“Nunca se llega al fondo.
Nadie sabe quien muere
cuando entierran nuestro nombre”
- Julia Uceda -
Puede que en las demás partes del mundo ocurra igual pero en Sevilla los meses tienen una lectura
personal e intransferible. Cada mes de
cada año nos ata a una serie de circunstancias personales que difícilmente
pueden ser extrapolables. Pero como sevillanos sabemos que los meses también
forman parte del calendario sentimental colectivo de la Ciudad.
Noviembre , al que hoy
le mostramos el pañuelo blanco de las despedidas eternas, es posiblemente el
mes donde Sevilla se nos muestra más verdadera y hondamente proclive al
recogimiento en capillas con sus dolorosas enlutadas. Una lectura sentimental
hacia el interior de cada uno de nosotros donde comprendemos que la verdadera
búsqueda está en nuestro fuero interno. Alguien dijo que el sevillano perdona
pero nunca olvida. Tiempo de una Sevilla profunda donde la alharaca y la
parafernalia ni están ni se les espera. Dicen que la diferencia entre alegría y
pena es que la primera es efímera y la segunda machaconamente duradera en el
tiempo. Noviembre es una cante por Siguiriyas que clama al viento la soledad de los humanos…”A quien le voy a contar yo / lo que a mi me está
pasando / se lo contaré a la tierra / cuando me estén enterrando”. Un nostálgico poema
de Becquer que se duerme en la calle Conde de Barajas a la espera de que el Señor de Sevilla lo termine haciendo
suyo. Un mes, Noviembre, donde los Santos y
los Difuntos nos dan la mano para que
no terminemos naufragando por los mares de la vida. Mes este de Noviembre que empieza con un sentido recuerdo a santos y difuntos y
termina con la llegada esperanzadora del Tiempo
de Adviento. Se va Noviembre
y se hace verdad que “no hay mal que dure
cien años ni cuerpo que lo resista”. Pasó solemne y riguroso como ocurrió siempre.
Noviembre
en retirada para que la vida y sus circunstancias continúen.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 30 de Noviembre del 2016