“Puede que al final resulte que
la vida se condense en un solo
libro:
el Libro de la Vida”
Pasó la parte oficial del verano y ahora nos queda ese calor
amembrillado que tanto castiga nuestros ya sudorosos cuerpos. Verano donde
julio se nos mostró absolutamente inmisericorde. Llega septiembre y con él,
como pasó siempre, se ponen en marcha ilusiones renovadas. Volvemos a poner en
hora los relojes de lo cotidiano con la esperanza de que todavía le quede algo
de cuerda al de nuestros anhelos e ilusiones. Para muchos de los que aún tienen
trabajo las vacaciones ya serán una historia vivida y pendiente de ser contada
algún día. El verano es pendular y el último aldabonazo siempre nos devuelve al
punto de partida. Como en los veranos anteriores he aguantado el tirón sin
moverme de Sevilla. Me compré, eso si, un par de bañadores por si tenía que
mostrar mi poco cuerpo serrano por la piscina de algún familiar o amigo. La
playa con su bullicio veraniego ya hace años que me supera. Prefiero el mar –la
mar albertiana- cualquier mañana soleada de otoño o primavera. Sevilla se
“renueva” con cada nuevo mandato municipal. Primero, con don Alfredo, fue la Ciudad de las personas.
Después, con don Juan Ignacio, era la
Ciudad de las ideas y ahora, con don Juan, es la Ciudad de los veladores. Empieza
la marabunta de los preámbulos de un nuevo curso escolar. Las casas pronto
olerán a lápices nuevos y se verán colgadas mochilas con las etiquetas todavía
sin arrancar. Nada me resulta más doloroso que conocer la terrible situación
social y familiar que padecen muchos niños. Parece ser que nuestros políticos
han tomado conciencia de esta injusta situación y han puesto algo de remedio
este verano. Una Sociedad que desatiende a sus miembros más desfavorecidos (niños,
ancianos y enfermos) no merece llamarse Sociedad (si acaso podemos llamarla “Suciedad”). ¡Por fin! he leído este verano el Quijote
enterito. Me ha animado a hacerlo una impagable edición que Andrés Trapiello ha
traducido al castellano actual. Nadie aficionado a la lectura debería “entregar
la cuchara” sin leer antes el Quijote. Ahora, con esta magnifica traducción,
tienen una excelente ocasión para acometer tan noble tarea. En esta obra inmortal quedan reflejadas todas
las luces y sombras inherentes a los seres humanos en general y, más
concretamente, a los nacidos en esta Piel de Toro. Don Miguel no solo escribió
una obra imperecedera y cumbre de la Literatura Universal
sino que también nos mostró con enorme lucidez como la vida –y sus
circunstancias- siempre suele confundir sueños y realidades. “Que cosas dice este loco / que la verdad no
la dice / pero mentiras tampoco”. Los soñadores siempre han sido considerados
gente poco cuerda y a las que hay que castigar a través de la burla o el
escarnio. Volvemos pues a poner en marcha este modesto reloj sevillano al que
un día bautizamos como Toma de Horas. Ahora toca esperar que cuando llueva al
menos nos pille con los paraguas a mano. Volver, volver, volver….
Juan Luis Franco – Miércoles Día 2 de Septiembre del 2015
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