“Desde tu inmenso dolor
que se hace largo y profundo
se nutre siempre el amor
y las penas de este mundo”
El eterno llanto de la
Siguiriya se nutre
de las gotas de sangre que se desprenden de las espinas clavadas en tu frente.
Quienes te buscan en la placidez de tu templo saben que siempre lograrán
encontrarte. Te cambian la tunica y casi no lo notamos pues nuestras miradas
solo buscan la tuya. Tus manos sostienen
con firmeza un madero que muestra y lleva implícito el eterno dolor de los
desheredados de la tierra. Besamos tu talón como las hojas del otoño besan
suavemente el albero del Parque cuando caen de los árboles. Eres padre, hermano, amigo y compañero para
los sentimientos de una Ciudad que siempre encuentra el sendero para postrarse
a tus plantas. Tu presencia, siempre tan bondadosa y cercana, hace dudar al
agnóstico y reafirma la fe del creyente. Sales poco a la calle pues como en
casa de uno en ninguna parte. Eres pentagrama para el alma donde siempre queda
flotando la eterna melodía sevillana. Muestras tu pie siempre adelante para que
entendamos que no se puede parar el carrusel de la vida y los sueños. Estampas
con tu rostro sirven de consuelo en cabecera de camas hospitalarias y residencias
de quienes, por no tener ya siquiera, no tienen edad sino mucha vida a sus
espaldas. Fotos tuyas enmarcadas en humildes habitaciones de corrales de vecino
eran el mejor antídoto contra la miseria. Tu presencia siempre es redentora sin
más argumento que la solidaridad que emana de tu inmenso dolor. En las hileras
del ruán de tus hermanos se abre cada Madrugá un camino de luz donde Tú pasas
para que Sevilla, rendida a tus pies,
te sienta sobre su corteza por calles y plazoletas. Eres la sed del sediento,
el pan del hambriento y el aire que mueve en madrugadas eternas la veleta de la Giralda. Pasaron ya los que ayer te
veneraron y pasaremos los que todavía tenemos la dicha de contemplarte. Tú
nunca pasarás por estar eternamente anclado a los sentimientos más nobles de la Ciudad. Decía don Antonio Machado en un poema…”Cuando de nada nos sirve rezar”. Si nos llegara ese triste momento de
escepticismo y descreimiento siempre nos quedará el Gran Poder de Dios y también de... ¡Sevilla!
Juan Luis Franco – Martes Día
1 de Septiembre del 2015
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