miércoles, 29 de septiembre de 2010

“Compañera te doy, pero….tampoco os paseis”


- Hijo, ya va siendo hora de que te busques a una mujer.
- No me hace falta mamá, me busco una cada noche.
(Joe Pesci- “Uno de los nuestros”)


El recordado Antonio Machín cantaba en los años cuarenta una canción titulada “Corazón loco”. Argumentaba en la misma aquello de: “como se puede querer dos mujeres a la vez y no estar loco”. Nos decía en este bolero –y conseguía convencer al personal- que una esposa y una amante –siempre colocadas en sus justos términos- son perfectamente compatibles. Seguía desgranando su canción el cubano-hispano-sevillano y nos aclaraba que: “una es el amor sagrado, compañera de mi vida, esposa y madre a la vez” y, la otra, “es el amor prohibido, complemento de mi alma y a quien no renunciaré”. El gran Machín terminaba la canción apostillando: “y ahora ya puedes saber como se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco”. Una autentica apología de la doble moral reinante ayer, hoy y mañana pero, así, dicha sin tapujos y a cara descubierta. Imaginad si esta canción la canta Estela Raval la de los Cinco Latinos pero variando el sexo destinatario del mensaje. Por ejemplo: “uno es el amor sagrado…… esposo y padre a la vez”; “otro es el amor prohibido (el tendero por más señas) y a quien no renunciaré”. Difícilmente la censura imperante hubiera permitido aquel dispendio de adulterio y puterío. Nunca olvidemos que un hombre público era una persona relevante y de alta consideración social, mientras que una mujer pública se decía que era un pedazo de putón verbenero.

He conocido a lo largo de mi vida casos de convivencia amorosa de un equilibrio sentimental verdaderamente increíbles. Esto entiendo que solo era posible con la connivencia y complicidad de los tres actores de estas películas sentimentales. Hombres que convivieron de manera armoniosa toda su existencia con su santa esposa y lo que entonces se conocía como “la quería”. Conocí incluso un caso en mi juventud de un vecino que veraneaba en Chipiona junto con su cónyuge, sus tres niños, su suegra y la “tata” (que todo el barrio sabía que era su amante). Los niños estaban locos con los regalos permanentes de “la tata”. La esposa la tenía en un pedestal (sobre todo porque les pagaba entero el alquiler del piso en Chipiona). La suegra había encontrado una aliada perfecta para criticar ferozmente a su yerno. Él, ya ni les cuento, como se lo pasaría el muy tunante y, “la tata”, pienso que aprovecharía alguna salida colectiva del Libro de Familia, para poner al “maromo” mirando para el Faro de Chipiona. Lo que entendí –y sobre todo aprendí- de esta historia amorosa es: ¿había alguien infeliz en la misma? Me dio siempre la impresión de que aquí todo el mundo se sentía satisfecho en alguna medida. Seguro que este “tío” pensaba que el “Corazón loco” de Machín la habían escrito pensando en él. Insisto: cambien el sexo de la historia y ya podemos imaginarnos como hubieran saltado todos los resortes morales y sociales de la Sociedad de aquella época.

Nunca hubiera podido pertenecer al club del “Corazón loco” por dos razones fundamentales. A saber: primera, por un estricto sentido ético de la relaciones de pareja (no le hagas a la otra parte lo que no que te gustaría que te hicieran a ti) y dos, por pertenecer al clan de los sumamente despistados y por ende incapaz de construir ninguna mentira con posibilidades de que prospere. Me llevaría todo el santo día diciéndole Loli a Carmen y al revés. Tanto iría el cántaro a la fuente que al final me lo romperían en la cabeza.

Que cada uno se lo monte como pueda o le dejen. Yo nunca he fiscalizado la vida de nadie –y menos la de mis amigos- siempre que esta discurra por los caminos de la decencia, la bondad y la solidaridad. Sus vidas amorosas les pertenecen a ellos y a sus parejas y poco importa lo que opinemos los demás. La vida y las relaciones entre las personas –sobre todo las pasionales- son de una complejidad tremenda y cada casa –caso- es un mundo. Posiblemente la serpiente, que al tentarlo, consiguió sacar a Adán del Paraíso fuera “la quería” camuflada de reptil, para que Eva la “parienta” no se percatará del “mamoneo” que se traían entre manos (y nunca mejor dicho). Creo sinceramente que ahí ya arrancaron los amores a tres bandas.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Barras y estrellas





El segmento de mi generación que tenía inquietudes juveniles en el campo de lo social, lo cultural y lo político, tuvo siempre que moverse en un mar de contradicciones. Desgraciadamente éramos muy pocos y casi siempre mal avenidos. Teníamos una sola meta común: acabar con el franquismo y, había diferentes caminos para conseguirlo. Afortunadamente, existen ya excelentes trabajos históricos dispersos en libros, revistas y documentales que recrean acertadamente esa dura etapa de la vida española. Poco nuevo que añadir a lo ya establecido por aquellos historiadores que hacen del rigor y la objetividad sus principales métodos de trabajo. La Historia como una Ciencia al servicio de la verdad y no como “Literatura de salón” y donde –políticamente- cada uno “fabrica” su propia e interesada “verdad”.

Pero no es mi intención perderme en el espeso bosque de lo subjetivo sino, muy al contrario, reflejar bajo mi óptica personal un aspecto curioso de mis años de mocerío ardoroso y juvenil. Me refiero concretamente a nuestra relación sentimental, cultural y política con los Estados Unidos de América. Instalados como estábamos en nuestro dogmatismo de gentes de izquierda, entendíamos que EEUU representaba el rostro más perverso del capitalismo que nos oprimía. Mandaban desde sus Centros financieros sobre la vida –y las libertades- del personal de todo el Universo y, la Casa Blanca y el Pentágono desde sus departamentos políticos (CIA, FBI…) organizaban cruentos golpes de estados en Latinoamérica, montaban bases militares en Europa y, a través de la “Guerra Fría”, se aprestaban para ganarle la batalla a su enemigo ancestral: la URSS. Lógicamente, para nosotros la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas representaba todo lo contrario y, en ella veíamos el Faro luminoso que iluminaba nuestras justas ansias de libertad, justicia y solidaridad. Luego, y una vez desprovistos del ropaje del dogmatismo, la Historia nos enseñó que ni los unos eran tan malos ni los otros tan buenos. Éramos en definitiva títeres de un guiñol cuyos hilos los movían manos interesadas de uno y otro bando ideológico. Lo que siempre ocurrió –y ocurre- desde que el mundo es mundo.

Curiosamente con Norteamérica utilizábamos una doble vara de medir: mientras que considerábamos su política deleznable, nos rendíamos enfervorizados ante su cultura musical y cinematográfica (no así en nuestros sentires literarios donde Francia y la vieja Rusia le ganaban la batalla a Arthur Miller and Cia). Ya empezaba a declinar la música de los cincuenta del ilustre don Antonio Machín, y la de los Renato Carosone, Bonet de San Pedro, Jorge Sepúlveda, José Guardiola e ilustre compañía. Poco a poco iban apareciendo formas nuevas importadas de la “Anglosajonia” y bajo la estela de algo que se llamaba: Rock and roll. Aparecieron deslumbrantes el Dúo Dinámico, los Estudiantes, los Mustang, los Pekenikes, los Relámpagos, los Brincos, los Bravos, los Sirex, Bruno Lomas, Enrique Guzmán y los Teen Tops….Hasta que de una localidad norteamericana llamada Tupelo, nos llegó como llovido del cielo nuestro The King de la música: Elvis Presley.

Luego para rematar la faena y desde la “Pérfida Albión” nos llegó la gloria musical en forma de cuartetos (guitarra de punteo, bajo, acompañamiento y batería). Arribaron los Shadows, ¡los Beatles!, los Rolling, los King, los Animals…. ¡Mucha tela para mi modesto “picú” Philips de pilas!

El Cine fue definitivamente nuestro sentimental Talón de Aquiles ante la “perversa” Norteamérica. ¿Cómo podíamos considerar enemigos nuestros a Marlon Brando, Ava Gardner, Alfred Hitchcock, James Stewart, Errol Flynn, Billy Wilder, Kim Novak, Liz Taylor, Gary Cooper, Charlton Heston…..? Imposible con la cantidad de horas que nos regalaron para nuestras ensoñaciones juveniles y las recreaciones de cientos de mundos llenos de magia.

