Pasa el verano como pasa
la vida misma: con amores
efímeros y promesas incumplidas.
Con largos días de sol y agua,
adornados con largas noches
de luna llena impregnadas por
llantos y gozos compartidos.
La vida es un hermoso verano
que siempre tiene como epílogo
los grises días otoñales.
Tiempo de playa y aire
que, como la vida misma,
necesita para descansar
que se mueran los lentos
atardeceres.
Las pisadas de los niños
en la playa se terminan
mezclando con las exhaustas
gaviotas que descansan
soñando veleros en alta mar.
Soñar, más que gratis,
es necesario y el verano
siempre se enreda entre
los mares de los sueños.
Se marcha como hizo siempre
sin despedirse de nosotros.
Él sabe que volverá de nuevo
y lo hará revestido con el ropaje
de lo realmente novedoso.
Pasa el verano con su eterna
promesa de seguir tomando
de la mano al niño que un día
le prometimos amor eterno.
Pasa, pasa el verano.
Juan Luis Franco – Viernes Día 4 de Septiembre del 2015
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