“Uno es lo que fue su infancia.
Ahí esta la llave. Después te
pules
o degeneras. Según tu cabeza”
- Paco de Lucía -
El pasado diez de agosto cumplí la friolera (en este caso la calentera)
de ¡sesenta y nueve años de edad! (así, escrito con letras, suena menos erótico
que si escribo 69). Una pira de años que, estoy casi convencido, han sido
vividos con la positiva intensidad que la vida demanda y requiere. Nací o mejor
me nacieron en el cuarto (habitación) que disponíamos como vivienda en el
Corral de las Vírgenes situado en la sevillana calle Conde de Ybarra (vulgo Condibarra). Parteó a mi madre una matrona de la Puerta de la Carne a la que apodaban
popularmente como “Paquita la
Borracha”. No
quiero ni pensar el calor que pasaría la santa de mi madre aquel diez de agosto
de 1946. Hacia siete años que había terminado la Guerra in-civil española y
los estragos de la contienda había llevado a la población a unos niveles de
pobreza y miseria absolutamente demoledores. Se decía, siendo verdad, que en
aquellos años era imposible ver a ningún gato apostado en un tejado. Fue la
temporada (1945/46) en la que el Sevilla
FC ganó el titulo de una Liga que concluyó el 31 de marzo de 1946 (como yo
todavía no había nacido espero que ningún bético me culpe de ello).
Precisamente el 9 de febrero de aquel año la ONU
condenó al Régimen de Franco prohibiendo
el acceso de nuestro país a la citada organización (en fase de constitución). Pero,
sin lugar a dudas, el hecho más importante a nivel internacional de 1946 fue el
“Proceso de Nuremberg” que determinó
poner fin al periodo del terror nazi y la finalización de la
II Guerra Mundial.
Fui el segundo varón que tuvo mi madre cerrando su ciclo materno con el
alumbramiento posterior y definitivo de una niña. Aquel año, a que dudarlo,
pasarían muchas cosas pero para mi madre ninguna tan importante como haber
parido a un zoquete integral que creo le proporcionó muchas más satisfacciones
que quebraderos de cabeza. Dicen que mi bautizó ocurrido -donde si no- en San Nicolás de Bari duró dos días de
cante y vino y, posiblemente, ahí naciera ya mi inveterada afición al Flamenco. Sesenta y nueve años que son
los mismos que llevo amando a una Ciudad
a la que trató de descifrar sentimental y culturalmente cada día. No desespero
y espero conseguirlo algún día. Nunca es tarde si la tierra es buena y esta es
la mejor.
Juan Luis Franco – Viernes Día 25 de Septiembre del 2015
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