Lo dice el refranero español que solo se equivoca cuando los españoles nos conjuramos para que se equivoque: “Noviembre 30 días trae, con abril, junio y septiembre; de 28 solo hay uno y los demás 31”. Hoy concluyen los 31 días que le tocan a este desosegante Octubre del 2012. Desosiego que nace de la incertidumbre de si los meses que están por llegar serán de su “misma cuerda”. Somos los “Hijos del agobio”. Las luces de neón de las grandes ciudades parpadean cuando se apagan las de los despachos de políticos y banqueros. Las olas de los mares rugen estos días celebrando que los veraneantes tardarán algún tiempo en volver de nuevo. Pronto ya será el tiempo del mosto nuevo y esto, por estas tierras, siempre ha sido una excelente noticia. El legado de Miguel Hernández ha llegado a Quesada (Jaén) el pueblo natal de su mujer. “Andaluces de Jaén aceituneros altivos…”, que escribió el Poeta de Orihuela. Parece ser que en su tierra no hay fondos para su mantenimiento. Triste época esta donde los falsos oropeles se engullen a los Poetas. El mes que nos espera a la vuelta de la esquina empezará rindiéndoles pleitesía a santos y difuntos que, en no pocas ocasiones, viene a ser lo mismo. Octubre es el mes donde el tardío verano se nos muere definitivamente dando sus últimos coletazos. Las noches ya no se hacen de rogar y las tardes se nos mueren lánguidas pero inexorablemente. “Aquellas pequeñas cosas”, que magistralmente nos cantaba Serrat y tomaba forma poética en la pluma de José Luis Tirado, son las que nos mantienen en pie. Los 31 momentos que en forma de días nos propuso Octubre ya forman parte de nuestra memoria sentimental. Toca sacar de los armarios y roperos ropa de abrigo para salvaguardarnos del frío en cuerpos y almas. Los días por llegar siempre, invariablemente siempre, serán los mejores por aún no haberlos consumidos. Un día le preguntaron a Woody Allen si consideraba interesante el futuro, respondió: “Es lo más interesante pues representa los día por vivir”. Los gastados, con su compendio de luces y sombras, yacen inertes mecidos por los aires de la memoria de cada uno. Las sendas que aún nos queden por recorrer siempre serán las más hermosas. La vida como las agujas de los relojes siempre avanza hacia lo que está por venir. Las 31 velas de Octubre ya han sido apagadas por la “Rosa de los Vientos” (“Como pesar 130 kilos y salir corriendo…en clave candelaria”). Las “Penélope” se llevaron todo el verano sentadas en la Estación sin que aparecieran sus amantes (había huelga de ferroviarios). Al marcharse octubre mis nietos ya tienen 31 días más y yo 31 días menos. Tecleo el ordenador mientras que por la ventana de la cocina me entra un olorcillo a puchero de mi vecina que alimenta. “Vecina dame limones / dame sal y perejil / toma este beso de cal y jazmín”. Se acaba Octubre y sus 31 episodios ya forman parte de la novela de la vida. Mañana será otro día y un servidor –previa autorización del Señor de Pasión y la Virgen de la Candelaria- estará por aquí para gastarlo y también contarlo.
martes, 30 de octubre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
Paseando a Miss Hamilton (II)
Cuando José Ramón Lozano Franco puso su pie derecho en el primer escalón de la Residencia de Mayores de San Juan de Dios de la calle Sagasta, los seis relojes de “El Cronometro” de la sevillana calle Sierpes marcaban exactamente las diez de la mañana. Era un miércoles 5 de septiembre del Año del Señor del 2011. Le abrieron la cancela y le condujeron a un patio interior donde le esperaba elegantemente sentada Miss Margaret Hamilton Sullivan, una inglesa con muchos años vividos y no pocos de ellos bajo la sombra de la Giralda. Vestía un vestido azul-turquesa. Unos zapatos negros de tacón bajo. Un reloj de plata vieja en su mano derecha. Unos abalorios que al combinarse a la perfección en muñeca, cuello y orejas daban a su indesmallable figura (cual medias de nylon) un porte, a la vez, aristocrático y mundano. El pelo recogido con un par de gomillas del mismo color que su vestido (no portaba bolso pues nunca lo utilizó a lo largo de su vida). Todo rematado con un bastón de caña de bambú y un abanico que le regalaron sus cuidadoras adquirido en la cercana Casa Rubio. Iba “arregladita como para ir de boda”. Cuando se lo presentaron ella, mirándole fijamente a los ojos, extendió levemente su mano y el se la estrechó suavemente a la par que inclinaba levemente su cabeza.
- Es un placer conocerla señora, me llamo José Ramón. -
Ella le contestó haciendo gala de su flema británica:
- Igualmente joven, si le parece a usted bien nos ponemos ya en marcha.
Le ofreció su brazo izquierdo y ella se agarró a él con firmeza avanzando lenta pero segura. Iba apoyada en un muchacho sevillano de San Lorenzo y un bastón de caña de bambú (la India colonial y el Corazón sentimental de Sevilla sirviéndoles de soporte). Avanzaron unos metros en silencio hasta desembocar en una Plaza del Salvador inmersa en un vuelo de palomas hambrientas y un transitar de viandantes siempre con prisas. Pegándole un pequeño tironcillo del brazo para que se parara le dijo:
- Huelga que le diga joven que todos los gastos siempre correrán de mi cuenta.
Él sonrió y le dijo que eso no significaría problema alguno. Continuaron avanzando hacia la Plaza del Pan y allí decidieron hacer una primera paradita para desayunar en el exterior del “Bar Europa”. Para ella un té con limón y una tostada de pan integral con mermelada de fresa. Él, un café con leche y media de aceite y jamón. Le preguntó si conocía un kiosco cercano donde vendieran prensa extranjera. José Ramón le dijo que no se le ocurría otro más cerca que el Puesto de Curro en plena Campana. Todavía no habían conseguido romper el hielo que transforma y lleva a las personas de la cortesía al afecto. Estaban tensos y flotaba en el aire un quiero y no puedo. Le hizo un ademán para que la ayudara a levantarse a lo que él respondió solicito. Volvieron sobre sus pasos y ella se paró un momento ante el azulejo de la Virgen del Rosario Coronada en la calle Córdoba.