Imaginar el auge de nuestra cultura sentimental sin el país de las barras y estrellas se nos antoja imposible para las gentes de mi generación. Fue un soplo de aire fresco, en una España de “cerrado y sacristía”, que nos llegó un luminoso día desde la cercana Base americana de Morón. Allí custodiaban misiles antiaéreos y también exportaban para Serva la Bari el “Rock de la cárcel” de Elvis Presley. Ellos, pendientes de su cielo y, nosotros construyendo el nuestro con su música.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Demagogos irredentos

Están que lo tiran. La última novedad que se las ha ocurrido a esta partida de “falsos izquierdistas”, es gratificar con 1.800 euros a aquellas mujeres que permanezcan vivas y, que hubieran sido victimas de uno de los episodios más crueles de la posguerra civil española: los paseos a “las Pelonas”. Solo tendrán que aportar como prueba el testimonio de terceras personas o en su defecto una declaración jurada. ¡Que manera más cruel de jugar con los sentimientos de las personas mayores! ¿Todavía les parece poco el sufrimiento padecido por estas mujeres? La mayoría descansando ya el sueño de los justos y, las que aun viven, temblando de escalofríos si logran recordar aquellos viles y crueles episodios. ¿Cuándo van a parar de remover el fango de nuestra Historia más perversa? ¿Cuándo se van a dedicar a solventar el presente y el incierto futuro de los nietos de aquellas sufridas mujeres? Mi abuela fue una “Pelona” a la que pasearon por Carmona con aceite de ricino hasta las trancas (esa era la finalidad: verlas por las calles, andando en filas de dos, “cagándose por las patas abajo”). La cabeza gacha, descalzas, el pelo rapado a cero y escuchando de fondo las crueles risotadas de vecinos y amigos (¿). Si, así fue y así hay que contarlo. Reírse de aquellas pobres mujeres formaba parte de un indisimulado ejercicio de “peloteo” con la finalidad de congraciarse con los verdugos. ¿Podíamos indagar entre los herederos de aquellos vergonzantes cómplices, para que paguen ellos parte de esta “limosna”? Los falangistas pretendían que mi abuela les dijese donde estaba escondido mi tío Juan Luís, al que terminaron apresando y fusilando recién cumplidos los 18 años de edad. Pero, encima pretenden que les demos las gracias por haber sido capaces de “reivindicar” la memoria de estas sufridas mujeres. Lo triste, es que el PP inmerso en su pertinaz sectarismo, les “entra al trapo” negando la mayor, para que estos “izquierdistas” le dejen claro a la sociedad que políticos están con el pueblo (ellos), y quienes son sus enemigos ancestrales (los otros). ¡Los hay torpes de cojones!

Hay días que está uno hastiado de tanta manipulación, y escribe mojando la pluma de la indignación en la tinta del más puro cabreo. Empiezo a estar cansado de tanto político oportunista. Mis reservas espirituales de socialdemócrata están a punto de agotarse por culpa de esta “plebe”. ¡Estoy de la “Ley de la Memoria Histórica” hasta los huevos! Pero, son cualquier cosa menos tontos. Nos dan a roer el hueso duro del ayer, para sustraernos la carne que hoy necesitamos para vivir.

Aquí cierro las persianas de este “Toma de Horas”, siendo consciente de que les debo uno sentimental y solidario a “las Pelonas”. Un servidor se retira placidamente a los terrenos de la Soleá Apolá y de la Bulería jerezana. Me valgo de uno de los dones más preciados que nos regala Dios o la vida, la amistad, para que sea Fali Fernández en su blog (“No coge ventaja, ¡miarma”) quien ponga las cosas en su sitio en este manipulador asunto. Todo queda reflejado en su: “No lo habría solicitado siquiera”. Al colgarlo en su blog ha conseguido que me haga eco del gran Juan Ramón cuando decía aquello de: “No tocarla que así es la rosa”.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Entre el tópico y lo típico

“No puedes cortar con una sierra el banco donde estás sentado” –Proverbio alemán-

Tópico y típico dos conceptos subjetivamente definitorios separados por una sola vocal. Medias mentiras atadas a medias verdades o, al revés. Todo enmarcado dentro del llamado costumbrismo y, que al igual que las cuerdas de la guitarra, dan soniquete a un instrumento de madera (hueco en su interior). Inerte si la dejamos reposar en su negra funda y llena de vida si pulsamos con nuestros dedos su escondida alma musical. Tópico y típico unidos de la mano caminando por los luminosos senderos de los pueblos. Posiblemente, en ningún sitio como Andalucía en general y Sevilla en particular, tomaron cuerpo y vida ambos conceptos. El Flamenco, los Toros, la Feria y la Semana Santa representan para el forastero que nos visita el culmen de lo “Typical Spanish”. Si todo esto lo adornamos en el aspecto culinario con paella, gazpacho y sangría ya ni les cuento. Sin duda, los que nos visitan se habrán dado de bruces con aquello que venían buscando. Lo tenemos perfectamente sincronizado en ese sentido. Posiblemente no se enterarán de que se les haya mostrado un Flamenco de mentirijilla (también se lo dan a los andaluces en Canal Sur televisión), y una Fiesta donde lo que más celebran es que puedan poner su nombre en un cartel junto a dos toreros de relumbrón. Se mezclarán cámara en ristre en una bulla semana-santera sin llegar a comprender del todo lo que allí realmente está pasando. Se pasearán asombrados por las calles del Real, alucinados ante tanta explosión de colorido y belleza sintiéndose extraños en el paraíso. Son generosos receptores del tópico y lo típico y, esa barrera, solo puede franquearse a través de la sensibilidad y la curiosidad intelectual individual. Propician, con su siempre agradecida presencia de “turismo de masa”, una nada desdeñable aportación a la sostenibilidad económica de nuestra Región y por ende para la de nuestra Ciudad. Por tanto es mezquino por nuestra parte cuando los miramos por encima del hombro, sin pensar, que cuando visitamos Roma o París nosotros caemos en lo mismo que criticamos.
Estoy convencido –así lo dicen las estadísticas- de que la mayoría de nuestros visitantes foráneos se van locos de contentos y con ánimos de repetir la visita (siempre que no hayan sufrido algún “tirón”). Son en definitiva nuestros mejores embajadores, y aun envueltos en el engañoso manto del tópico y lo típico, algo se llevan –aunque sea un trocito- de lo mejor de esta tierra nuestra de sombra y luz. Lo importante es que vuelvan a esta su casa como las cigüeñas retornan a los campanarios. Gracias a ellos –más bien a ellas- descubrimos un día que las mujeres tenían hermosas piernas y hasta un ombligo como nosotros. Así lo establecían las mini-faldas y los bikinis. Que se podía visitar el Alcázar en grupo sin tirar un solo papel al suelo y, lo más importante, a ser tolerantes y educados de una manera absolutamente natural. Justo es resaltar la excelente calidad humana del turismo que visitó –y visita- Sevilla. Está a mil años luz de esa partida de cafres que pululan por la Costa Brava o por tierras mallorquinas practicando el “balconing”, la borrachería colectiva y el vandalismos más salvaje. Por esas latitudes no hace falta crear nada que tenga que ver con el tópico y lo típico, basta con que se les proporcione alcohol en cantidades industriales y, un grado de permisividad que no encuentran en sus países de origen. Reclaman al “personal” con el tam-tam procedente de la selva. Como están las “criaturitas” de vacaciones todo les está permitido. Lo importante es que gasten contra más mejor.
Quiera Dios que estos “muchachitos” nunca se acuerden de nosotros para “visitarnos”. Tópico y típico, vale. Vandalismo foráneo para nada, ya tenemos bastante –que no es poco- con el que aquí generamos cada día.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La escalera sevillana de Jacob



(La escalera de Jacob es una escalera mencionada en la Biblia (Génesis 28:11-19) por la que los ángeles ascendían y descendían del cielo).

Si esto lo dice la Biblia no seré yo quien desmienta a tan santa y sabia señora. Pero, con permiso de la autoridad y si los tiempos que corren no lo impiden, la escalera de Jacob sevillana está –y estará siempre- justo al fondo de la Basílica del Gran Poder. Sus peldaños de consuelo y sosiego se comienzan a subir por su parte izquierda y, se bajan por la derecha hasta rozar con la mano un hermoso azulejo de la Reina de San Gil. Allí no solo ascienden y descienden ángeles sino, por el contrario, también –desgraciadamente- demonios como el que el pasado día 20 de junio lo hizo para agredir al Señor de Sevilla. Nos dejó titiritando las paredes del alma y, aquella noche de domingo, entró la barbarie allí donde los sevillanos buscamos la paz y la memoria sentimental. No se que habrá sido de este “desequilibrado” ni me importa lo más mínimo. Si sé las secuelas de su “gesta”. A partir de ese nefasto día la “escalera sevillana de Jacob” permanece cerrada a cal y canto la mayoría de los días de la semana. La Junta de Gobierno que tan dignamente preside Enrique Esquivias de la Cruz, se ha visto obligada a incrementar las medidas de seguridad en el camarín de Nuestro Sevillano más ilustre. Lamentablemente esto tiene un efecto rebote: a la vez que ponemos necesarias barreras contra los vándalos, también alejamos a los fieles de su necesaria cercanía con el Señor. No se puede obviar que el incremento de la seguridad -a tenor de lo ocurrido en la Basílica- era necesario e inevitable. Pero causa tristeza comprobar como personas mayores buscan la mejor ubicación en el Templo. Intentan en definitiva estar más a la vista del Hijo de Dios. Verlo y que Él vea que están allí. Se les nota desorientada. Antes, a duras penas muchas veces, subían la “escalera sevillana de Jacob” para situarse justo a la espalda del Señor. Besaban o tocaban suavemente con las yemas de los dedos su divino talón. Le dejaban hermosos ramos de claveles y susurraban una suplica que encerraba más el sonido de la confidencia que el de la oración. Veían y se estremecían ante la cercanía de su espalda encorvada por el peso de la cruz y su rotundo perfil barroco. Con su zancada siempre presta para arrancar a caminar y que parecía decirles: “no desfallezcas, no te pares, aguanta, sígueme y camina, camina, camina………”

