El gran Arturo
Pérez-Reverte anda estos días por nuestra Ciudad para participar en un ciclo de conferencias de la Fundación Cajasol. El lema es “Literatura
y Guerra Civil” y, para un
servidor, escuchar a este cartaginés universal siempre es una gozada y un
ejemplo de dignidad y coherencia (otros, legítimamente, pensarán lo contrario). El autor, entre otras excelentes novelas, de”La piel del tambor” es un enamorado de Sevilla y desde hace treinta años la
visita asiduamente. Le gusta caminar por el Centro
de nuestra Ciudad y sentarse
placidamente a ver pasar la vida sevillana en un velador de la Confitería
La Campana. Su gozo en un pozo pues ha notado con una
buena dosis de cabreo que todos los veladores de La Campana
han desaparecido como por arte de magia (municipal). Como muchos sevillanos no
se explica que la aplicación de las leyes se mueva entre el todo o el nada. Como
decía mi abuelo...”Ni calvo ni con siete
pelucas”. Bien está que las normativas están para
cumplirlas y bien cierto es que la saturación de veladores en el entorno de La
Campana se nos mostraba excesivo. Como quiera que suelo
pasar cada mañana por ese entorno tengo una opinión de primera mano para
constatar que muchas veces había que caminar sorteando veladores (Don Quijote sorteaba molinos de vientos
y los sevillanos/as sorteamos veladores). La saturación de veladores en algunas
zonas céntricas de la Ciudad es insostenible
(dixit calle Mateos Gago) y era
evidente que en muchos casos los propietarios de algunos establecimientos se
pasaban la normativa por “el Arco del
Triunfo”. Parece ser que la Confitería
La Campana (de
los pocos establecimientos centenarios que le quedan a Sevilla y con un
escrupuloso respeto a su configuración original. Fue fundada en 1885) ponía
últimamente once veladores. Bien cierto es que esta cantidad lo podíamos
considerar excesiva pero se podía permitir al menos que se pusieran la mitad de
los mismos y no situarse en el cero patatero. Mientras tanto, y a la espera de
que en las dependencias municipales se resuelve este “velatorio” problema, se
debía habilitar un solo velador y ponerlo a disposición de Arturo Pérez-Reverte. No podemos agraviar a gente de tanto talento
que, de manera voluntaria, eligieron a Sevilla
como su lugar de querencia. Esta fidelidad y este cariño sin cortapisas se merecen
al menos un velador en La Campana (bueno, uno para él y otro para el Rey, que para eso esta Confitería sevillana es proveedora
oficial de la Casa Real Española).
Juan Luis Franco – Jueves Día 18 de Mayo del 2017
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