El pasado 2 de julio se cumplieron exactamente cincuenta años de la
visita a España de los Beatles. Cuentan las crónicas de la
época que fue exactamente a las 17,40 cuando los “chicos de Liverpool” pisaron el suelo del Aeropuerto de Barajas. Este verano del 2015 que poco a poco se nos
va alejando se cumple medio siglo de aquel acontecimiento. El mismo al que el
Régimen franquista intentó por todos los medios que pasará lo más desapercibido
posible. La prensa española de la época los tachaba de “ingleses melenudos” y, salvo honrosas y heroicas excepciones, ya
estaba programado de antemano el minimizar su importancia artística y la escasa
aceptación por una juventud, la española, poco proclive a “falsos modernismos”.
Se aprovechó la ocasión, eso si, para fotografiarlos disfrazados con los
tópicos más casposos de la España eterna. La Plaza de las Ventas madrileña estuvo
literalmente tomada por la policía (los grises) desde horas antes del Concierto
y se le pedía la documentación a todo bicho viviente que se acercará por
allí. Hubo numerosos jóvenes que con la
entrada en el bolsillo y aconsejados por sus padres desistieron de asistir al
Concierto (los precios de las entradas oscilaron entre 75 pesetas las más
baratas y 400 las más caras. Una barbaridad para aquella época donde el salario
mínimo podía alcanzar las 1.700 pesetas). El número de asistentes al evento en Las Ventas madrileña fue aproximadamente
de unas ocho mil personas y el sonido fue realmente lamentable. En Madrid
actuaron de teloneros los Pekenikes y la presentación corrió a cargo de
Torrebruno (en Barcelona los teloneros fueron los Sirex). El que dieron en la Monumental de Barcelona (hoy, gracias a los
“progres” de salón, sin Toros y sin vida) fue mucho más numeroso llegando a los
veinticinco mil espectadores, mucho mejor sonido y con unas medidas policiales
más relajadas. Barcelona era Barcelona. Dos conciertos para la Historia y que, a la
larga, abrieron algunas puertas que permanecían herméticamente cerradas. Yo en
1965 tenía diecinueve años y aparte de haber descubierto ya a los Beatles era
plenamente consciente de que me acompañarían el resto de mi vida. Junto con dos amigos del alma (Antonio y
Fernando) que hace tiempo embarcaron en la nave de los que no retornan nos propusimos
ir a Madrid (en dos motos) para verlos. Al final y sin acordarme ya de los
motivos de la renuncia todo quedó anclado en los sueños que nunca se convierten
en realidad. Han pasado cincuenta años y, sinceramente, parece que fue ayer. Cincuenta años no es nada para las historias
sentimentales de cada uno. Eran, son y serán por siempre los Beatles.
Juan luis Franco – Domingo Día 6 de Septiembre del 2015
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