jueves, 11 de abril de 2024

El alma se serena o al menos lo intenta

El premio Cervantes 2023 se lo concedieron al gran escritor Luis Mateo Díez.  Uno de los máximos referente culturales y cívicos de una España hoy irreconocible en el fondo y ninguneada en las formas.  Hemos pasado del “España huele a pueblo” y el “España camisa blanca de mi esperanza” a olores malsanos y camisas donde la blancura ni está ni se le espera.  Cuando en un entrevista le preguntaron a Luis Mateo Díez si creía en la felicidad contestó que más que en la felicidad el cree y defiende el concepto de tranquilidad. Estar tranquilo como meta y como objetivo y poder disfrutar desde esa paz interior de los placeres cotidianos.  No existe mayor felicidad que el placer de buscarla en los hechos más simples y cercanos.  Un buen libro, una buena película, una buena música, una buena comida, una buena cerveza o una buena compañía solo pueden ser verdaderamente apreciadas cuando el desosiego está lejos de nuestras mentes.  Los problemas que nos acechan y nos afectan terminan por llevarse de nuestras vidas los momentos de tranquilidad.  Antonio Muñoz Molina defiende, en uno de sus impagables artículos de los sábados en El País, la necesidad del sosiego y el silencio como elementos fundamentales para que nuestras vidas puedan superar el caos reinante.  La gente, en cuanto se le presenta una ocasión, huye despavorida de su entorno natural buscando el descanso y la tranquilidad.  Lo que se encuentran son carretera abarrotadas y con algunos “majaretas” al volante. En verano a duras penas logran plantar sus sombrillas en playas masificadas  donde llegar a la orilla es una autentica odisea.  Las noches entre los mosquitos atigrados y los ruidos discotequeros son lo más parecido al infierno de Dante.  Más que intentar corregir aquellas cosas cotidianas que no le seducen prefieren huir en busca de paraísos artificiales.  Creen que la felicidad  siempre es aquello que está lejos de su entorno natural.  Se van de vacaciones con una superlativa carga de estrés y se vuelven más estresados y con muy poco dinero.  No existe búsqueda más inteligente que la emprendida por el ser humano buscándose a si mismo.  Respetable es sin lugar a dudas la forma que cada cual elige para gestionar su vida y, fundamentalmente, su ocio.  Pero, con la mano en el corazón, que diga quién no se sintió aliviado cuando de vuelta de la playa su coche llegó a la altura del Campo del Betis o a Castilleja de la Cuesta.  Nos han montado en un carrusel al que llaman “calidad de vida” y no sabemos ni como pararlo ni hacia donde nos conduce.  Obviamos por pereza el valorar los momentos de sosiego y silencio como una auténtica vertebración entre el cuerpo y el alma.  Todo gira en torno a un permanente movimiento rotatorio  que ha conseguido espantar a los ruiseñores y atraer a las cotorras. Una sociedad donde unos no dicen lo que piensan y otros no piensan lo que dicen.  Suena Mozart en el salón de tu casa y tu vecino empieza su diario romance con el trompo.  ¿Mozart?, que cursilada más grande  donde se ponga un buen agujero en la pared.  El ruido y la furia o la furia del ruido. Tranquilidad, silencio y sosiego un triangulo existencial tan denostado como olvidado.  El sempiterno dilema de los habitantes de la Piel de Toro: callan cuando debían hablar y hablan cuando debían escuchar.  El alma se serena…..si el de arriba acaba de una  vez con el  maldito trompo.

