martes, 17 de noviembre de 2015

La barbarie


 

 

Los recientes y sangrientos sucesos acaecidos en el París de radiantes amaneceres y tardes-noches de luces de neón y esquinas con farolas en penumbras (donde el amor y la Literatura siempre alcanzaron sus máximos esplendores) han hecho temblar los cimientos de las sociedades occidentales.  Unos fanáticos que utilizan a “su Dios particular” para verter su sinrazón y su odio visceral contra sus inocentes victimas.  Nada nuevo bajo el sol pues un repaso somero a la Historia de la Humanidad nos muestra sin reservas que la misma es un reguero inacabado de barbaries de todo tipo y condición.  La gran Guerra interminable, excusadas en falsas y perversas religiones, fragmentada en cientos de guerras donde la maldad más infinita y los instintos más criminales y perversos siempre estuvieron –y están- prestos para actuar.  En París han muertos vilmente asesinadas muchas personas (no pocas de ellas jóvenes) por el simple delito de estar sentadas en una terraza tomando placenteramente una copa o asistiendo gozosas a un concierto en una Sala (afortunadamente les falló la masacre que tenían programada en el Estadio de fútbol). Personas, en definitiva, que tuvieron la mala suerte de ponerse en el punto de mira de esta pandilla de asesinos integrales.  Intentar razonar con los fanáticos siempre resultó una supina estupidez y tratar de comprender las razones de sus criminales actos lo es más todavía. Aparte de asistir a necesarias concentraciones de repulsa y guardar respetuosos minutos de silencio la Libertad y la Democracia también se defienden con todos los elementos de fuerza que las sociedades occidentales disponen.  Esta pandilla de descerebrados asesinos nos han declarado la Guerra a todas la personas decentes (empezando, no lo olvidemos, por la mayoría de los islamistas que con sus posturas conciliadoras y razonables no les siguen el juego) y bien haremos en defendernos con todas las armas de un Estado de Derecho. Han llegado para quedarse y conviven entre –y con- nosotros a la espera de sorprendernos con sus zarpas. Quieren que vivamos con el miedo en el cuerpo y de esta forma sentirse satisfechos de haber conseguido plenamente sus objetivos: la implantación del terror.  Pretenden mandar en nuestras vidas y que caminemos por las calles mirando de reojo por las esquinas. Me temo que nos quedarán todavía por vivir algunos episodios más como el ocurrido recientemente en París. Luchemos junto a nuestras autoridades elegidas democráticamente para vencer a esta pandilla de desalmados. No hacerlo sería como darles a ellos la satisfacción de su victoria y para nosotros la eterna amargura de nuestra derrota.  Vivir de rodillas, no lo olvidemos, nunca fue vivir de verdad.

 

 

Juan Luis Franco – Martes Día 17 de Noviembre del 2015

 

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