Todo este cúmulo de sensaciones y emociones, cosidas a sangre y fuego al ejercicio de vivir, nos han sido sustraídas. Como escribió Miguel Hernández: “Un hachazo invisible y homicida; un empujón brutal te (nos ha) derribado”. Pero nos mantenemos vivos y firmes gracias a tu misericordia divina. Tú, siempre Tú, posibilitas el que podamos seguir buscándote en la margen derecha de la Plaza de San Lorenzo. Malos tiempos corren para la tolerancia y la cordura. Pero: ¿qué te voy a contar yo a Ti que ya no sepas? Me viene a la memoria un fandango que le escuché de niño a un cantaor amigo de mi padre y que decía así:



Al Señó del Gran Poé
le ví a quitá las espinas;
porque yo no pueo vé
por carita tan divina
gotas de sangre corré.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El hurto de la memoria sentimental




“La vida humana siempre estuvo barata, pero quizá nunca como ahora, y a quienes han visto lo que nosotros hemos visto poca confianza en el futuro puede quedarles”
(Extracto carta de Luís Cernuda a Concha de Albornoz fechada el 20 de Agosto de 1945)

Un gesto violento, una actitud irracional y ya, de manera definitiva, puede verse sustancialmente alterada la vida de las personas. Vivimos inmersos e instalados peligrosamente en el salvajismo más pernicioso y primitivo. Hace pocos días en la capital de España ocurrió un hecho demostrativo de a donde hemos llegado. Un matrimonio que iba en un coche sostiene una discusión de tráfico con un hombre de 76 años de edad. Era el ocupante del otro coche en cuestión. Este, ni corto ni perezoso, sale de su vehiculo armado con una pistola. Obliga a salir del coche al matrimonio con los que discutía y dispara a quemarropa contra la mujer. Persigue a tiro limpio al marido que huye despavorido calle arriba sin conseguir alcanzarlo. Vuelve sobre sus pasos y al comprobar en el suelo a la mujer, herida pero aun viva, la remata de un par de tiros en la cabeza. Esto es lo que hay. Lógicamente carecía de licencia de armas, no tenía antecedentes penales y se negó a declarar ante el juez. Luego vendrán los informes psicológicos y los arrepentimientos “espontáneos”. La edad, el estrés de la vida moderna, la locura transitoria……. Todo ya inútil a posteriori. Lo evidente es ha quedado destrozada una familia de por vida.




Soy asiduo usuario de los autobuses municipales sevillanos y, dada mi capacidad de observación, compruebo que algunas veces flota en el ambiente un aire de violencia gratuita presta para entrar en combate. Esto no es solo patrimonio de la gente joven, ni muchísimo menos, pues entre la generación de la llamada Tercera Edad, hay algunos especimenes dignos de figurar entre las huestes del apache Jerónimo. Inician una discusión por algo insustancial y solos (fundamentalmente hombres) se van animando y subiendo de tono, hasta conseguir situarse en los preámbulos de la violencia física. Creo, que todo es consecuencia de una Sociedad hostil, insolidaria e inculta, propiciada por una clase política que en la teoría se les llena la boca de Educación y, en la practica propician –con su ejemplo y su praxis- comportamientos agresivos e irracionales. El debatir las cuestiones que nos afectan y la critica constructiva sobres las mismas, no es que sean solo buenas, sino incluso imprescindibles para una sana convivencia democrática. Llamar “debate” a los numeritos que se producen en el Parlamento o el Senado es confundir la esencia de las cosas. Deleznable es el “legado” que algunas televisiones privadas han aportado al denigrante mundo de la ordinariez y la violencia más perversa y gratuita. Todo gira en torno a una programación ideológica orweliana destinada a encuadrarnos dentro de un rebaño. No pasa nada si las ovejas se pelean entre ellas. Lo importante es que continúen consumiendo a diario el pasto que se les ofrece. Lo fundamental es que, agradecidas, continúen lamiendo la mano de sus pastores.


Llenan las vidas de las personas de frustraciones personales, envenenan las relaciones familiares, laborales, vecinales o de parejas y, luego pretenden que salgan desde la cadena de montaje seres cultos, solidarios, nobles, esforzados y pacíficos. La teoría de la necesaria memoria sentimental secuestrada por la de un mercantilismo de usar y tirar.


Caer en el catastrofismo puede ser peligroso pero, todavía lo es más, ignorar los mensajes subliminales que la barbarie nos muestra en todos los informativos. Aquí, por desgracia, ya no hablamos de casos aislados sino, lamentablemente, de hechos encadenados que llevan al desosiego y a la más dolorosa orfandad a seres inocentes. La señora de 52 años vilmente tiroteada en las calles madrileñas tenía dos hijos. ¿Qué recuerdo les quedará en el futuro de este triste episodio que de seguro marcará sus vidas? ¿Qué o quien les ha ensombrecido la memoria sentimental a la que todo ser humano tiene derecho?

Necesitamos los recuerdos -cuando nos son gratificantes- para entender que somos eslabones de alguna cadena sentimental. Cuando algo o alguien destrozan esa cadena, ¿cómo podemos recomponerla? Evitar lo inevitable solo –para los creyentes- puede estar en manos de Dios. Evitar lo evitable depende de unos políticos y unos estamentos sociales que con la excusa del bien de la Comunidad, solo piensan en sus propios intereses y, en considerar a los ciudadanos como piezas de ajedrez, configuradas en un tablero que solo ellos dominan. Cultura, educación, solidaridad, esfuerzo, honradez, participación ciudadana y demás elementos consustanciales a la Democracia son hermosas palabras, que cada día –en la practica- se nos muestran más insustanciales y vacías de contenido.

sábado, 18 de septiembre de 2010

El sindicalismo en la encrucijada



A la memoria de don Celestino Tejeiro, sindicalista ugetista de los pies a la cabeza.

A doña Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid, se le podrá criticar muchas cosas, pero nunca que en el mundo de la política torea de salón sino, por el contrario, casi siempre lo hace por derecho y de frente. Algunas veces, no tiene reparos en entrar en confrontación con su propio Partido y, dando continuos albadonazos en la conciencia de nuestra maltrecha política nacional. El último ha sido preguntarse por la situación real de los liberados sindicales de su Comunidad y, dado que estamos en época de recortes por aquello de las “vacas flacas”, pregunta “ingenuamente”que posibilidades existen que algunos de estos funcionarios sindicales pasen a engrosar de nuevo la lista de trabajadores activos o en situación de desempleo. Ha pedido, y está en su legítimo derecho, transparencia a las Centrales Sindicales sobre cuantos son los liberados, cuanto cobran y de donde dimana la fuente de sus ingresos.

Como era de esperar algunos dirigentes sindicales y en un ejercicio repetitivo y escapatorio la han llamado “ultraderechista”, reaccionaria y enemiga acérrima de los trabajadores. Esto les resulta más cómodo que entrar en el meollo de la cuestión. Consideran más útil tirar balones fuera diciéndole que, lo que debe hacer, es comprobar cuantos asesores existen en la Comunidad madrileña y cuanto gana cada uno de ellos. Pero, lo que ha resultado inevitable, es que la sociedad española en general y los trabajadores en particular se hayan hecho eco del planteamiento de la señora Aguirre.

El sindicalismo se ha configurado en España a sangre y fuego. Juicios sumarisimos, destierros, palizas, cárceles y hasta la muerte fueron los tributos que una serie de trabajadores tuvieron que pagar ante la dictadura franquista. Quien esto suscribe participó activamente en la lucha sindical a través de la UGT en los epílogos del franquismo y, en la posterior consolidación sindical de los albores de la democracia en España. Eran otros tiempos, otras actitudes, otros comportamientos y otras sensibilidades. El sindicalismo nos restaba el tiempo que debíamos dedicarle a nuestras familias y además cubríamos sus necesidades con nuestro dinero. Luego aparecieron los burócratas oportunistas, “sindicalistas” de la nueva hornada, tomando cuerpo y forma la figura del “liberado sindical”. Aquí ya no se trata de un sindicalista perteneciente a un comité de empresa, al que lógicamente se le posibilita unos medios para desarrollar su necesaria acción sindical. Más bien, lo que se crea son “funcionarios” al servicio de las directrices de los jerarcas sindicales y de quien les paga (Papá Estado).

Estoy convencido de que si los sindicatos tuvieran que subsistir de las cuotas de sus afiliados no tendrían ni para pagar la luz. Que lo que perciben del Estado sea legitimo y ajustado a derecho constitucional no lo pongo en duda, pero, ¿quién muerde de verdad la mano que le da de comer? Es innegable que hoy los sindicatos se encuentran en una encrucijada. No contaban con la dureza de la crisis que se avecinaba y, la tremenda repercusión que iba a tener sobre el conjunto de los trabajadores. Se han quedado atrapados entre la espada y la pared. Han programado una Huelga General descafeinada contra las medidas gubernamentales que no se la creen ni ellos mismos. No les quedaba otra.
En la multitudinaria asamblea de delegados sindicales celebrada recientemente en Madrid (por cierto, ¿todos tuvieron que pedir permisos en sus trabajos?) ocurrió un hecho significativo: mientras los sindicalistas gritaban, “Zapatero dimisión”, la cámara enfocó la cara de don Candido Méndez y, esta era un poema.