Le dijo con una voz media susurrada: ¡Por Dios, que os gusta a los sevillanos un azulejo callejero! Fue la primera vez que compartieron una sonrisa no exenta de cierta complicidad. La mañana avanzaba lentamente y ellos también lo hacían con ella….
domingo, 28 de octubre de 2012
Donde me quiera llevar
“Yo no poseo la inteligencia que admiro, pero tengo el don de imitar su sonido”
- Aaron Sorkin -
Una Sevillana inmortal lo deja meridianamente claro: “Pasa la vida, igual que pasa la corriente / cuando el río busca el mar / y yo camino indiferente allí donde me quiera llevar”.
Lo cantaba el hoy injustamente olvidado Romero Sanjuán: “Pasa la vida, igual que pasa la corriente / cuando el río busca el mar / y yo camino indiferente allí donde me quiera llevar”. Recuerdo una tarde plomiza, eterna y cansina de este verano cuando me dio por hacer balance sentimental de lo vivido. Cosas de viejos aburridos. Trataba, en definitiva, de hacer un recuento riguroso de aquellas personas que a lo largo y ancho de mi vida me habían dejado secuelas. En el largo, duro y hermoso ejercicio de la existencia humana uno se va cruzando con mucha, muchísima gente. La mayoría entran y salen de nuestras vidas sin pena ni gloria. Son fácilmente amortizables y con fecha de caducidad en nuestra memoria sentimental. Tan solo una minoría consigue dejarnos una huella indeleble y que el tiempo no hace más que acrecentar. Nos ayudaron a crecer en cualquiera de las variantes positivas de las que se nutre el ser humano. Después de repasar varias veces esta lista -de sentimientos imperecederos y compartidos- la componen exactamente diez personas. No me salían más pero tampoco menos. No me estoy refiriendo ni a amores fugaces ni tampoco a buenos y grandes amigos. Lo hago con aquellos/as que han configurado e incidido en la formación de mi carácter, personalidad, posicionamiento político-cultural-social y cuanto de bueno habite en mi persona. Cada vez que recuerdo a alguna de ellas lo hago asomado a la atalaya del agradecimiento más sincero (con Manuel Alonso Hidalgo, en el centro de la foto que adjunto, a la cabeza). Sin ellas la vida –mi vida- carecería de sentido. Algunas de estas personas hace ya años que me dejaron huérfano de su siempre grata compañía. Otras, se diluyen en las inmisericordes distancias marcadas por las circunstancias. Las menos, muy pocas ya, son un residuo donde poder agarrarme en caso de naufragio. Todas para mí entrañables y todas dignas de mi respeto, cariño y agradecimiento. Un día, esperemos que aún muy lejano, posiblemente tenga que rendirle cuentas al Sumo Hacedor. Solo espero hacerlo al machadiano modo: ligero de equipaje, con los bolsillos vacíos, el corazón aún con buenas intenciones por gastar y con las manos limpias. Asumimos la vida como un compendio de luces y sombras. Acertamos y nos equivocamos a la par que respiramos cada día. Siempre me ayudó para vivir el tener la conciencia tranquila, la espalda ancha y los “huevos” (con perdón) tamaño XXL. He conocido la bondad y la perversión que anidan en el ser humano. Nada me fue ajeno y aprendí –o al menos lo intenté- de cuanto me tocó vivir. Hoy sigo siendo un modesto aprendiz de la vida y sus circunstancias, intentando tropezar en piedras distintas cada día (quien no arriesga no vive). De cuantos “Juan Luis” anidaron en mi interior el actual es con el que me encuentro más satisfecho. He madurado algo tarde y puede que todavía de manera incompleta. Los románticos somos infantiles por nuestra propia naturaleza y por la concepción de las cosas. Un escritor ingles cuyo nombre no recuerdo, (como siempre, recurramos al socorrido Winston Churchill) dejó escrito en su testamento que en su tumba apareciera este escueto epitafio: “Intente ser bueno pero no me dejasteis / vosotros os lo habéis perdido”.
La vida es tremendamente hermosa y bien está mostrar nuestro eterno agradecimiento a quienes nos ayudaron a entenderla e interpretarla.
viernes, 26 de octubre de 2012
Ventanitas a la calle
“Ventanitas a la calle / son peligrosas / pa las madres que tienen / niñas hermosas”. Lo canta Sal Marina de manera prodigiosa. Consiguen que compás y temple en Andalucía se den la mano por tierras sanluqueñas. Octubre se aleja cada día un poco más y entramos en los preámbulos de los acogedores días de mesa-camilla. Pronto nos llegará un Noviembre envuelto en santos y difuntos y con la espada de Don Juan Tenorio presta a ser desenvainada de nuevo. Ya las barricas de roble de las bodegas aljarafeñas de Salado esperan ansiosas poder acoger en sus vientres la frescura del mosto nuevo. El verano ya se nos muestra cada vez más lejano en el horizonte dejando, eso si, su secuela desértica de ascua viva fruto de la inconsciencia humana o los espurios intereses pirómanos. Arde España un poco más cada año y nadie hace nada por evitarlo. El consumismo ha terminado por alterar los ciclos naturales de la vida. Es primavera en Sevilla cuando así lo determine la publicidad de unos Grandes Almacenes. Tenemos tanta prisa por apurar los días que no somos concientes de ser devorados por un tiempo estéril e inútil. “Ventanitas a la calle / son peligrosas / pa la madres que tienen / niñas hermosas”. Abrimos lo libros por su final y leemos ansiosos las sinopsis de las películas para conocer de antemano su desenlace. No tenemos tiempo y lo que es peor: tampoco sosiego. La maquinaria de la vida y las cosas hace días que empezaron a moverse de nuevo. Las madres pronto tendrán que cerrar las ventanas, no solo por el peligro de sus mocitas casaderas, sino para no constiparse y tener que pagar en la farmacia un porcentaje del Frenadol. El mes de octubre figura en los almanaques y calendarios como el mes número 10. El mismo que lucían en su dorsal Ferenc Puskas, Pelé, Maradona, Luis Suárez, Cardeñosa y actualmente Leo Messi. Octubre huele a pólvora revolucionaria bolchevique y a mares surcados en busca de nuevas tierras. Los meses son como racimos de uvas que se desprenden de los viñedos de la vida. Sacarles todo su jugo será cosa nuestra. Obviamos el pasado y renunciamos al presente para tener alguna garantía de futuro (¿). Nos quejamos continuamente del calor, la lluvia o el frío como si estuviera en nuestras manos cambiar los ciclos meteorológicos del tiempo. Hemos confundido adaptación con mansedumbre y así nos va. Las mocitas quieren las ventanas abiertas todo el día; las madres las quieren cerradas y los padres ni se enteran de que la casa tiene ventanas. Apuremos y disfrutemos cuanto podamos de este “restillo” que le queda a octubre. Los días que se van nunca volverán y cada ola que besa la arena le da siempre su primer y último beso. Lo dicho: “Ventanitas a la calle / son peligrosas / pa las madres que tienen / niñas hermosas”.
jueves, 25 de octubre de 2012
Adiós Maestro. Adiós Amigo
A través del más que recomendable Blog de Manolo Bohórquez (“La Gazapera”) me llega la
triste y dolorosa noticia del fallecimiento de José Blas Vega. Un amigo al que
recordar y un maestro al que venerar siguiendo sus enseñanzas. Sabía que desde
hacia tiempo luchaba denodadamente contra un cáncer de los que al final siempre
terminan ganando su cruenta batalla.
