“Si una persona dice que ha
encontrado
a Dios con certeza total y ni le
roza
algún margen de incertidumbre,
algo
no va bien”
- Papa Francisco -
Avanzan los días de Noviembre y
su lento discurrir de atardeceres levemente sombreados lleva implícito la
nostalgia por los eternos ausentes y el calor del hogar de los paraísos
perdidos. Comenzó este mes de Dolorosas enlutadas con un recuerdo a los que ya
se fueron para siempre y un reconocimiento a todos los que se ganaron en vida
la gloria eterna a través de la santidad. Santos y Difuntos; Difuntos y Santos, como
paradigma de la existencia humana. Hasta la bondad se nos configura como algo
con fecha de caducidad en el tiempo. Las mañanas de Noviembre son contradictorias
y variopintas enfundadas en los dulces amaneceres soleados o ennegrecidas por
los tonos grises de los días donde el cielo llora sobre la Ciudad. Nunca
como ahora nos supo tan reconfortante el primer café mañanero y nunca valoramos
más las apacibles lecturas hogareñas en tardes de mesa-camilla. Vemos a través
de los cristales como la calle va cambiando su tonalidad malva de novela de
misterio por una oscuridad pespunteadas por la tenue luz de las farolas. Tiempo
de introspección donde Bach, Bécquer y Valdés Leal alcanzan las cotas máximas
de sus esplendores. Placeres de Noviembre plasmados en un humeante café, una
yema de San Leandro, un buen libro y una copa de oloroso con un hombro cerca
donde apoyarse. Días de Noviembre que, a
través de la nostalgia, nos retrotrae a nuestros orígenes. Somos de donde
venimos y nunca hacia donde iremos. Avanzan sus horas los días de Noviembre, y
las almas, presentes y ausentes, se confabulan para que en Sevilla todo quede plasmado en el talón del Señor de la Ciudad. Noviembre avanza y con él el
año, los años, empiezan a extinguirse. Son los días de Noviembre.
Juan Luis franco – Viernes Día 27 de Noviembre del 2015
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