Ignoro el desenlace de esta Huelga General a la carta. Posiblemente pasará lo de siempre y, mientras que los sindicatos hablaran de éxito rotundo, el Gobierno argumentará que ha sido de escasa relevancia. Nada nuevo bajo el sol. Lo que resulta evidente es que si algo ha tenido de positivo la Crisis de los cojones es, que ha puesto en su sitio (tenebroso y turbio) a muchos –quizás demasiados- políticos, financieros, mercaderes y, evidentemente sindicalistas. Toca remangarse pero, primero habrá que quitarse los gemelos de las camisas de doble puño.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Y Sevilla?






“Yo no me atrevo a criticar sino lo que es mío –mis actos, o lo que como mío considero- mi Ciudad, mi Sevilla” - José María Izquierdo -



Manuel, el “malo” de los Machado, escribió un hermoso poema dedicado a las ocho provincias andaluzas, lo encabezaba –no podía ser de otra manera- con un: “Cádiz salada claridad y lo remataba con un…. ¡y Sevilla! Sobraban los comentarios laudatorios hacia la Tierra de María Santísima. Para que más epítetos si diciendo su nombre ya estaba todo dicho. ¡Y Sevilla!, nos decía en el ayer Manuel Machado y nosotros en un hoy, tan confuso como desesperante, podríamos preguntarnos: ¿y Sevilla? ¿Dónde camina Sevilla en la actualidad “gestionada” por estos impresentables que ni la quieren ni la sienten? Un barco a la deriva, dando vueltas sobre su eje milenario en el Muelle de la Sal, comandado por una legión de oportunistas y sectarios que solo viven pendientes de alimentar sus propios intereses.


La Historia más reciente de esta Ciudad de sombra y luz se vértebra en dos ejes fundamentales: sus Exposiciones. La Iberoamericana de 1929 y la Universal de 1992. Atrás quedó prendido en la nebulosa de los tiempos su siempre omnipresente esplendor romano. Su exquisitez –en el fondo y la forma- de su legado andalusí. El destino portuario de los barcos que nos llegaban de ultramar tras la conquista del Nuevo Mundo. Traían en sus desvencijadas bodegas codiciadas cargas de oro, plata, café, tabaco y especias. Sevilla, siempre cenicienta y maltratada en el pasado más reciente por el franquismo (bien caro pagamos los sevillanos las drásticas diferencias de Franco con Queipo de Llano y el Cardenal Segura) y hoy, por unos políticos “demócratas” de pan pringao. Ambas Exposiciones sirvieron para cambiar sustancialmente las estructuras urbanas de la Ciudad y, situarla de manera armoniosa dentro de la modernidad de la Vieja Europa. Dos políticos han sido fundamentales en el desarrollo de la Ciudad en el último tramo del siglo XX. Curiosamente de pensamiento político claramente divergente: un franquista y un socialista democrático (socialdemócrata). Me refiero evidentemente a, don José Utrera Molina, el político que históricamente más viviendas construyó en Sevilla para las clases populares (fueron miles y miles) y a, don Felipe González Márquez, que con las coordenadas de la Expo del 92 metió a Sevilla de cabeza en el siglo XXI. Como es habitual en esta tierra de memoria tan frágil, oportunista y olvidadiza, ninguno de ellos ha sido reconocido en su importantísima contribución al desarrollo de la Ciudad. Utrera Molina, tenía –o tiene- una Avenida que el rodillo de la “Ley de la Memoria Histórica” se ha llevado –o se llevará- por delante (ignoro si la tiene todavía, pero lo que es innegable es que estará apuntada en el “Libro Rojo” de algún resentido). Del político de Bellavista, para alguien como un servidor que se declara felipista converso y confeso ya ni les cuento. Cada intento del Grupo Socialista del Ayuntamiento sevillano de nombrarle Hijo Predilecto de la Ciudad, termina chocando con el sectarismo y la miopía política de los populares. ¿Así pretende gozar el PP del beneplácito mayoritario de los sevillanos en las urnas? Me temo que o espabilan por la vía del sentido común o tendremos una nueva reedición del Pacto de Progreso. Tiempo al tiempo. ¡Que Dios nos coja confesaos!
Sevilla ya hace tiempo que está en la UVI de la política nacional y su estado es de encefalograma plano. Distintas ciudades nos enseñan de continuo sus matriculas en la autopista de la modernidad, y muestran el resultado de las cosas bien hechas. Nos adelantan por la izquierda y por la derecha. Valencia, Bilbao, Zaragoza o Málaga ya funcionan a distinta velocidad que nosotros. Aquí estamos en manos de unos “jerarcas” municipales, más preocupados de abandonar el barco que se hunde (por su ineficaz gestión) que de remar con el resto de los tripulantes. Afortunadamente, la mayoría de ellos ya tienen fecha de caducidad política.

Quien gobierne la Ciudad, bien sea don Juan Ignacio Zoido o por el contrario, don Juan Espadas (por cierto, ¿cuando va a salir de la cueva este hombre?), sería deseable que lo hiciera en solitario y con el aval de mayorías absolutas. Difícil, muy difícil lo va a tener. Lo que resulta inadmisible, es poner nuestro incierto destino de sevillanos en manos de un Grupo, cuyo respaldo en votos es equivalente al número de vecinos de mi calle. Lo fundamental es que cuando alguien nos pregunte: ¿y Sevilla?, podamos decirle, ¿Sevilla?, ahí la tienes caminando esplendida y solidaria hacia su futuro.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Hasta que la muerte nos separe


“Las mujeres hacen los hogares y los hombres los disfrutan;
los hombres hacen las guerras y las mujeres las padecen”.
- John Le Carré – (El jardinero fiel)

Era un día otoñal con una luz pálida y difusa que parecía querer agarrarse al desaparecido verano. Era como si quisiera dar marcha atrás y salvarse de las garras del crudo e inmisericorde invierno. La tarde avanzaba lenta pero inexorable buscando perderse envuelta en el manto de la noche. El pueblo estaba tranquilo y sus empinadas calles medio desiertas parecían perderse en las lindes de los verdes olivos. El tenue sol se colaba por entre las rendijas de la persiana de la cocina y besaba suavemente su hombro desnudo. Fregaba de manera lenta y monocorde los platos de la comida del mediodía. Las lágrimas le resbalaban por sus mejillas y se las secaba con el filo de su delantal. Era una bella mujer de treinta y siete años de edad y que se llamaba, María de los Dolores Nomepeguesmáscanalla. Llevaba doce años casada con un hombre tres años mayor que ella que respondía al nombre de, José María Tepegoporquemesaledeloshuevos.

Durante la comida, y para no perder la costumbre, José Mari se mostró violento y agresivo con ella. La excusa fue que había olvidado en la compra mañanera el tinto de verano de “La Casera”. Tendría que beber cerveza con la comida, cosa que aborrecía, pues la “Cruzcampo” la destinaba para emborracharse con sus colegas. En un ataque de ira arrojó el plato de garbanzos con menudo contra la puerta de la cocina. No contento y viendo que Lola no le daba “juego” para seguir discutiendo, la empujó violentamente contra el sofá. La llamó inútil y desagradecida por no saber valorar lo “bueno” que era con ella.


Que lejos quedaban aquellos años de noviazgo con esporádicas excursiones en la vieja Ducati a las playas del litoral gaditano. Besos furtivos robados al embrujo plateado de la luna. Románticos paseos cogidos de la mano donde el silencio marcaba el compás sonoro de los enamorados. Proyectos y sueños que llevarían a cabo en una amorosa vida en común. Hasta que la muerte nos separe dijeron convencidos en la Capilla de la Santa Concordia el día de su boda. Luego, conforme avanzaba su vida de casados, fue apareciendo lenta pero inexorablemente la hiena que moraba en sus entrañas de hombre despótico y violento. Primero la culpó de que no pudieran tener hijos (sin existir pruebas analíticas de donde dimanaba el problema). ¡Con la ilusión que le hacía haber ido con su niño a ver los partidos del equipo de sus amores! Luego la culpaba que no se hubieran cumplido sus ambiciones y expectativas profesionales. Estaba convencido de que con otra mujer él hubiera triunfado en la vida. Le dio por la bebida y vivía en un estado de borrachera permanente. Ella callaba y aguantaba pacientemente. Broncas, desprecios y palizas ya formaban parte de su cotidianidad más angustiosa. Disimulaba, a base de coloretes y sonrisas forzadas, ante familiares y allegados el calvario que estaba padeciendo. Nunca quiso denunciarlo por no preocupar a sus seres más queridos. Pensaba que todavía sería posible que cambiase.