Conocí a Pepe Blas Vega a través de Manolo Centeno en el “Centenario del
Nacimiento de Manuel Vallejo” celebrado en la
Peña Torres Macarena. Sintonizamos desde el primer día y desde
entonces me honró con su amistad y me alumbró con su sabiduría flamenca y
humana. Cuando venía por Sevilla –Ciudad a la que amaba profundamente- me
llamaba previamente y compartíamos gratificantes paseos por el Casco
Antiguo. Mi vida de aficionado y
estudioso del Flamenco tiene un antes y un después desde que este madrileño, de
fino porte, me marcó el camino a seguir. Amaba profundamente a Triana y me
enseñó, sin paliativos, la extraordinaria importancia que tenía el arrabal
trianero en la configuración y desarrollo del Flamenco. Supo nutrirse –conviviendo con ellos en
noches eternas- de la sabiduría de los Maestros venerables del Flamenco que
apuraban su epilogo existencial por la
Villa y Corte. Su rigor y meticulosidad, tanto en tareas de
producción discográfica (Hispavox) como en el campo de la investigación, son
definitivas para entender en su plenitud el Arte Jondo. Con José Blas Vega las coordenadas de los
estudios de Flamenco alcanzan su cima más excelsa. Sus estudios sobre Chacón, Silverio, Los
Cafés Cantes de Sevilla y Madrid o el Diccionario Enciclopédico Ilustrado del
Flamenco que escribió al alimón con Manolo Ríos Ruiz, se nos presentan (a los
estudiosos y aficionados) como rotundamente definitivos. Padeció durante muchos años los dardos
envenenados de la corriente “gitanófila” del Flamenco. Nunca pudieron alterar su admirable temple ni
su sentido del rigor y la verdad histórica.
Tenía setenta años de edad cuando falleció y sus cenizas serán
depositadas en la que consideraba su segunda tierra: Zamora. Repasando las ediciones digitales de la
prensa madrileña duele constatar que su muerte ha sido obviada. Ejemplo sintomático de que el Flamenco
todavía, a efectos intelectuales, esta en “paños menores”. No es la primera vez que escribimos, y a que
dudarlo tampoco será la última, que a la par que cumplimos años también
cumplimos muertos. Gloria eterna a este
sabio anticuario de la “Librería del Prado” madrileña, y a este flamenco tan
postinero como riguroso y cabal. Adiós
Maestro; adiós Amigo. Fue un placer
leerte y, sobre todo, conocerte, tratarte y disfrutar de tu amistad. Siempre te recordaré en mañanas soleadas
comprando postales antiguas en la sevillana Plaza del Cabildo.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Noches de blanco satén
Fue una de esas noches que se te quedan grabadas en el alma y la memoria sentimental. Por si solas ya justifican que el ejercicio de vivir haya merecido la pena. Era una calurosa noche de septiembre de hace ya demasiados años en la flamenca y querida Mairena del Alcor. Fue en su “Festival de Cante Jondo” cuando el Flamenco nos demostró, de manera palpable, que la gloria existe en la tierra. Estábamos casi todos por allí. Llegamos despirgados de muy diversas maneras, pero gozosos de encontrarnos en la meta soñada: la Mairena del “Maestro de los Alcores”. Aquella noche los “Duendes del Cante Jondo” abrieron sus alas y planearon felices sobre nuestras flamencas cabezas. Por allí andaban Fernando Lappi, Paco Lira, Manolo Rivas, Antonio Valverde, Jenaro Vázquez, Manolo Crespo, Jesús Gavira, Antonio Rincón….Grandes y suntuoso cabales que asistían a la liturgia del Flamenco como los monjes del Monasterio de Montserrat asisten a su Misa de Maitines. No nos convocaba la bebida y después, bajo sus efluvios, buscar al buen Cante. Era justamente al revés: dejamos que la magia de lo Jondo propiciara el rendirle pleitesía al oro líquido de Sanlúcar de Barrameda. Debo reconocer, en mi larga trayectoria de aficionado, que pocas veces he escuchado cantar y tocar la guitarra de manera tan sublime como ocurrió en aquella inolvidable noche. Fue la última vez que escuché a Camarón cantar en directo y ya su deteriorado aspecto nos hacia presagiar lo peor. Aquella memorable noche nos regaló su cante un Manolo Mairena en toda su sapiencia cantaora, acompañado por el mágico toque del recordado y añorado Enrique de Melchor. Elevaron a la Soleá a los altares supremos del Templo de lo Jondo. ¡Que manera de cantar y tocar la guitarra! Ningún artista se bajó aquella noche del escenario mairenero sin dejarnos arañazos en las paredes del alma. La magia se nos fue difuminando casi de mañana con una portentosa ronda de Tonás. En ese momento ya empezaba la amanecida a marcar su territorio de radiante luminosidad. Los estragos de la mágica noche flamenca nos habían dejado ebrios de luna, vino y cante. Aguantamos todavía algunas horas por Mairena entre humeantes cafés y sabrosos “calentitos”. Queríamos tener garantías de tener un placido retorno. Jenaro Vázquez, en donde la formalidad y la hombría de bien tomaron cuerpo y forma, nos devolvió a la Ciudad de la Giralda sanos y salvos. Hoy, desde la noble atalaya de los años cumplidos y sobre todo vividos, recuerdo con nostálgica alegría esas “Noches de blanco satén”. Algunos de los participantes de aquella liturgia jonda y flamenca ya hace tiempo que “desertaron” del Ejercito de los vivos. Fernando Lappi, Manolo Crespo, Enrique de Melchor, Camarón y Antonio Valverde se fueron y nos dejaron entre los labios el amargo sabor de la orfandad. Pero que la tristeza no consiga nunca reinar en nuestros corazones. Somos el resultado de lo que fuimos y sobre todo gozamos. La felicidad es una hermosa Dama que solo se deja cortejar en momentos puntuales. El saber aprovechar esos ratos de “roneo” es lo que suele dotar de sentido a la existencia humana. Éramos una “camarilla” flamenca de almas errantes reunida al mágico conjuro del Arte Jondo. No fuimos conscientes, afortunadamente, que la belleza siempre suele resultar efímera.
