Como el que no quiere la cosa Mayo enfila su recta final. Los días
pasan a una velocidad de vértigo y casi no nos da ni tiempo para analizar los
momentos vividos. Personas sensatas e
inteligentes me advirtieron hace ya algunos años que a partir de los cuarenta
los días, meses y años cogen siempre una velocidad de crucero. Nos hablaban
desde la incuestionable razón que da la sabiduría de los años vividos y sobre
todo consumidos. El presente se nos
escapa de las manos como el agua de la lluvia o la arena de la playa. El pasado
ya no cuenta y el futuro no existe todavía. Tenemos, a ciertas edades, como único tiempo palpable y tangible el presente
más inmediato. Más que hacer planes con nuestra vida es la vida en si misma la
que hace planes con nosotros. Reconozco sin ambages que me da cierto miedo
envejecer por la incertidumbre que esto conlleva. Se nos dice de continuo que
es ley de vida. A pesar de nuestro desosiego poco podemos hacer para parar el
curso de la existencia humana. Existen leyes contra las que es inútil
rebelarse. Como tantas cosas en la vida la asumimos por tratarse de males
compartidos. Más que miedo tenemos una cierta sensación de vértigo por la incertidumbre
de cómo será el epílogo de nuestra vida. La fe si no consigue mover montañas al
menos nos mueve a nosotros hacia la Esperanza.
Los nietos se nos configuran como un hermoso islote donde
atracar ilusionados nuestra cansada y desvencijada barca. No nos engañemos,
nadie quiere pasar por debajo del arco de la decrepitud. Pero al final, siempre
al final, puede que la última playa por visitar nos resulte la más hermosa y
placentera. El vértigo de los días.
Juan Luis Franco – Lunes Día 25 de Mayo del 2015
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