Por eso, cuando en la cocina afilaba con una piedra pómez su largo y estilizado cuchillo jamonero, pensó que todo en la vida tiene un límite. No tenia nada premeditado pero no todo lo sentimental se anota en una agenda. Blandió el cuchillo con su mano derecha y enfiló sus pasos hacia el salón. Por encima del sofá se entreveía la coronilla de José Mari y se escuchaban sus entrecortados ronquidos de buey a punto de ser degollado. Le agarró firmemente con su mano izquierda la cabeza y le asestó un certero tajo en la yugular. Este abrió los ojos de par en par y dirigió su espantada mirada hacia la lámpara de cristal del techo. Un borbotón de sangre le brotó de su garganta y un amplio estertor le anunció que la muerte había llamado a su puerta. Su chándal quedó impregnado para siempre de un mortuorio color rojo amapola. Lola, con una tranquilidad que incluso a ella le causó asombro, depositó cuidadamente el cuchillo sobre la mesa del salón. Se dirigió al cuarto de baño y se lavó profunda y cuidadosamente ambas manos. Luego se acicaló el pelo y se perfiló la comisura de los labios con un rojo carmín sangre de toro. Con una toalla húmeda se frotó sus llorosos ojos y se extrañó de encontrarse todavía guapa. Cuando cruzó la Plaza de los Suspiros Perdidos, en el reloj de la puerta del Convento de los Frailes Mercedarios dieron las seis de la tarde. Enfiló sus pasos con el contoneo de sus zapatos de medio tacón hacia el próximo Cuartel de la Guardia Civil. Al llegar, levantó la vista y vio en su frontal un: “Todo por la Patria”. Divisó en su patio interior a Joaquín Duque de Ahumada, compañero de juegos infantiles y enamorado sin usar de su juventud. Se acercó a la cancela y le saludó reclamando su presencia. Este se le acercó sonriente y……………..

lunes, 13 de septiembre de 2010

Remeros de la nostalgia


Leo con satisfacción en la prensa sevillana que próximamente se procederá a llenar de agua el canal de la Plaza de España y, su viabilidad para su posterior disfrute ciudadano. Se volverá a poner en práctica una particular versión veneciana al sevillano modo. Bien está, aunque muy de tarde en tarde, que las buenas noticias aparezcan en nuestras maltrechas y desosegadas vidas. Curiosamente, la restauración integral de la Plaza más emblemática de la Exposición del 29 ha superado en tiempo al de su construcción. Poco puede extrañarnos en una Ciudad donde existe una Plaza de Abastos (la de la Encarnación) con una “instalación provisional” que data de 1973. Pero seamos moderadamente optimistas y veamos el vaso medio lleno. Bien está lo que bien acaba y, en esa consideración, debemos situar a la magníficamente restaurada Plaza de España. Ahora tocará mantenerla a salvo del vandalismo imperante en nuestra Ciudad.


Sinceramente, con los años he llegado a la conclusión que el mayor defecto de los que habitamos la Vieja Híspalis no es el pasotismo ni la indolencia. No podemos obviar que continuamente hacemos meritos para darle credibilidad a esta aseveración, pero creo que si algo nos define en negativo, es nuestra pertinaz novelería y nuestros continuos bandazos. No es casualidad que nuestra cima más alta (hasta que se termine la Torre Pelli) es un Giraldillo (es decir una escultura de mujer con nombre masculino) que es en definitiva una veleta. Pura contradicción al sevillano modo. Miramos para el este o el oeste según soplen los vientos del oportunismo. Norte o sur según convenga en cada momento. Podemos cambiar de opinión de la noche a la mañana y, no mediante un proceso reflexivo, sino en función de quien sea nuestro interlocutor o el ámbito donde nos expresemos. Sentimos nostalgia con los años por cosas –y personas- que en su día no solo no supimos valorar, sino que incluso considerábamos perniciosas.

Para mi generación la Plaza de España tiene variadas y sólidas lecturas sentimentales. En el contorno exterior de su fuente central aprendimos de niños a montar en bicicleta. Allí se alquilaban unas pesadas máquinas con sus frenos cableados y, que raramente funcionaban. Esto lo descubríamos cuando dábamos con nuestros frágiles cuerpos en el suelo. Eso si, no sin ciertos sobresaltos de nuestros padres o abuelos. Pero, a base de tenacidad y caídas, terminábamos aprendiendo a “montar” con nuestra autoestima por las nubes. En la etapa de la adolescencia era el canalillo (el canal) el centro de nuestras andanzas de precoces enamorados. Alquilabas una barca para “pasear” a tu asustada (con razón) novia del momento.


Allí descubrí de manera rotunda dos cuestiones: primero, que Dios no me había llamado por el camino de la marinería y, dos, como cojones al remar siempre se me iba la barca para el lateral del canal no deseado o, por el contrario, daba vueltas y vueltas sobre si misma sin avanzar un solo metro. Renuncié muy pronto en mi loable intento de emular a “Chanquete”, y nos pegábamos nuestro garbeo en la “Enriqueta” (una barca a motor con su banderita de España en la proa, pilotada por un “almirante” en la popa y siempre atestada de gente que parecían pasajeros del Titanic). ¡Que tiempos aquellos!
Cuando la nostalgia se instala definitivamente en nuestras vidas ya somos firmes candidatos al resbaladizo campo de la depresión. Si la vida todavía no te ha pasado una costosa factura en tu salud y, las bajas padecidas en el ejercicio de vivir no sobrepasan la ley natural de la vida y las cosas, debemos valorar como prioritario lo que aun está por llegar. Vivir consiste en gastar los retazos de vida que nos queden.

Bien está recrearnos en aquellos momentos donde desde nuestra inocencia fuimos realmente felices. La niñez, siempre la niñez, y la adolescencia como luminosos calidoscopios de aquellos momentos donde rozamos la felicidad con la punta de los dedos. Éramos felices por inocentes e, inocentes por ser felices. Todo estaba por descubrirse y teníamos en nuestros corazones el impagable mundo de los sueños por realizarse. Concedámosle a lo nostálgico un voto positivo de confianza y recordemos pues a Sevilla, el ayer, la Plaza de España y, a nosotros como torpes pero felices y pertinaces remeros de su canal.


Nota ferial: Otro día os recordaré lo que la Plaza de España representaba como magnifico anexo de la Feria del Prado. Junto con los Jardines de Murillo y el Parque de María Luisa configuraban un conglomerado festivo y popular realmente inigualable. Insisto una vez más: ¡que tiempos aquellos!

viernes, 10 de septiembre de 2010

El amargo sabor de la impotencia




“El mundo caminaba alegremente a su ruina, como un barco minado por la rémora de la prodigalidad que llevase a bordo una muchedumbre ebria”
- Rafael Cansinos-Assens -

Configuraban un matrimonio sevillano inmerso en esa edad donde lo pasado empieza a ganarle la partida a lo que está por llegar. Gozaban de una cómoda posición económica conseguida a base de no pocos sacrificios. Eran personas solidarias, nobles, decentes y trabajadoras. Lo que en versión machadiana se conoce como: “en el buen sentido de la palabra bueno/s”. Solo tenían una espina clavada en el epicentro de su fructífera existencia: a pesar de numerosos intentos, y de numerosas formulas, no habían podido tener hijos. Un día, un hermoso e imborrable día, y cuando ya ella había guardado su deseada maternidad en el baúl de los sueños imposibles, Dios le donó el don de la fertilidad a su amoroso vientre. Tuvieron un varón cuando ambos ya peinaban canas y su vida de pareja desde entonces alcanzó la felicidad más absoluta. Lo criaron con un mimo exquisito e impregnándolo de una serie de valores de los que hoy la sociedad anda realmente escasos. Era un muchacho responsable, deportista, cariñoso, solidario y brillante –muy brillante- en sus estudios. Sus padres estaban sumamente orgullosos de él y este a su vez lo estaba de sus progenitores. Terminó en su día la selectividad con la segunda mejor nota de su promoción, y ante él se abría un más que esperanzador futuro. Pero un día, un negro y tenebroso día, la tragedia llamó a las puertas de esta familia. Sus amigos lo convencieron para que los acompañara a una botellona que iban a celebrar en los Jardines de Murillo. Dudó un instante pues él no bebía ni fumaba y se encontraba ciertamente incomodo en aquellos ambientes juveniles. Al final lo convencieron, y acudió una trágica noche a ese mágico lugar donde la Candelaria reina las noches de cada Martes Santo. Estaba con un pequeño grupo de amigos charlando distendidamente mientras en su mano derecha sostenía un refresco de naranja. Vieron acercarse a un grupo de “pro-canis” con sus gruesas cadenas doradas al cuello, cabezas rapadas (más por dentro que por fuera) y sus andares chulescos y provocativos. Se dirigieron a él y le pidieron un cigarro. Este educadamente les contestó que lo sentía pero que no fumaba. Cambiaron el tercio provocador y le instaron a que los dejara beber de su vaso. Contestó también de manera educada que no le parecía correcto dejarle su vaso a nadie. Ya tenían la excusa perfecta que andaban buscando. Un “pijo” que ni fuma ni bebe ni comparte nada con ellos. Sin mediar palabras uno de ellos sacó una navaja y le propinó un certero tajo en el pecho. Solo tuvo tiempo, antes de caer al suelo y expirar, de poder contemplar por última vez el estrellado cielo sevillano. Veinticuatro primaveras cortadas de raíz, precisamente allí donde nace cada año una nueva Primavera sevillana.

Con su asesinato sus padres también quedaron ya muertos de por vida. En un ejercicio de suprema bondad solo pedían –cuando los entrevistaban- que el asesino de su hijo les pidiera perdón. Que si lo hacía estaban dispuestos –dada sus creencias cristianas- a perdonarlo. Para nada. Cuando el presunto asesino salía de declarar de los juzgados sevillanos, mostraba una actitud chulesca hacia todo bicho viviente. Cuando era recriminado por la gente les hacía continuos cortes de mangas.

Nunca se arrepintió de su “hazaña”, más bien todo lo contrario: había conseguido una nueva muesca en sus ensangrentadas pistolas. Algo de lo que presumir ante los “colegas” y que engrosaría su currículo de violento descerebrado. Dentro de poco tiempo ya estaría de nuevo en la calle.