lunes, 22 de octubre de 2012
Paseando a Miss Hamilton (I)
Cuando, Margaret Hamilton Sullivan, apoyó su maleta en el andén de la Plaza de Armas sevillana eran las 20 horas de un 29 de agosto de 1967. Era una inglesa de armas tomar a punto de cumplir sus primeros y espléndidos treinta y cinco años de vida. Ese mismo día se cumplía el veinte aniversario de la muerte en Linares del torero Manolete (mandado a la gloria de los toreros eternos por un toro llamado “Islero”, procedente de la ganadería de don Eduardo Miura). Era una profesora de francés y castellano procedente de la Universidad de Cambridge. Venía contratada para impartir clases de inglés en un Colegio Mayor de alto standing del Aljarafe sevillano. La burguesía sevillana había considerado que había llegado el momento de que sus “cachorros” mandaran el día de mañana en más de un idioma. Se dirían que… “Los caminos de la UE son inescrutables”. Primogénita de una familia inglesa de clase acomodada (que en Inglaterra es mucho acomodo) fue una joven rebelde, lucida y con una inteligencia natural verdaderamente sorprendente. Guapa, talentosa y disconforme con casi todo era un cocktail demasiado fuerte para una familia, como la suya, fuertemente arraigada en la Iglesia Anglicana. Se independizó poco antes de cumplir su mayoría de edad y supo, armoniosamente, compaginar trabajo y estudios. Un día siendo muy joven, casi por casualidad, descubrió el “Romancero gitano” de García Lorca en la biblioteca de su augusta y noble casa. Ya desde entonces supo dos cosas: que terminaría siendo profesora de español y que su arribada a Andalucía sería cuestión de tiempo. Cubrió su periplo sevillano de profesora de inglés entre el Instituto Británico, Colegios Mayores y un Instituto de la sevillana calle Amor de Dios. Solo tuvo un largo y hermoso romance con un profesor de Matemáticas del Arahal. Interrumpido cuando este se marchó, para quedarse definitivamente, a la patria de Walt Whitman. Fue una ilustre y desconocida vecina de la calle Levies del Barrio de San Bartolomé. Vivía y soñaba, teniendo a Paco Lira como vecino, en el epicentro de la Judería sevillana. Andarina reflexiva y solitaria, solía desayunar sentada en la explanada de Santa María la Blanca después de comprar en el Kiosco adyacente “The Guardián” (siempre tuvo a su Inglaterra en el corazón y la mente) y el diario “El País”. Allí pasaba sus hojas lentamente sorbiendo poco a poco su té con limón y su torta de aceite “Inés Rosales”. Hoy, Miss Margaret Hamilton Sullivan, soltera y sin compromiso tiene 79 años de edad y está recluida, por decisión propia, en la Residencia de San Juan de Dios situada en la calle Sagasta. Supo como nadie atrapar el alma de una Ciudad que no suele entregarse sin previa resistencia amorosa. La Sevilla sin sevillanos machadiana se le entregó a esta inglesa que nos llegó por tren un caluroso día agosteño de 1967. Llegó para no marcharse y se quedó con nosotros para siempre. Las “fuerzas vivas” de la Ciudad, afortunadamente, la ignoraron por no conocerla siquiera. Ella supo muy pronto que ese era el camino para atrapar el alma de la Ciudad: vivir al margen de reconocimientos y desaires (la mitad de los sevillanos ponen tu nombre a una calle y la otra mitad espera impaciente una ocasión propicia para quitártelo). Margaret quiere seguir paseando por la Judería pero sus remos apenas pueden ya mover su barca. Le han propuesto que alguna persona joven le sirva de soporte en sus anhelados paseos. La Residencia va a contratar temporalmente a algunos jóvenes para estos menesteres.
Bajo el soporte del crucifijo metalizado situado encima de la mesa de caoba del director de la Residencia, duermen el sueño de los justos algunos currículos de gente joven desesperada.
El tercero del “montón” es de alguien que dice llamarse José Ramón Lozano Franco. Tiene 28 años y es Licenciado en Arte. Vecino del Barrio de San Lorenzo y pendiente –“gracias” a la España que le ha tocado en “suerte”- de estrenarse laboralmente.
Busca cualquier trabajo para sufragarse un viaje a Alemania que le proporcione mejor suerte laboral y profesional. Entre sus aficiones dice que están la Literatura rusa y todo lo relacionado con el Renacimiento. Por tradición familiar y convicción desde que nació es hermano de la Soledad de San Lorenzo. Sevillista converso y confeso se muestra amante de la cocina mediterránea. Soltero pero con un firme compromiso dado a una hermosa mocita del Arenal. Las coordenadas ya están dadas para que alguien le ofrezca su brazo a Miss Hamilton. La Ciudad los espera para darles su amor de siglos. Esta pequeña y hermosa historia bien merece una segunda parte. Amenazamos con seguir contándola.
