Recuerdo sobre finales de junio una serie de entrevistas callejeras que
estaba realizando una televisión local.
Se le preguntaba a la gente sobre su percepción de cómo estaba la cosa
por esta tierra nuestra. Se daban respuestas de las más variopintas pero hubo
una que llamó poderosamente mi atención.
Se trataba de un señor de avanzada edad pero fresco de mente y con un
aspecto impoluto. Le dijo concretamente a la chica que, en plena Plaza Nueva sevillana, le abordó para conocer
su opinión: “Mire señorita de todo cuanto
nos pasa –que no es poco- lo más preocupante es la perdida de valores. De las
crisis económicas se termina saliendo; de las políticas también se sale pero,
de la perdida de valores morales, es muy difícil salir. Si acaso se hace en un
prolongado espacio en el tiempo”. Como la chica, muy acertadamente, le
preguntó a que valores morales se refería no tuvo reparos en concretarle que
entendía por los mismos. Le dijo: “Decencia
(para contentar a nuestra conciencia y a la de los demás). Solidaridad (para
que nuestra vida no se muera en los brazos del egoísmo). Bondad (para que
nuestro deambular por la tierra no sea estéril). Esfuerzo (para que nuestras
metas personales y/o profesionales cobren grandeza en la lucha de cada día).
Libertad (que debe necesariamente ser compatible con las de los demás). Todo, señorita, aquello que carezca de ética
podrá ser legal o políticamente correcto pero denigra al ser humano”. Este
hombre se expresó exactamente como aquí lo dejo escrito. Pude conseguir la
entrevista a través de las distintas redifusiones que hacen los televisiones
locales y la tenga grabada. La ética ha sido desde los orígenes de todas las
cosas un tema tan recurrente como ninguneado. Inútilmente se ha intentado que prevalezca
la fuerza de la razón sobre la razón de la fuerza. Hoy, como pasó siempre, se
saquea o roba sin pudor y se utilizan las esferas del poder político y/o
económico para subyugar y expoliar a los más desfavorecidos por la fortuna. La
política debía ser una de las actividades más nobles del ser humano pues es –o
mejor debía ser- la búsqueda racional del bien común. Vivimos instalados en una
gran farsa y, lo más lamentable, es que seguimos aplaudiendo al final de cada
representación. Valores morales que se
pierden en los recuentos de billetes, las variantes de las Bolsas y entre los
barrotes de las cárceles. Entre las Cajas
B, los EREs y los Cursos de Formación se le va la vergüenza por los desagües de
la –mala- política.
Juan Luis Franco – Viernes Día 11 de Septiembre del 2015
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