Esto es lo que hay, y en lo que ha desembocado una sociedad donde sus “gestores” andan más preocupados en repartirse el botín, que en dotar a la vida cotidiana –las nuestras- de herramientas educativas, solidarias y jurídicas. ¿Cómo va a repartir trigo quien solo vive preocupado de llevárselo a saco para su hacienda?

Esta historia, esta triste historia sevillana, ocurrió hace ya algún tiempo. Me conmovió y siempre la tengo presente. Me ha parecido oportuno recordarla cuando mi nieto ya ha cumplido seis meses de edad y veo que el tiempo pasa de manera vertiginosa.

Sueño, con que el que habita y recibe en la Colegial del Salvador con su cruz al hombro, me dé la oportuna tregua para verlo crecer y hacerse hombre. Ignoro que tipo de sociedad le espera. Ojala sea una bien distinta a la actual. Sus padres, estoy plenamente convencido, le van a inculcar unos valores con los que yo comulgo desde mis raíces. Intentaré por mi parte que aprenda a amar a esta Ciudad sabia, hermosa y milenaria.

Hoy recuerdo emocionado y solidario la ya lejana visión de aquel desconsolado matrimonio, victima de la sinrazón y la violencia asesina más gratuita, y a los que imagino conviviendo día a día con su pena. Posiblemente solo encuentren consuelo a través del antídoto de su fe y de la necesaria y noble solidaridad de las personas de bien. Vivieron –y seguro que viven- bajo la bandera de la decencia y la bondad y, a no dudarlo, eso es meritoriamente apreciable ante los ojos de Dios.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Un clavel, un rojo rojo clavel



Un rojo clavel encendido por la arrebatadora pasión del “queré” más verdadero y desgarrado. Una pálida rosa con las espinas manchadas por la sangre del desamor. Unos corceles blancos y negros que galopan, pregonando el gozo y la pena negra, por las llanuras del amor y el desconsuelo. Vuelos acompasados de batas de cola que perfuman de azahar y jazmín las callejas y plazuelas andaluzas. Un suspiro entrecortado tras la reja de una ventana. Una mirada cómplice y perdida antes de llegar a su amoroso destino. Unos besos soñados que se escapan como las olas que besan la arena y se difuminan entre espumas blancas. Una campana llamando a una boda que no es la tuya, mientras una furtiva lagrima impregna tu dedal en el taller de costura. Una faca lorquiana que brilla en la noche estrellada ansiosa por rendirle cuentas al agravio. Un abanico que tras su bamboleo deja traslucir unos ojos verdes como el trigo verde. Un padrenuestro musitado tras las paredes de un convento refugio del desconsuelo. Un amor de compra y venta denostado por los convencionalismos sociales. Un: “tú eres la otra, la otra, que a nada tienes derecho, por no llevar un anillo con una fecha por dentro”. Todo y, muchas cosa más, conforman el agua del manantial donde nace la Copla. En ella está implícita el alma de Andalucía y el corazón de la España más profunda. Tremendas y desgarradoras historias de amor –más bien de desamor- de tres minutos de duración. Venas que se abren en canal. Amores prohibidos de mancebías. Encuentros amorosos portuarios envueltos en el humo de sus tabernas y mojados con lágrimas y ron. Arena en los ojos para no ver los engaños y desaires. Cortijeras maduras locamente enamoradas de jóvenes novilleros. Embozadas caminando pegadas a las tapias de los cementerios. Todo, absolutamente todo, impregnado en la bandera verde y blanca de Andalucía. Verde en sus interminables hileras de olivos y blanca en la cal de sus pueblos. Todo magistralmente creado por la excelsa pluma del mayor poeta popular que parió esta tierra de mares y montes: don Rafael de León y Arias de Saavedra. Historias de rompe y rasga para las Señoras de la Copla: Concha, Juana, Marifé, Gracia, Paca, Lola, Isabel y Roció (¡Rocío, ay mi Roció, manojito de claveles de…los viveros de tu Chipiona!).



La Copla a pesar de que la quisieron enterrar algunos “historiadores progresistas” como algo decadente, rancio y de claras connotaciones franquistas (¿) no estaba muerta, más bien estaba durmiendo el injusto sueño del olvido de lo culturalmente popular. Encomiable el trabajo de recuperación y dignificación que desarrollaron contra viento y marea gentes como: Carlos Herrera (impagable su entrevista en Argentina a Miguel de Molina), Daniel Pineda Novo, Emilio Jiménez Díaz, José Blas Vega, Terenci Moix o Manuel Vázquez Montalbán. Ha bastado un Concurso en Canal Sur con una extraordinaria audiencia que no esperaban ni los más optimistas y, un excelente trabajo discográfico de Miguel Poveda (“Las coplas del querer”), para que la Copla vuelva a ocupar el sitio que les sustrajeron los “vanguardistas” de pan pringao (mis respetos a Martirio que le dio sitio y esplendor a la copla en clave modernista pero respetuosa).


El Flamenco, la Copla y el Toreo configuran nuestra memoria sentimental más noble y consiguen atarnos amorosamente con nuestros ancestros. Mujeres inclinadas sobre lebrillos de barro lavando la ropa en los patios de los corrales cantando “Maria de la O”. Albañiles enfoscando paredes con sus palaustres mientras entonaban el soniquete de “Vino amargo”. Niños jugando al toro en la plazuela de Santa Ana soñando con la Maestranza sevillana. Muchachas de pueblo, enviadas a Sevilla para “servir”, limpiando ventanas señoriales al son de “Madrina”. Tabernas que desprendían el eco lejano y sentencioso del fandango del Bizco Ámate. Nuestras nobles ataduras emocionales y sentimentales que nacen y duermen en los recovecos del alma. Tiempo de dura penuria sostenida por la cultura que nace de las entrañas del pueblo.

Lo nuestro, aquello que nos sitúa en la eternidad sentimental a través de lo efímero y volátil. La belleza y la cultura popular impresa en la rosa de los vientos.

Si el avance social y cultural de nuestra época hay que configurarlo tirando por la borda el sentido fardo de nuestras tradiciones, mejor tirar de la cadena del freno y bajarnos en la próxima estación. Una Andalucía –y por extensión una España- donde no tengan cabida culturalmente el Flamenco, el Toreo y la Copla, es una tierra huérfana de sentires y una barca a la deriva en los mares del desconcierto y lo insoportablemente inocuo. Miremos nuestra Cultura sentimental con los “Ojos verdes” de la esperanza. Los mismos que cantaron magistralmente en el ayer doña Concha Piquer y Miguel de Molina y hoy, como ejemplo gozoso de que esto va para largo, las egregias voces de Pasión Vega y Miguel Poveda.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Echa vino montañés




Cuando entro en las tabernas
lo primero que pregunto
si la tabernera es guapa
y el vino tiene buen gusto.
(Camarón)




Como se decía antiguamente: “Manolo, llena aquí”; o bien, “Pepe, cuando puedas échanos un buchito”. Si puede ser que la pague Luís de Vargas y, en caso contrario, ya veremos quien la paga o en su defecto gestiona “la roncha”. Toda la distracción de los hombres, en los barrios de antaño, giraba en torno a sus tabernas (pendiente está la historiografía sevillana de un riguroso y detallado estudio sobre las mismas). Cada barrio disponía de al menos un par de ellas emblemáticas, que a la postre se configuraban como los centros de reuniones varoniles en torno a los efluvios del “mollate”. Las clases populares vivían hacinadas en “cuartos” de humanitarios -pero insalubres- corrales de vecinos y los hombres no tenían más válvula de escape después del trabajo que las tabernas. Lejos estaban todavía los centros cívicos, sociales o culturales de las entonces incipientes barriadas de la periferia. La justa comodidad de los pisos estaba aun por llegar. La configuración tabernaria de estos centros del “poleo” y de sus encendidos debates (fundamentalmente de fútbol y toros. ¡Cualquiera hablaba de política!) era similar y extrapolable a cualquier barrio de Sevilla. Mostradores de madera tras los cuales se pertrechaban dependientes con sus mandiles tan blancos como el jazmín, sus pies planos y con una tiza alojada en su oreja (un día me aclaró un antiguo dependiente de Casa Morales que los zurdos se la ponían en su oreja derecha y los diestros en la izquierda. Misterios del “apuntategui”). Dos o tres sillas de tijeras de Quidiello apoyadas y cerradas en un rincón, algunas mesas abatibles de madera y un par de recipientes metálicos en el suelo de dudosa utilidad (siempre había papeles, colillas, cáscaras de“chochitos”-versus altramuces- y de avellanas por todas partes menos dentro de las “papeleras”). Lo completaba un enorme almanaque de Unión Explosivos Río Tinto en la pared, cuya finalidad principal casi siempre era la de tapar algún desconchao. El suelo con una capa húmeda de serrín (sobre todo en días lluviosos) que se perdía entre las cáscaras y las colillas. Solo se despachaba aguardiente y coñac por las mañanas, y a partir de las doce del mediodía, vino blanco, tinto (solo o con sifón) y cerveza embotellada (en algunas también vermú) y alguna “pesicola” por si aparecía algún infante en busca de su padre. Media docena de apilados viejos barriles y algún cartel alusivo a la hoy vilmente atacada Fiesta de los Toros eran sus únicos elementos decorativos. En algunas había colgada en la pared una jaula de madera que tenía como inquilino a un viejo canario, el mismo parecía en estado de embriaguez permanente por sus continuos brincos. Un búcaro lebrijano apoyado en un plato (siempre lleno de agua por los “sudores” del botijo y que te ponía pingueando cuando ibas a beber y empinabas el utensilio de Lebrija) estaba situado estratégicamente en una esquina del mostrador. Todo el mundo hablaba a la par y a voz en grito. Evidentemente, no había café ni las mil posibilidades de desayunos que se ofrecen hoy en los bares. Las tapas se reducían a los antes mencionados “chochitos” o avellanas y, lógicamente, se podía traer comida de la calle (aunque allí lo que se estilaba era el beber más que el comer).
Dos carteles de cerámica –o madera- advertían que: “Se prohíbe el Cante” (cuando alguien se cantiñeaba por derecho se le daba la vuelta) y, otro que decía un rotundo: “Prohibido escupir en el suelo” (parece ser que en el resto del establecimiento si estaba permitido).