domingo, 21 de octubre de 2012
Un año de sentida orfandad
“Entre la tristeza y la nada elijo la tristeza”
- Faulkner –
-
Hoy es 21 de Octubre. Hoy, para mí, no es un día cualquiera. Hoy, concretamente hoy, hace un año que se apagó para la luz de Sevilla doña Encarnación Pelayo Lezcano, mi madre. Un año ya de estrenada orfandad buscándola y buscándome por los sitios sevillanos que frecuentamos juntos. “Se murió la mare mía / ¿Dónde vi a encontrá una mare como la que yo tenía?”. Posiblemente no exista una ciudad en el mundo más madrera que Sevilla. Es mariana, principalmente, fruto del apego de los sevillanos para con sus madres. La Vírgenes sevillanas son por encima de otras consideraciones madres dolorosas y solidarias con el sufrimiento de sus hijos. Son eternamente jóvenes por ser en la juventud donde la suprema belleza alcanza toda su plenitud. Hacen suyo el dolor del mundo que siempre vivió enmarañado en la orfandad más absoluta. El poemario flamenco está repleto hasta la saciedad de referencias maternales. “Maldito sea este sueño / que tan profundo he tenío / que se han llevao a la mare mía / ni siquiera la he sentío”. En la letra de este Fandango queda expresado de manera rotunda lo que representan las madres: “Cuando se muere una mare / se rompen cuatro columnas / y cuando se muere un pare / no se rompe más que una / siendo cariños iguales”. Sensaciones vivenciales que solo encuentran racional explicación en el hermoso terreno de lo sentimental. Madres de la posguerra española con una carga de sacrificio difícilmente imaginable con los cánones que rigen en la actualidad. Mujeres que enterraron su juventud y sus mejores años para conseguir, prioritariamente, que sus hijos salieran adelante configurándose el día de mañana como personas decentes. Ser madre no es tan solo el hecho de parir, sino que lleva implícito una plena y absoluta dedicación al fruto de su vientre. Es un titulo que, en definitiva, serán los hijos en última instancia quienes lo otorguen. Hoy es 21 de octubre y este día mientras me funcione la memoria siempre será para mí un día especialmente triste. Cuando alguien, como mi madre, estaba a punto de cumplir los 99 años de edad lo natural era decirle definitivamente adiós a la vida. Si además mueres en paz con Dios y las personas pocos motivos existen para una aflicción permanente. Pero también es verdad que el traje de la orfandad no le sienta bien a casi nadie. Un emocionado recuerdo para quien tanto representó en mi vida. Recordarla en los ojos de la Candelaria o el talón divino del Señor de Sevilla es conseguir que renazca cada día. Hoy, precisamente hoy, es 21 de octubre y hace un año que subió a los cielos. El mejor homenaje que puedo hacerle es ser, en definitiva, merecedor de su aprobación y complacencia en mi comportamiento. Luchemos para que el sacrificio de nuestras madres haya merecido la pena y que la Madre Sevilla acoja con su manto celeste a ellas ya ausentes y a nosotros, todavía presentes.
sábado, 20 de octubre de 2012
Los malversadores de fondos
Los malversadores de fondos y fondas han conseguido segmentar a la Clase Trabajadora en tres grupos: los pobres, los muy pobres y los indigentes. Los que no llegan a final de mes; los que no llegan al final del día y los que ya no llegan a ninguna parte. Pueden sufrir variantes de clasificación, en uno u otro sentido, en función de las circunstancias personales –más bien laborales- que puedan producirse. La llamada pomposamente Clase Media se encuentra desaparecida en combate y con pocos visos de inminente aparición. ¿En verdad existió realmente alguna vez? Como no podía ser de otra forma, y dado que son elementos convergentes, hoy los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. A la par que aumenta espectacularmente la demanda en los Comedores Sociales suben vertiginosamente las ventas de artículos de lujo. ¿Casualidades del destino? Va a ser más bien una clara consecuencia de esta injusta Sociedad producto, por un parte, de la usura y la avaricia de unos pocos y, de la otra, por una ancestral desidia envuelta en el “papel de regalo” del pasotismo de muchos. En España hace ya muchos años que la Democracia fue secuestrada por la Partidocracia y así nos va. Un Sistema democrático sin Partidos que lo sustente carece de sentido; unos Partidos sin el respaldo ético de la Ciudadanía carecen de credibilidad. Cuando un país manifiesta a través de las Encuestas –oficiales y privadas- que la clase política en su conjunto es uno de sus más graves problemas, mal vamos. Urge por tanto recuperar lo que certeramente reclamaba el hoy desaparecido 15-M: “Un urgente proceso de regeneración democrática”. “Vivo sin vivir en mí / y es tanto mi desatino / que ni ahogándome en vino / puedo librarme de ti”. Cuando la Crisis aterrizó en nuestro país tuvimos la mala fortuna de estar la nave comandada por uno de los políticos más ineptos que ha dado Europa: Don José Luis. Pero como en España todo es manifiestamente empeorable tomó el relevo, y la gestión de la Crisis, un político que en un ejercicio de galleguismo militante nos dice si pero no y no pero si: Don Mariano. Presidentes, a que dudarlo, llenos de buenas intenciones pero no aptos para sacarnos del pozo donde políticos y banqueros nos han metido. Los Socialistas estuvieron negociando con la RAE la eliminación del Diccionario de la Lengua Española (con perdón) de la palabra Crisis. Decían que esto era una pandemia que se iría sola. Los Populares, por su parte, están negociando con doña Ángela que parte de nuestros cuerpos admiten nuevas puñaladas. Los catalanes y vascos quieren su Independencia (¿pero, alguna vez se consideraron parte de España?). Los gallegos nunca dicen lo que quieren. Los andaluces lo gritan a golpes de Martinete pero nadie los quiere escuchar. Para colmo se barrunta en algunos mentideros de la Ciudad la posibilidad de que puede volver “Donmanué”. ¡Lo que nos faltaba! Mujeres, hombres, niños y ancianos al borde de un ataque de nervios.
viernes, 19 de octubre de 2012
Irredento urbanita
“Si ganas dos y gastas dos, vas bien
Si ganas dos y gastas tres, vas mal”
- Josep Pla -
No hace muchos años hubo una vez en este país nuestro una necesidad perentoria de conseguir la “segunda vivienda”. Todos formábamos –o al menos así nos lo hicieron creer- parte de una emergente e imparable clase media y teníamos que ir conquistando nuevas cotas de bienestar. Las ciudades configuran el cenit de la evolución de la especie humana. Están dotadas de viviendas, la mayoría no exentas de comodidades, que posibilitan que nada tengan que ver con las cuevas de nuestros trogloditas antepasados (o los “Corrales de vecinos” de mi niñez). Tienen avenidas y calles perfectamente asfaltadas y unos servicios públicos que posibilitan el poder transitarlas de punta a punta. Hay guarderías, colegios y universidades para que nuestros hijos y nietos vayan adquiriendo formación para futuros estériles currículos. En lo cultural hay teatros, museos, cines, salas de exposiciones y pequeños reductos para una música menos elitista y, de paso, hacer millonarios a los dueños de “Tele Five”. En lo lúdico tenemos discotecas, restaurantes, bares, tabernas, plazas de toros y estadios futboleros. Centros de salud, hospitales y farmacias donde recurrir cuando nuestra salud se deteriora. Comercios de todo tipo incluso en nuestro entorno más cercano y, por tener, tenemos hasta un montón de Oficinas del Paro. Decir este tipo de cosas es innegable que resulta una obviedad pero algo habremos hecho mal para convertir este gran invento –la Ciudad- en un hábitat verdaderamente insoportable. La compra de una “segunda vivienda” se nos representaba vital para escapar -aunque fuera transitoriamente- de este asfixiante contexto urbano. En vez de intentar arreglar aquello que marca nuestra cotidianidad, mejor “largarnos” en busca de paraísos soñados (y difícilmente alcanzables). Nos entrampamos hasta la ceja con el convencimiento de que la época de bonanza se perpetuaría en el tiempo. La felicidad consistía en tener una “segunda vivienda” independiente de que a la primera le quedaran años para considerarla nuestra. Una parcela donde poder rememorar al abuelo cuando en Burguillos se llevaba horas, de sol a sol, trabajando en el campo. Molerse la espalda cortando rastrojos e igualando la siempre creciente hierba para, con el añadido de la interminable limpieza piscineril, tenerlo todo en perfecto estado de revista para cuando apareciesen los “gorrones” de turno. El apartamento a pie de playa, para cuando se presente tu cuñado, su santa esposa, sus tres incorregibles niños y ese matrimonio amigo que le ponen pega a todo lo que se les ponga por delante. Luego, cuando desaparecía el periodo estival, veías como nadie se acordaba de ti. El idílico entorno se quedaba huérfano de vida humana y, hasta emigraban las gaviotas. Ahora este falso tinglado, del no menos falso bienestar, se nos ha caído encima de nuestras cabezas. Perdemos el trabajo pero nunca logramos perder las deudas pendientes de pago. Toca, decimos ahora, recuperar el valor de los placeres cotidianos. ¡A buenas horas mangas verdes! Tampoco en casa se está tan mal en verano y, justo es reconocer, que el bronceado nos duraba lo que dura un suspiro.