martes, 9 de abril de 2024

Soliloquio de la Primavera



La Primavera se asomó una mañana de finales de Marzo a la cornisa del Aljarafe y se dijo para sus adentros: con lo que barrunta el aire este año de aquí no me muevo. Sobre mi manto azulado se cierne una densa calima, un frio norteño y unas danas tormentosas que me pueden llevar por delante.  Me quedaré al resguardo de las ventoleras dentro de las bodegas de Umbrete donde el mosto reposa su dulce letargo.  Me perderé lo que más le da sentido a mi existencia que es la Semana Santa sevillana.  Paciencia, que le vamos a hacer.  Cuando el azahar desparramado por el suelo huele a lluvia cercana es mejor quedarse dentro del convento.  El Invierno al darme el relevo ya me advirtió que tuviera cuidado.  Las plegarias de los campesinos ante los campos mustios y secos habían conmovido al Dios de los cielos.  Querían agua y agua tuvieron.  Cuando Jesús expiró se unió la tierra con el cielo y la lluvia empapó la cara del Mesías para así poder lavar nuestros pecados. El fuego purifica desde la destrucción y el agua lo hace dando la vida.  Fuego y agua como el Alfa y el Omega de la existencia humana.  No, definitivamente este año en Semana Santa no voy a aparecer por la tierra de Belmonte, Velázquez y Cernuda.  Aquí quién manda es el Jefe y ya me ha dicho que me reserve para años venideros.  Ahora toca lo que toca y donde hay capitán no manda marinero.  No podemos permitir que el agua que Lorca pedía llena de peces y barcos se quede almacenada aquí arriba.  Comprendo perfectamente que un año entero sin poder  ver a la Macarena cruzar el Arco; la Esperanza cruzando el Puente o el Gran Poder por…..cualquier sitio os va a resultar muy doloroso.  Entiendo la frustración de los capiroteros que llevaban esperando todo un año para pisar vestidos de nazarenos las calle de la Ciudad.  Tampoco es plan de echarle siempre las culpas al Cachorro que, por cierto, el del San Lorenzo de Almagro se lo va a llevar a Roma para que procesione por sus calles.  Siempre, eso sí, en un camino de ida y vuelta que Triana sin Él ya no sería lo mismo.  Mi ciclo estacional no tendría sentido sin la luz de Sevilla y reconozco que los tonos grises no van con mi personalidad.  Os pido que no desesperéis que todavía puedo daros algunas raciones de buen tiempo bajo el manto de los farolillos.  Incluso puede que le diga a mi primo el Verano que me ayude con esa tarea.  Sed paciente que en esta tierra lo bueno siempre está por llegar.  Otra cosa es que termine llegando. Aquí sois gente de vísperas y de preámbulos.  Aliviaos de la nostalgia escuchando los sones de Vivaldi y las sevillana de Sal Marina.  Prometo solemnemente que el año que viene no faltaré a nuestra cita anual.  Entraré como siempre hice de manera sigilosa empujando suavemente al Invierno que se retira taciturno y pensativo.  Lo notaréis en vuestros cuerpos y, fundamentalmente, en vuestras almas sevillanas.  Perdón por haberos fallado este año pero quién nos confecciona el organigrama  meteorológico así lo dispuso.  Ya veréis como al final las pájaros cantan y las nubes se levantan.  Como siempre nos veremos allí donde el Arte y la Fe se unen cada año.  Dicen que mi presencia la sangre altera y puede que hasta tengan razón.  Quien dijo Primavera dijo Sevilla.

domingo, 7 de abril de 2024

Dóciles como pocos

Esta época que nos ha tocado vivir se gestiona exponencialmente a través de conceptos vacíos. Se nos repite hasta la saciedad una cantinela para que por la inercia mediática la terminemos haciendo nuestra. En la política hemos pasado de “lo políticamente correcto” y “el relato” a desarrollar ahora cuestiones más económicas como son “la facturación” y “el impacto económico”.  La pasada final de la Copa del Rey fue un claro ejemplo de aplicación practica de estos dos conceptos.  Esta Ciudad, que siempre se entrega con tanta facilidad ante lo novedoso,  sufrió (esa es la palabra sufrir) el pasado fin de semana una invasión de hinchas futboleros llegados en masa desde tierras vascas y mallorquinas.  Se nos intenta convencer de manera permanente que estos eventos son sumamente beneficiosos para la Ciudad.  Los beneficios están en que el gremio de Hostelería aumentará considerablemente su facturación (negándose por supuesto a la aplicación de la tasa turística) y la Ciudad tendrá como hecho positivo un fuerte impacto económico (suenan risas enlatadas).  Los daños colaterales de estos eventos, donde se trata a la Ciudad como una servil y diligente  camarera y a su Patrimonio como un gran meodromo, saltan a la vista.  Si a la hora de evacuar la toma masiva de alcohol no respetan ni los recintos sagrados, ¿como van a respetar el Himno de todos los españoles?  Ya hemos visto otra Final de Copa (esa por lo menos la ganó el Betis) donde algunos hinchas valencianos tiraban petardos a los pies de la Giralda.  Dejan la Ciudad como un estercolero y es nuestra modélica y ejemplar Lipasam (que se gestiona con el dinero de los contribuyentes de la Ciudad) la que tiene que limpiar los residuos de estas fiestas balompédicas e identitarias. Con el “caso Rubiales” ya estamos empezando a conocer los laberintos económicos, con sus correspondientes mordidas, de la remodelación del Estadio de la Cartuja.  Vivimos tiempos confusos donde en clave de Ciudad todo se reduce a otra mágica palabra: la visibilidad.  ¿A estas alturas de la Historia hay que hacer visible a Sevilla para que la conozcan en el mundo?  No nos engañemos, esto no es una cuestión de ideologías políticas y mucho menos de políticas sociales, culturales o empresariales. Esto simple y llanamente es un total entreguismo de la Ciudad por parte de quienes ni la quieren ni mucho menos la valoran.  Comercian con nuestra Patrimonio; comercian con nuestra señas de identidad; comercian con nuestra vida cotidiana y, lo que es peor, tratamos a ese comercio como si la cosa no fuera con nosotros.  Querer a esta Ciudad lleva (o al menos debería) implícito la imperiosa necesidad de protegerla.