Mi padre era un asiduo visitante de las tabernas y creo que su vida la repartía entre estas y su trabajo. Visitaba “Viña Sol” en la cercana calle Águilas a diario y seguro que si hubiera nacido en la época romana se hubiera llamado: “Rafaelus Tabernáculo”.


Aun resuenan en mis oídos infantiles cuando mi madre me decía: “Juanlu, llégate a Viña Sol y dile a tu padre que…….” Ante mi requerimiento materno y con el consabido: “Opaíto que dice momá que….”, podía obtener dos repuestas: una, que si mi padre iba por el primer tinto me despachara con un:”dile que ahora voy”, o bien si ya se había tomado tres “pelotazos” y estaba “agustito”, me daba un par de besos en mi pelona cabeza y me invitaba a una “pesicola” o un Zumbina de naranja.


Reconozco, en un sano ejercicio de picaresca, que algunas veces demoraba adrede los recados maternos para disfrutar de la segunda opción. Era cuestión de tiempo que el “Niño de San Nicolás” estuviera entonado vía valdepeñas. Sentir en la mano la botella de Pepsi con sus rayas azules y rojas era tocar el cielo con las manos.


Sevilla en la actualidad, y debido a nuestro pasotismo y a la ineficacia de sus gestores, está sumida en una doble perversión vivencial que con el tiempo pagaremos muy cara. Por un lado, un falso y costosísimo vanguardismo cuya cumbre es el mamotreto de las “Setas de la Encarnación”. Por otro, un lento e irreversible deterioro de nuestro patrimonio sentimental urbano. Caen de manera escalonada como fichas de dominó establecimientos que forman –o mejor formaban- parte de nuestra más noble cotidianidad (lo más reciente el cierre de los Almacenes “Las 7 Puertas”. ¡Cuantas veces de niño acompañé a mi abuela a comprar telas!) y son sustituidos por “las tiendas de los chinos”. Cubrimos nuestras alienantes ansias consumistas comprando barato cosas inservibles, y le damos la espalda a lo que realmente merecería la pena adquirir. ¡Libertad, bendita libertad, cuantas barbaridades cometemos en tu nombre!


Quedan pocas tabernas que son un remedo de las que frecuentaron nuestros padres. Hagámoslas nuestras como parroquianos habituales. Suelo frecuentar asiduamente tres de ellas. A saber: Casa Coronado (Puerta de la Carne); La Goleta (La Campana) y Casa Vizcaíno (calle Feria). Que no les falte nuestro granito de arena o mejor que no nos falte a nosotros sus granos de uva de moscatel. Depende de nosotros el cambiar “los rollitos de primavera” por una Primavera sin más rollo que la luz y la amistad, regadas con mosto aljarafeño y manzanilla sanluqueña en una taberna sevillana.
Nota: Me hubiera gustado comentaros en que han convertido politiquillos de tres al cuarto la Velá de Santiago y Santa Ana. Una especie de macrobotellona con sede en la calle Betis. Pero doctores tiene la iglesia de los sentires y conocimiento trianeros para hacerlo. ¡Ojala Sevilla tuviera como defensores algunos de los que hoy sueñan, piensan y viven al trianero modo!

sábado, 4 de septiembre de 2010

Plaza Arriba



Cuando el gran Federico, epicentro de nuestras emociones poéticas y andaluzas, cayó vilmente asesinado, tenía dos grandes pasiones musicales: el Flamenco y el Jazz. Aparte de su inveterada afición por rescatar toda expresión musical popular andaluza. Poco podía imaginar el de Fuente Vaqueros que con el paso de los años se fundirían -en ocasiones puntuales- en una sola expresión sonora. Ambas músicas tienen bastantes cosas en común que las hace sentirse cómodas cogidas de la mano. Música del alma y donde la capacidad creativa y de improvisación no tienen más fronteras que la que les imprime el músico en cada momento. Pepe Marchena y Louis Armstrong unidos amorosamente por los acordes de una guitarra o una trompeta. Pastora “la de los Peines” y Nina Simone reflejadas en un pentagrama que se escribe con la tinta que brota de la sangre. Caracol y Charlie Parker unidos por el compás. Uno, en la Alameda sevillana y, otro, en el Collegge Lincoln de Kansas City. Flamenco y Jazz como formas sublimes de conjugar lo musicalmente popular con lo exquisitamente culto. Pedro Iturralde, Jorge Pardo, Chano Domínguez…. se adentraron en los hermosos jardines del Flamenco no para podar sus raíces, sino más bien al contrario: para sembrarlo con el jugoso abono del Jazz. La Música en particular, y el Arte en general, se escriben con L de Libertad. Ejemplo paradigmático es el del genio de Algeciras, Paco de Lucía, que incursiona en el mágico mundo del Jazz con su incomparable sonanta flamenca, consiguiendo cotas de expresividad musical de una magnitud extraordinaria.

Santi Pardo, Director Comercial de Pasarela (Discográfica con la que colaboro hace años en el Área de Flamenco), fue quien primero me habló hace tiempo del trabajo discográfico de este grupo de Marchena (BEJAZZ) que realmente me produjo una gratísima impresión. Les hablo de “Plaza Arriba” y en cuyo contenido, compuesto de ocho temas, nos dan una lección magistral de fusión armoniosa y equilibrada entre el Flamenco y el Jazz. Cinco son los componentes actuales de esta formación musical marchenera. A saber: Melchor Jiménez, “Melchor Chico”, guitarra flamenca; Bernardo Parrilla, saxo; Javier Carmona Bono, teclados y clarinete; Pablo Carmona Bono, percusión y Javier Carmona Montero, contrabajo. Para la grabación de “Plaza Arriba” contaron con la inestimable colaboración del cantaor Juan Antonio Cano “El Negro”. La ultima incorporación y con la que ya quedaron configurados como quinteto fue la del guitarrista flamenco “Melchor Chico”, sobrino de Enrique de Melchor y nieto de Melchor de Marchena, el mismo que tenían como guitarrista de cabecera los dos “monstruos” del Cante, Manolo Caracol y Antonio Mairena.



Al frente de esta hermosa aventura musical, con su contrabajo y su sabiduría, está Javier Carmona. Las actuaciones en directo de esta Banda Musical que combina de manera sublime el Jazz y el Flamenco son realmente espectaculares. Consiguen desde sus primeras notas crear una perfecta comunión con el público que asiste complacido a la propuesta de buena música que derrochan sobre el escenario.


Permítanme una sugerencia que a buen seguro me agradecerán. No le pierdan la pista a esta Banda musical marchenera. Empleemos nuestro tiempo y dinero en potenciar la música verdadera que nace de las entrañas de la tierra. Obviemos la de usar y tirar y, tiremos de las emociones que producen los dulces placeres de lo autentico. Se debe –o se debía- apoyar decididamente desde nuestras instituciones la supervivencia de estos grupos musicales, que a la postre configuran verdaderos oasis en nuestro inocuo panorama musical. Representan la música del alma y lanzan al aire con sus notas una propuesta pletórica de autenticidad y verdad musical. Larga vida a la BEJAZZ y a su gratificante mensaje artístico. Jazz y Flamenco o, Flamenco y Jazz, música del alma en definitiva unidas en todo su esplendor y veracidad.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El llanto hondo de la pena




Para ti, amigo profundo del ayer, y al que las circunstancias nos dejaron a los dos huérfanos de amistad y varados en el puerto del olvido –pero nunca en el de la indiferencia- mi más sincera y profunda solidaridad sentimental. Sé que recientemente perdiste un hijo –el mayor dolor al que estamos sujetos los humanos- en la plenitud de su vida. Debía andar por las 36 primaveras, las mismas que han sido truncadas por un golpe miserable de la que empuña la guadaña. Te perdí hace muchos años la pista y no sé lo que hiciste los últimos veranos, pero hoy sé lo que la vida ha hecho contigo para siempre. Me enteré muy tarde de vuestra tragedia, cuando ya la paloma negra de la pena había levantado su vuelo dejando un halo de orfandad sobre vosotros. Me contaron que él te había hecho abuelo hace un par de años y ahí –solamente ahí- debes encontrar fuerzas para agarrarte al árbol de la vida. Encontrarlo y buscarlo cada día en tu nieto es tu único asidero vital. Nadie debía pasar nunca por el doloroso trance de enterrar a un hijo, pero tú –bueno entre los buenos- menos que nadie. Que mi Dios –que ya no sé si seguirá siendo el tuyo- te ayude a soportar tan dolorosa carga. Que la Candelaria, que nos vio crecer y hacernos hombres de bien, se apiade de tu pena amarga y sepa perdonar mi inevitable –por desconocimiento- ausencia física –que no sentimental- ante tu desdicha. Me viene a la memoria Antonio Machado cuando decía aquello de:

Cuando el jilguero no puede cantar,
cuando el poeta es un peregrino;
cuando de nada nos sirve rezar.
Caminante no hay caminos,
se hace camino al andar.

