“Debiera sentirse honrado
el que en Triana ha nacío,
porque en este lao del río
cualquiera que haya cantao
ha sio pa quitá er sentío”
- Fandango de Paco Taranto -
Triana se me viene a la memoria del paraíso complaciente y feliz de la
niñez. Recuerdos de cuando en compañía de un gran amigo íbamos cada sábado a
ver a su abuela en la calle Pureza. Cruzar el Puente era para nosotros como entrar
en la tierra prometida. Veníamos caminando desde la antigua judería sevillana a
rendirle pleitesía al Barrio de los barrios de la Ciudad. Dos niños de la generación
del “pan con aceite y azúcar” cruzando el Puente de los puentes sevillanos. Triana está hecha para bebérsela a sorbos con
la manzanilla que le llega a través del río Betis desde Sanlúcar. Una Triana profundamente
cantaora entre el barro y la fragua. Tierra de poetas, pintores y músicos
donde, casi siempre, los políticos de todo signo y condición terminan rompiendo
la magia de lo verdaderamente hermoso. Nunca nadie en Triana se sintió
forastero y en ella el Flamenco tomó sus cartas de naturaleza. Esta “Niña bonita”
de Sevilla no es tan solo un pueblo; tampoco simplemente un Barrio más de la Ciudad y para nada una
“República Independiente”. Es simple y llanamente Triana. Los viejos trianeros que con la demolición de
los viejos corrales de vecino se mudaron a los “Polinganos” siempre se
consideraron exiliados. La diáspora inmisericorde capitalista los alejó de su
querido arrabal para cambiarle sus apodos y pasar a ser conocidos por su
ubicación en un bloque made VPO. Hace un
par de días me encontré a mi viejo amigo en la Alfalfa y me recordó
cuando de niño íbamos los dos a Triana a ver a su abuela. Son de esos recuerdos que a golpes de Soleá
de los Alfareros se te quedan clavados para siempre en las paredes del alma. Es
verdad que debiera sentirse honrado el que en Triana ha nacido.
Juan Luis Franco – Lunes Día 4 de Mayo del 2015
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