La crítica flamenca (como la de cualquier actividad
artística) con la “competencia” de
las Redes Sociales se encuentra
actualmente en horas muy bajas. Poco, o
nada, puede influir ya un crítico flamenco sobre el devenir de una grabación o
las distintas actuaciones en directo que se programen. Los aficionados y estudiosos flamencos de
esta hermosa ciudad a la que llaman Sevilla
hemos tenido la suerte de contar (en el ayer y en el presente) con
excelentes críticos que mucho nos han despejado sobre las grandes incógnitas de
este Arte parido y amamantado en Andalucía. Un glorioso ayer donde en
Sevilla escribían (o hacían radio y televisión) del Flamenco y sus circunstancias talentos de la talla de José Antonio Blázquez, Emilio Jiménez Díaz, Miguel
Acal, Paco Herrera, Manuel Curao, Amos Rodríguez Rey
(hermano del “Beni de Cádiz”)....
Grandes estudiosos y grandes comunicadores que nos enseñaron a los buenos
aficionados todos los entresijos (con sus virtudes y defectos) de este Arte tan nuestro como ya definitivamente
universal. Hoy la crítica sevillana
flamenca, en cuanto a talento y conocimientos se refiere, goza de una salud más
que envidiable. Con Manolo Bohórquez (“El Correo de Andalucía”) a la cabeza
tenemos motivos para reconocernos en el bagaje intelectual, la perseverancia y
la desmedida afición de críticos como Juan
Vergillos (“Diario de Sevilla”) y
Alberto García Reyes (“ABC”). Luego
están gente del talento de Antonio Ortega
que se nos configura como uno de los “francotiradores”
más brillantes del periodismo flamenco actual. Pero ¿que leen y que piensan hoy
los jóvenes aficionados al Flamenco? ¿Sirve ya la crítica para contextualizar
nuestras dudas y certezas? ¿Pueden
influir en el devenir comercial de una grabación o de un espectáculo?
Sinceramente y cosa que lamento los viejos esquemas de la critica flamenca ya
han pasado a mejor –o peor- vida. Los tiempos cambian y con ellos terminamos
cambiando todos nosotros. Hoy las Redes Sociales se han convertido en los grandes gurús de la comunicación
social (¿también cultural?) y, para lo bueno y lo malo, lo que no figura en
ellas prácticamente no existe. Un síntoma más (¿y van?) de que mi generación
flamenca se va difuminando un poco más cada día. Es verdad que nada es (era) para siempre.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 17 de Mayo del 2017
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