Camina tú por la vida con tu nieto de la mano, que tienes mi palabra de que yo rezaré por los dos. Me faltan las palabras y me sobran los sentimientos de solidaridad. Cuando nada puede superar los sonidos del silencio mejor callar. Solo rogarle al reloj de la vida que adelante cuanto pueda su acompasado tic-tac. Que el paso del tiempo os haga más llevadera esta carga de orfandad que hoy imagino insufrible.


Alguien dijo que: “la vida es algo que se escribe en clave de comedia y que demasiadas veces se interpreta en clave de tragedia”. Dios –o el destino- descubriéndonos en toda su crudeza la cara y el alma de la pena amarga. La vida es cualquier cosa menos una formula cuántica. Dudar y preguntarnos ante lo irracional el porqué de las cosas es inherente a la vida reflexiva del ser humano. Dudamos porque pensamos y, pensamos porque existimos. Solo los necios y los fanáticos viven alejados de la duda. Algunos vivimos, arropados en nuestra fe, con la esperanza de creer que existe –o debía existir- algo más cuando hayamos abandonado este valle de lágrimas. En Dios encontramos nuestro último asidero y sin Él todo conduce al vacío y a la desesperanza. En el ejemplo de su Hijo una manera de conducirnos por la vida ante los demás y, lo más importante, ante nuestra propia conciencia. Me permito osadamente enmendarle la plana al Poeta del Palacio de las Dueñas y decir: “Cuando de nada nos sirve rezar…….recemos”.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sé lo que hicisteis el último verano.



“Los amigos son bien escasísimo; los fingidores legión” (Miguel A.Yañez Polo)

Esta claro que lo sé y, en caso contrario, terminaréis confesando. Sé por ejemplo que tú te quedaste dormido en la Playa de Regla tendido sobre una toalla de Coca-Cola. Dormías placidamente la “media papalina” sin darte cuenta que el implacable sol del mediodía le ganaba terreno a la sombra de tu sombrilla. Te quemaste las piernas –vulgo canillas- y paseaste varios días por la calle de las Sierpes chipionera como si te estuvieras cagando. O tú, que anduviste por la Riviera Maya buscando tu particular y personal “El Dorado”. Estabas acompañado por aquella a la que cuando te refieres a ella la nombras como: “la muchacha que sale conmigo”. Tranquilo, si acaso no diste con la huella de Hernán Cortés búscala en el Convento Madre de Dios de la calle San José: allí están enterradas su esposa y su hija. Y tú, si tú, aquel que cada agosto busca su alma en un rincón distinto de la Vieja Europa. Sé que escuchaste misa en una iglesia de Praga (concretamente en la basílica de San Jorge). La tierra de Franz Kafka es un melancólico ejemplo de lo que pudo haber sido Sevilla y no lo es. Lo moderno unido amorosamente al pasado y nunca al contrario. Por cierto: ¿tenía o no razón cuando te decía que Praga es de las ciudades mas hermosas del mundo? También tú, ¿o creías que te había olvidado? Si tú, que huyes de la arena caliente buscando los oasis de los chiringuitos. Dejas tumbado al sol el libro de familia al completo, “olvidas” el móvil dentro de una bolsa en el exiguo territorio de de la sombrilla, te sientas en el chiringo con tu cubata, abres un libro y aromatizas con tus “Montecristos” toda la Costa de la Luz. ¿Y que decir de ti que cada agosto te marchas a Nueva York? Te imagino pensativo a pie de semáforo en la Quinta Avenida soñando que desde un taxi amarillo te invita a subir Doris Day. No te desmoralices, competir con Rock Hudson no es nada fácil. Por tu perseverancia agosteña newyorkina ya es hora que Woody Allen te diera una vueltecita por Manhattan (por menos cariño que el que tu demuestras por su tierra le dimos a él en España el Príncipe de Asturias). ¿Y que de decir de ti? Si tú, el mismo que ha hecho del Gran Poder el centro de sus devociones. De su parienta y hermanas el de las emociones. De la tierra de Manolo Ruiz Sosa y Rogelio el de los desatinos. Del jazz y del blues el de las sensaciones. Llevas todo el verano organizando tu copioso y valiosísimo archivo discográfico. La esencia musical afroamericana de Nueva Orleáns trasladada al Campo de los Mártires sevillano. Ella, Louis, Billie, Ray, Duke y Nina clasificados como las cajas de pescado en Mercasevilla. Frescos y prestos para ser saboreados lentamente. Todavía no he hecho el recuento definitivo, pero estoy por asegurar que habéis vueltos todos sanos y salvos y con el mismo estado civil. ¡Eso está bien que cojones!


Por aquí más de lo mismo. Ya nada es lo que era incluyendo agosto. O cada año os vais menos o por el contrario es que somos más los que nos quedamos. Viene a ser igual pero no es lo mismo. Irse o quedarse ya queda condicionado en muchos casos por la situación coyuntural -económica o personal- de cada uno. Muchas tiendas abiertas. Muchos bares cerrados. Mucho “guiri” aflatado y bebiendo como patos. Mucho paseante sin rumbo establecido y, mucha demora en la llegada de los autobuses.

Este año una vez más -¿y van?- se batieron en Sevilla los record históricos de altas temperaturas. Cada año la misma cantinela (esto viene a ser como el “partido del siglo”, que se juega uno cada semana). Esta crisis y la política de los que la “gestionan” conseguirán que terminemos preguntándole a las farolas: ¿qué han hecho con nuestra desconocida Ciudad que ni agosto es ya lo que era?

Salió espléndida como siempre la Virgen de los Reyes, y desde el mirador en la Plaza que lleva su nombre le rogué amparo para todos nosotros y, por extensión, para aquellos que nos acompañan en este duro y noble ejercicio de vivir. Cuando se recoge la Patrona de la Diócesis el verano empieza a tener fecha de caducidad.

Santa Mercedes Alaya le dio las riendas del Betis a Rafael Gordillo, que a la postre se nos antoja como el verdadero buque insignia de nuestros sentimientos verdolagas. Suerte “gordo”. “Donmanué” sacó una nota de prensa descalificando al “Vendaval del Polígono” (polingano en versión sevillana). Dudaba en la misma de las “cualidades” de Gordillo para gestionar “sus acciones”. Alguien que dice “prosupuesto”; “asandía” y, que “tenemos acolasá la parmera”, debía ser más cauto en sus valoraciones sobre la valía de los demás.

La señora fiscal ha recurrido (¿) contra las medidas cautelares impuestas por la señora jueza contra la venta de las acciones de Lopera (ya resulta doloroso ver todavía su nombre en nuestro Estadio). Sin comentarios, o mejor con algunos que dado los tiempos que corren, conviene guardarlos en el baúl de nuestros desconciertos. El mundo al revés: el portero le tira el penalti al delantero. Creo, lamentablemente, que al ya largo y doloroso culebrón verdiblanco le restan todavía algunos capítulos (esperemos que todo conduzca a un final feliz y liberador). Tiempo al tiempo. El Sevilla se quedó en puertas de conseguir otro titulo. Lo siento por mis colegas sevillistas. Ojala que pronto podamos tener un nuevo derby en Sevilla. Será bueno para la Ciudad y sobre todo para los béticos, pues será signo inequívoco de que estamos de nuevo en Primera.

De política y otras cuestiones ya tendremos tiempo de hablar más adelante. Todavía no toca. Para nuestra desgracia ni “nuestro Alcalde” ni “nuestro” Presidente del Gobierno se tomaron vacaciones. No nos perdonan ni una. Quitaros primero la arena de las chanclas que ya tendremos tiempo de seguir dando la vara. Como en el maltratado Toreo: los quites y cambios de tercio mejor despacito y acompasaos.

Termino con algo que no quiero dejar de comentaros y que me llegó a lo más profundo del alma. A principios de agosto Rafael Fernández escribió en su blog (No coge ventaja, ¡miarma!) una trilogía detallando de manera pormenorizada la vida y costumbres de su “Casa de vecinos”. Verdaderamente admirable y digna de ser leida por todos los que aman esta Ciudad. Cosa fina de verdad. De lo mejorcito de lo mucho que he leido en este tórrido agosto (si esto lo escribe “quienyomesé” le obligan a dar otro Pregón). El de la “talla completa y tamaño académico” que habita y recibe todo el año –menos un glorioso día llamado Martes Santo que lo hace en la calle- en San Nicolás de Bari, no anduvo rácano a la hora de dotar a este orondo y bondadoso candelario de talento, sensibilidad, valentía y una memoria fotográfica.

Pongo, con la inestimable ayuda de Salva Gavira, este reloj con los Toma de Horas en marcha. Temas seguro que no me faltarán. Bienvenidos hijos del agobio al universo sevillano. Estáis de nuevo en vuestra casa que es también la mía. La Ciudad –y un servidor- ya os echaba de menos. Hagámonos eco de lo que un día escribió José María Izquierdo:

- Nadie es culpable de no nacer en Sevilla.