Posiblemente el problema estaba que cortamos con excesiva ligereza el eslabón que nos unía a nuestros mayores (quien no sabe de donde viene difícilmente sabrá donde está y hacia donde se dirige). Ya todos somos irredentos urbanitas y vemos desesperanzados como el cartel de “Se vende o se alquila” -en el pisito de la playa- se deteriora con el paso de los días. “La Ciudad no es para mí” y ahora parece ser que ya tampoco ni el campo ni la playa.
miércoles, 17 de octubre de 2012
Coloretes gaditanos
“Ni me pinto ni me arreglo / ni me echo coloretes / hasta que venga mi novio de la Feria de Albacete”. Los colores del arco iris se plasmaron sobre el cielo de la tarde gaditana para de manera rotunda decirnos que Dios existe. Pericón, el Beni y Manolo Vargas cantan por Alegrías impidiendo, de manera rotunda, que la pena se instale por la Tacita de Plata. La Perla se templa por Bulerías y las mojarritas bailan alborozadas en la Playa de la Caleta. Dos siglos ya de “La Pepa”. Primer intento histórico y político para que este sufrido país caminara por los senderos de la concordia y la libertad. Evidentemente, tuvo que ser en la Cádiz de la salada claridad -que decía el Poeta- donde tomara forma el primer intento democrático español. La bandera del Juan Sebastián Elcano ondea en el Puerto gaditano y los mares esperan ansiosos los surcos de la españolidad más profunda. Las madres del Barrio de la Viña se persignan cuando salen de sus casas por las mañanas. Las mocitas lo hacen cuando se recogen al despertarse los amaneceres. Juanito Villar se estremece y también lo hacemos nosotros con él cuando canta aquello de: Tu eres la otra, la otra / que a nada tienes derecho / porque no lleva un anillo con una fecha por dentro”. El vaporcito del Puerto cruza la Bahía y los mercantes le tocan a modo de piropos sus sirenas. El Falla se ilumina en noches eternas de comparsas y chirigotas. Nunca pudo nadie mostrar una forma de Cultura popular superior a aquella que cada año nos muestran los gaditanos. “Ni me pinto ni me arreglo / ni me echo coloretes / hasta que venga mi novio de la Feria de Albacete”. Cádiz más que una mano de coloretes –de los que anda sobrado- necesita trabajo para su gente. Nunca la belleza más sublime recibió mayor castigo social y político. Los “cargadores” se afanan en portar sobre sus hombros los pasos semana-santeros gaditanos. Los empleados del INEM sellan las cartillas del Paro que “portan” los “cargadores”. Cádiz es la tierra de España con más hermosos paseos y, lamentablemente, cada día aumenta el número de gaditanos para llenarlos a todas horas. Sevilla siempre se miró en el espejo de Cádiz a través de la ventana del Guadalquivir que se abre y cierra en Sanlúcar. Cádiz, solo se mira a si misma, soñando con la libertad de los mares. Cuando Dios decidió crear Andalucía que duda cabe que la empezó por Cádiz. Es una hermosa muchacha que ni la pintan ni la arreglan ni le echan coloretes. Siempre a la espera de ese novio que viene de la Feria de Albacete y que nunca termina de llegar. Abandonada a su triste suerte pero soñada desde la distancia por los sevillanos que tenemos –o quisiéramos tener- un cuarterón de gaditano. Suenan por Tangos las campanas de la Catedral y nos llena de andaluza melancolía con su estribillo: “Ni me pinto ni me arreglo / ni me echo coloretes / hasta que venga mi novio de la Feria de Albacete”.
