De continuo me encuentro a gente de mi generación –hombres y mujeres- que se quejan de que sus hijos no le
reconozcan los esfuerzos que hicieron para criarlos y educarlos. Los
consideran, eso si, buenas personas y con un nivel cultural y ciudadano
excelente. ¿Podemos pedir más? Lamentan de continuo que no los llamen o visiten
con más frecuencia o que, de tarde en tarde, no estaría de más un “agradecimiento
por los servicios prestados”. Consideran en algunos casos a los hijos como una
inversión que hicieron en su día y que los “frutos” personales conseguidos han
sido más bien escasos. Los hijos crecen, se hacen hombres y mujeres, y se nos
van de las manos como el agua de la lluvia. Lo importante siempre será que su
comportamiento y actitud ante la vida nos haga sentirnos orgullosos de ellos.
Recuerdo una excelente película de Stanley Kramer (¿Adivina quien viene esta
noche? -1968- ). Sidney Poitier es un afamado profesor universitario. Invita a
sus padres a pasar una velada con sus suegros y de paso presentarles a su
prometida. Él es negro y su novia es blanca. En aquella época esta situación
llevaba implícita grandes dificultades
sociales. En una tensa charla con su
padre este le recrimina que todo cuanto tiene y ha conseguido en la vida se lo
debe a él. Le dice que pateándose las calles de cartero con una gran cartera
sobre las espaldas le pudo costear los estudios. Sidney Potter le contesta que
su mayor agradecimiento es haber sabido aprovechar positivamente los medios que
ha puesto a su alcance. Los hijos no tienen que agradecer lo que nuestra condición
de padres reclama sino más bien, al menos, reconocer que hemos cumplido con nuestras
obligaciones paternas. Luego ellos volarán en libertad y asumirán la vida de
acuerdo con sus criterios y manera de pensar. Las cosas terrenales casi nunca
salen como las programamos. Mirarlas racionalmente con una cierta perspectiva
nos situará en el fiel de la balanza. Ellos un día serán padres y nosotros
abuelos. La tierra seguirá girando y el sol, si se lo permiten los negros
nubarrones, seguirá saliendo cada mañana. Con los hijos no se prestan los
servicios: se les regalan esperando hacerlos y, sobre todo, verlos
felices.
Juan Luis Franco – Domingo Día 17 de Mayo del 2015
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