice omaíta que……” Entonces podían pasar dos cosas: que tu padre tuviera un
solo tinto en el cuerpo y te despachara con un “Vale dile que ahora voy” o que tuviera tres o cuatro y te daba unos
cuantos besos roneando ante los contertulios de lo guapo y listo que era su
niño. “Olé mi niño de mi arma y además….es bético de los buenos como su
padre”. Hoy los templos del “mollate”
ya son otra cosa. Ha variado de forma considerable la forma de vida de las personas
y, fundamentalmente, con la desaparición de los Corrales de vecinos las
tabernas de hoy son bares con muchos años a las espaldas (de la barra) y muebles
de maderas artesanales (afortunadamente con mujeres y tapas). Ni todo lo antiguo era bueno por viejo ni todo
lo moderno es malo por novedoso. He conocido tabernas inmundas donde incluso
había recipientes metálicos para que escupiera la gente e impolutas “poleosas” Capillas
Sixtinas donde se practicaba el arte de beber y vivir a través de la “conbebencia”.
Conozco hoy varios sitios, modernos y antiguos, donde poder tomarse un buen
copazo en paz y armonía. Saber elegirlos
forma parte del entramado de costumbres de cada uno. Nadie crea que es casualidad que la sangre
del Redentor tome cuerpo y forma a través del vino. Bares y tabernas sevillanas
como sensatos ejemplos de convivencia.
Eso si, sin pasarse.
Juan Luis Franco – Viernes Día 13 de Noviembre del 2015
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