lunes, 15 de octubre de 2012
Entre Sierpes y Tetuán
domingo, 14 de octubre de 2012
La duda existencial
“Ni el Clero ni el Derecho Canónico pueden sustituir a la interioridad del hombre”
- Carlo María Montini
(Cardenal de Milán desde 1979 hasta 2002) -
El ejercicio de la reflexión –pensar en definitiva- siempre tuvo mala prensa entre los que quieren pensar por nosotros. El ser humano, desde que nace hasta que deja de respirar, siempre vivió instalado en la duda de todo cuanto le rodea. El maniqueísmo se nos presenta como una táctica preconcebida e impuesta por los poderosos de la Tierra. Nada podemos elevar a la consideración de definitivo, incluyendo aquello que da sentido a nuestras vidas: el amor, la familia y la amistad. En lo político, lo social, lo cultural y lo espiritual, siempre estaremos sometidos a los vaivenes producto de nuestro deambular por la vida y sus cosas. Dice una letra muy conocida del Flamenco: “Yo seré como la mimbre / que la bambolea el viento / pero se mantiene firme”. La libertad es una conquista irrenunciable que, unido a la salud y el afecto, configura cuanto necesita el ser humano sentimentalmente para existir. Jules Renard en una reflexión de duda existencial escribió: “No se si Dios existe pero sería mejor para su reputación que no existiera”. Sin embargo fue un cartero italiano quien al devolver una carta a su remitente puso las cosas meridianamente claras. Escribió escuetamente al dorso de la misiva: “Murió sin dejar señas”. Jesús nos enseñó a buscar a Dios a través del amor y la solidaridad. Otros, desde el báculo y la mitra, que lo hagamos siempre sobrecogidos por el miedo a los infiernos. Existen días que, desde que te levantas, encuentras a Dios por todas las esquinas. Sin embargo, en otros, nunca se te termina de aparecer. La Fe no pude ser una especie de póliza que salvaguarde, a ti y los tuyos, de todo lo malo que te rodea. Dudar en definitiva es el mejor síntoma de que existimos a través del pensamiento y la reflexión. “¿De donde venimos, para que estamos aquí y hacia donde iremos luego?”, configuran las tres grandes incógnitas de la existencia humana. La Filosofía siempre giró en torno a las mismas. Una estampita en la cartera no puede, por si sola, cubrir la gran interrogante de la existencia humana. La religiosidad popular se nos presenta como el camino más certero de llegar al Dios Padre. Nos apoyamos en las imágenes de Jesús y su bendita Madre para que se nos muestre benevolente el Padre Celestial. No es casualidad que la “oficialidad” del Clero nunca “comulgara” con esta forma sentimental que emana del corazón de la gente. Las mujeres sevillanas hace mucho tiempo que cambiaron el “Padre nuestro que estás en los Cielo” por el…. “Padre mío que estás en San Lorenzo”. Necesitan que la Fe –la suya y no la impuesta- tenga efectos visuales tangibles y ahí tienen al Hijo del Carpintero para proyectarla. Duden de cuanto quieran, pero ¿quién es capaz de dudar en Sevilla de la divina presencia del Gran Poder?
viernes, 12 de octubre de 2012
Lo Hispano en el calendario
Hoy es 12 de octubre del 2012. Hoy se celebra el Día de la Hispanidad. También algo que ya se considera anacrónico: Día de la Raza. Fue un 12 de Octubre de 1492 cuando un trianero (¿quién si no?) llamado Rodrigo gritó ¡Tierra! para darle un vuelco rotundo a la Historia de la Humanidad (otros más que Tierra vieron montañas de oro). Somos muchos millones de hispanos unidos por una lengua común y un orgulloso sentimiento de complicidad existencial. Por eso está bien que celebremos este día como algo intrínsicamente nuestro. Desde Cádiz a La Habana. Desde Puerto Rico a Valladolid. Desde Buenos Aires a Sevilla. Desde México DF hasta Cáceres. Todos unidos por una Cultura de tal grandiosidad que sin ella el Arte carecería de sentido. La poesía expresada en su máximo esplendor en las plumas de Rubén Darío y Antonio Machado. La pintura universal del mayor genio del siglo XX, Pablo Ruiz Picasso, contrastada con la mejicana de Diego de Rivera. Las canciones inmortales de Atahualpa Yupanqui cogidas de la mano con las de Joan Manuel Serrat. La magia futbolera de Maradona unida a los detalles “toreros” del madridista Raúl González Blanco. Las cumbres literarias compartidas de Gabriel García Márquez y Miguel Delibes. El inmortal toreo de Juan Belmonte cosido al capote del mexicano Carlos Arruza. Es mucho lo que hoy, Día de la Hispanidad, podemos y debemos celebrar. Ahora, gracias al enorme “tirón” del Fútbol, lo español está de moda. Hace muy pocos años llevar encima algún distintivo rojo y gualda era signo inequívoco del facherío más recalcitrante. Con los grandes éxitos de la Selección Española (la llamada “La Roja”) ya tenemos los colores patrios hasta en los sobres de sopas instantáneas (no es broma). Balcones, ventanas, camisetas y toda clase de abalorios muestran orgullosos los colores españoles. Aquí, nunca tuvimos muy claro eso de que “en el término medio está la virtud”, pasando sin complejos de la calvicie a las siete pelucas. Recurro, una vez más, al rico universo literario del Flamenco: “Ni Vera Cruz es Vera Cruz / ni Santo Domingo es santo / ni Puerto Rico es tan rico pa que lo veneren tanto”. Vivamos gozosos este día, nuestro Día de la Hispanidad, sin alharacas pero orgullosos de compartir una lengua común. Somos los que otros han propiciado que seamos y, seremos aquello que nosotros nos propongamos. No hay más pero tampoco menos. Feliz Día de la Hispanidad para todos los que sienten lo hispano correrle por las venas.
jueves, 11 de octubre de 2012
Pan con aceite y azúcar
“El 1% de la Población tiene lo que el 99% necesita”
Joseph Stigutz - (Premio Nobel de Economía del 2001)
Pan con aceite y azúcar, ese era uno de los principales soportes alimenticio de los niños pobres –la mayoría- de mi Generación. Medio bollo con un agujero en el centro que se rellenaba con aceite de oliva y azúcar de la Azucarera de San José de la Rinconada. Te lo ibas comiendo camino del “Mesón del Moro” intentando apurarlo antes de entrar en el mismo. Procurando, eso si, que todas las manchas cayeran de boca “pa dentro”. La mancha del aceite y la de la honra de las mocitas casaderas eran las más difíciles de quitar. La Historia, sobre todo en sus aspectos más negativos, se empecina en volver a aparecer de nuevo por los recodos de las esquinas. En la actualidad estamos mal, muy mal, motivado por el expolio a que políticos y banqueros -cogidos de la mano- han sometido al erario público. Decir que el ayer fue mucho más penoso es una obviedad que en nada disminuye ni palia la ruina que tenemos encima. ¿Al final debemos reducirlo todo a concretar cuando éramos más pobres: si en el pasado o en el presente? Sacar de contexto una época tan sumamente dura como los años de la posguerra y compararla con la actual es tarea tan estéril como anacrónica. Es imposible comparar ambas épocas de la vida española, andaluza y, sobre todo, sevillana. Lo cierto es que la pobreza alcanza ya a muchas familias sevillanas, con el agravante de que, muchas de ellas, no hace mucho tiempo estaban perfectamente estructuradas en esta falsa Sociedad de Consumo. Comparar la situación actual con la vida que llevaron nuestros abuelos daría como resultado que todavía ganamos nosotros por goleada. ¿Por cuánto tiempo? Esa posiblemente sea la cuestión a debatir. Cada época registra unas coordenadas sociales que cuantifica el grado de Justicia Social comprobando los niveles de pobreza existentes. Hoy, afortunadamente, gozamos de Libertad y pertenecemos de pleno derecho a una Sociedad “moderna” basada en los parámetros de la Democracia. Podemos y debemos cambiar el rumbo de nuestras vidas y, lo más importante, la de nuestros hijos y nietos. Ha sido un largo y duro camino, plagado de toda clase de vicisitudes, hasta llegar exhaustos -pero ilesos- al Puerto de las Libertades. Nada nos ha sido regalado y fueron muchos los que dejaron su vida en el empeño. Conviene no dramatizar más de lo necesario, pero mucho menos frivolizar sobre lo que nos pasa. Vivimos inmersos en la desesperanza como si esta “Partida de Bandoleros” nos hubiera ganado definitivamente la partida. Tomemos con fuerza las armas de la decencia y el civismo para demostrarles –y demostrarnos a nosotros mismos- que nuestra razón tiene sus origines en un modesto –pero noble- pan con aceite y azúcar. Volver a los orígenes, cuando estos estaban inmersos de dignidad y nobleza, no tiene porque avergonzarnos. Todo lo contrario. Somos lo que otros lucharon para que fuéramos. Seremos lo que queramos ser. Hacer lo que nos recomienda el Señor Rajoy (ver pasar los problemas impasibles detrás de los cristales de nuestras casas) es perpetuarnos en la desesperanza. ¡Quien pudiera de nuevo sentir la niñez portando en la mano derecha medio bollo con aceite y azúcar camino del “Mesón del Moro”! Al menos entonces estábamos repletos de esperanza.
