lunes, 13 de enero de 2025

El Pesebre ignorado


El problema principal de las Navidades contemporáneas es que a la par que se han llenado los frigoríficos se han vaciado los corazones.

Como no podía ser de otra forma la Navidad (las Navidades) no son hoy más que un reflejo de la Sociedad que nos ha tocado vivir y que entre todos y todas hemos construido.  El hecho principal que se celebra (el Nacimiento del Mesías) se ha convertido en algo totalmente secundario.  Que los ateos o agnósticos no celebren espiritualmente esta efemérides (fundamental para los cristianos) se nos presenta como algo normal.  La libertad de crer o no creer forma parte del ideario que cada cual se ha provisto para caminar por la vida.  Lo preocupante es que son muchos los “cristianos” que obvian lo que de verdad celebra estos días el Mundo de la Cristiandad.  Esto forma parte de una legión de “creyentes”  que se autodenominan desde hace tiempo como “cristianos no practicantes”.   Todo se simplifica  en ser o no ser (o eres o no eres).  El Comercio de cuerpos y almas ya ha relegado esta cuestión a un segundo plano.  Afortunadamente en Sevilla el ínclito Papa Noel  (jo,jo,jo) no ha conseguido desplazar a los Tres Reyes Magos de Oriente.  En las miradas ilusionadas de los niños subsiste un generoso sustrato de la verdad de lo que celebramos.  La pasada Magna Hispalense no fue más que un intento desesperado por parte de la Oficialidad de la Iglesia por intentar paliar la triste comprobación de las Iglesias vacías.  Intentar sentar a la inquieta y bulliciosa devoción popular en los bancos de las Iglesias.  Atraer la calle a los Evangelios siempre resultó una tarea ciertamente complicada.  Es bien cierto que cada día existen más cristianos y menos católicos.  Los Navidades se han convertido en un supremo culto a la glotonería y en un desaforado consumismo compulsivo.  Comer en familia (o en buena compañía) es de los placeres más gratificantes del que podemos disfrutar los seres humanos.  Aunque lo importante más que la comida es el concepto  (hoy seriamente devaluado) de la familia.  Los afectos verdaderos por encima de las viandas. Ya todo gira en torno al sacrosanto imperio de los regalos.  Leo en la prensa estos días que el  ¡60 por ciento! de los regalos de Reyes entre adultos son mal recibidos por sus destinarios.  Luego los cambian por dinero o por otra cosa más acorde con sus gustos y preferencias. Ya nadie duda que el 7 de Enero sea el día de San Descambio.  Resulta incuestionable que la Navidad (las Navidades) representan una fuerte inversión económica que a la postre resulta beneficiosa para las ciudades.  Toma cuerpo y forma las estúpidas y banales competiciones.  Ahora se trata de ver que Ciudad pone más luces o la torre más alta.  Sacamos nuestra empatía social a pasear (una vez al año ser bueno no hace daño) y nos acordamos de las personas que viven solas y de que ningún niño se quede sin juguetes. Una vez que pase la Navidad y lleguen las Rebajas que cada cual se busque la vida como pueda.  Cuando llegan las Fiestas pasó lo que cantaba el gran Serrat en su canción “Fiesta”:  “Gloria a Dios en las alturas / Recogieron las basuras / De mi calle, ayer a oscuras / Y hoy sembradas de bombillas”.   La vida, ya definitivamente envuelta en papel de regalo.  El Pesebre ignorado.

 

viernes, 10 de enero de 2025

Eduardo Serrano “El Güito”




Ha fallecido en Madrid, de donde era natural, Eduardo Serrano Iglesias “El Güito”.  Tenía 82 años de edad y su fallecimiento llena de negro luto el Mundo del Flamenco.   Un bailaor  portentoso y con una expresividad estética difícilmente superable.   “El Güito” hizo del baile por Soleá un monumento donde el Arte se conjuraba con todos los duendes del Cielo.  Configuró junto a Antonio Gades y Mario Maya un trio de bailaores absolutamente memorables y siempre bajo el manto protector del magisterio de la gran Pilar López.  Tres hombres y un destino que llevaron en volandas al Baile flamenco contemporáneo.  El madrileño Barrio de Lavapiés vio asombrado el baile de un niño al que los tiempos eternos del Flamenco conocerían como “El Güito “.  Hombre serio y cabal siempre  comprometido con su Arte e insobornable ante las veleidades de los falsos cantos de sirena de una difusa vanguardia.  Verlo bailar era un canto a la belleza y a la jondura flamenca.  Fueron muchas las veces que tuve la suerte de disfrutar de su Baile y siempre te dejaba en la boca un sabor a miel y canela.  Su verdad en los escenarios significaba a la postre la verdad del Baile Flamenco.  Su gitanería era tan natural como su baile.  Profundo, litúrgico y lleno de los  matices aromáticos que desprende la quintaesencia del Baile flamenco inmortal.  Admirado y respetado por sus compañeros de profesión nos deja una estela artística y humana difícilmente superable.  Se nos fue “El Güito” y con él se lleva la llave del mejor Baile por Soleá.  Descanse en la Gloria de los grandes, muy grandes, artistas de este Arte parido y amamantado en la vieja, sufrida y amada Andalucía. 

jueves, 14 de noviembre de 2024

La babucha materna voladora



A nuestras madres, eficaces lanzadoras de babuchas


Existen objetos de tu infancia que te acompañarán el resto de tus días. Uno de ellos siempre será la babucha materna voladora. Un objeto de persuasión y eficaz corrector ante comportamientos díscolos o erráticos propios de la infancia. Si en aquellas recordadas y añoradas fechas se hubiera establecido un Campeonato de Lanzamientos de Babuchas Maternas mi madre, sin dudar, hubiera optado a los primeros puestos. Tenía una precisión matemática y la efectividad de sus lanzamientos era absolutamente demoledora. Previo al lanzamiento del misil de babucha de paño siempre había una fase negociadora. Tú estabas dando la lata y allí se producía la primera fase de la negociación. Te decía: “Quieres hacer el favor de estarte quieto de una puñetera vez”. Evidentemente hacías caso omiso y seguías a lo tuyo. La negociación ya avanzaba hacia el inevitable lanzamiento. Ella volvía a la carga dialéctica: “Tú que pasa, que no te enterá o es que no te quieres enterá”. Como tú seguías erre que erre sin hacer caso, la fase bélica ya era inevitable. Todo se producía a una velocidad de vértigo y con un par de movimientos perfectamente sincronizados. Arrastraba la babucha en el suelo y la sostenía con la punta del pie. Después levantando la pierna como una palanca la elevaba en el aire. La cogía con la mano derecha y del tirón la proyectaba sobre tu cuerpo. El lanzamiento siempre era por elevación y mientras te cubrías la cara con la manos la babucha descendía hacia ti de manera inexorable. La operación, una vez más, había concluido con éxito. En algunas ocasiones el lanzamiento había resultado algo brusco y ella (con cierto remordimiento) te preguntaba si te había hecho daño. Le respondías que “un poquillo” y ella, después de sentirse algo culpable, ponía fin a la situación con un: “Pues ya sabes lo que tienes que hacer la próxima vez”. Siempre había una próxima vez. El vuelo de la babucha materna como un dardo de amor clavado en las paredes del alma.