Pronto supo que el abanico
era el aire acondicionado
de los pobres
Que Piluca o Pilarín
eran las niñas Pilares en
clave de la alta burguesía.
Que solo los pobres
agradecen que Febrero
tenga veintiocho días.
Que en el amarillo albero
los que iban a caballo
siempre tenían preferencia.
Que, casi siempre, Dios escribe
con renglones torcidos en
el cuaderno de los más
orillados por la vida.
Ahora, que ya sabe tantas cosas,
nadie quiere prestarle una
pizarra
para explicarle a la noche
por que la luna la abandona
cuando llega el amanecer.
Se subió la solapa de la chaqueta
y se dijo para sus adentros:
“Se ha puesto fría la noche
y el camino aún es largo”.
Vivir para saber
lo que otros
nunca querrán ver.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 6 de Mayo del 2015
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