miércoles, 10 de octubre de 2012
Oda a la ingestión de fibra
Si aguantamos la carga a duras penas
Y ya el culo se comprime inútilmente,
Urge buscar un agujero complaciente
Y a ser posible provisto de cadena.
Valdrá un “servicio” de Grandes Almacenes
O una Oficina de la Agencia Tributaria,
Un derribo con desniveles y andenes
O un árbol en plena Mercedarias.
Buscará la naturaleza su sendero
Y una descarga dirá: ¡Ahí voy!
Será el momento de recordar a Zapatero
Y también de paso al ínclito Rajoy.
El “Callejón de la peste”
Va entonando su canción:
Aprieta y ponte celeste
Hasta que salga el mojón.
Luego un suspiro se escapa
Con rumor de caracola,
Cuidado al subir la tapa
Si es que “largaste” a pistola.
Dios bendiga a la fibra que se ha ido
Con su clara tendencia redentora.
Gloria eterna a los bífudos activos
Que propician la cagancia a todas horas.
¡Guerra a muerte al estreñío!,
Grita el rollo de papel;
Poneros en el lugar mío:
También tengo que comer.
lunes, 8 de octubre de 2012
El fantasma de la soledad
“Estamos solos. Nacemos solos, vivimos solos y morimos solos. Tan solo el amor y la
amistad consiguen, transitoriamente, que parezca que no lo estamos”
- Orson Welles –
Es inevitable: el fantasma de la soledad, tarde o temprano, nos terminará
atrapando. Será cuestión de tiempo que un día notemos que habitamos ya bajo la
sombra del árbol de la soledad. El ser humano olvida, en no pocas ocasiones,
rellenar su espacio interior priorizando lo banal y superficial. Lo exterior es una
carga efímera que la vida se encargará de irnos despojando. Lo interior es
intrínsicamente nuestro hasta el final de nuestros días. Tengo entre mis primeras
películas de culto una dirigida por Fred Zinnemann (“Solo ante el peligro”). Gary
Cooper se enfrenta a todo y a todos por defender ante si mismo un concepto de la
decencia y la honradez: sus principios éticos. Está dispuesto a morir por no ver
rebajado ni un centímetro su dignidad humana. Nadie está dispuesto a ayudarle
pues viven prisioneros de sus prejuicios y esclavizados por su presente. Todos
encuentran una excusa para no participar en esta noble, justa y desigual pelea. Se
dicen para justificarse: “Él solo se lo ha buscado y que él se las arregle como
pueda” (¿os suena esto como algo familiar en la actualidad?). La recordada Pilar
Miró nos dejó para la posteridad una excelente película titulada “Gary Cooper
que estás en los cielos”. En ella nos muestra la soledad del triunfador (triunfadora
en este caso) en toda su crudeza. Una exitosa directora de televisión encarnada por
la magnifica Mercedes Sampietro tiene que ser operada de urgencia. Tendrá
tiempo de repasar su vida cargada de frustraciones y fracasos sentimentales. Se
siente sola, angustiada y solo encuentra la figura de Gary Cooper como único
asidero. Una de las letras más profundas y trágicas del Flamenco dice: “A quien
le contaré yo / las fatiguitas que estoy pasando / se lo contaré a la tierra / cuando me estén enterrando”
Soledad no es estar solo; soledad es cuando la luna se refleja en
los arroyos y nadie se molesta en mirarla. En el Alfa y el Omega de la existencia
humana es cuando la soledad alcanza toda su crudeza: lloran los niños y los viejos
para no sentirse abandonados. Solos están toro y torero en el redondel de una
plaza llena hasta la bandera. Solos están delantero y portero ante el lanzamiento
de un penalti en un campo vociferante y abarrotado. Solo está el artista ante el
vértigo del lienzo o el folio en blanco. Solas están las Dolorosas sevillanas con sus
lágrimas de cristal pegadas a sus mejillas. Solos están cantaor y guitarrista cuando
la Seguiriya los convoca con su trágica y ancestral pena amarga. Solo se quedan
los campos andaluces cuando la noche extiende sobre ellos su manto negro. Solos
estuvimos, estamos o estaremos. Si al final de nuestros días Dios no viene a
rescatarnos, nuestra soledad ya lo será sin remisión. Soledad tiene nombre de
mujer y de madre: “Que triste vas Soledad / que nadie te da consuelo / aunque sea
por caridad”. Pero el hombre, aunque la esquiva de vez en cuando, siempre la tuvo
a su lado: “Triste soledad la mía / que hasta mi sombra se aparta / por no hacerme
compañía”.
domingo, 7 de octubre de 2012
Vendedores ambulantes
Cambian los tiempos con sus modismos y costumbres e invariablemente nos hacen
cambiar a nosotros. La Sevilla no ya de principios del siglo XX sino de los años
sesenta era radicalmente distinta a la actual. El Centro de la Ciudad donde pasé
mi infancia y juventud estaba llena de vendedores ambulantes (recorrían las calles
portando su mercancía y pregonándola de puerta en puerta). Panaderos portando
su pan –el nuestro de cada día- en carrillos traídos expresamente de Alcalá de los
ídem. Borricos con sus hangarillas laterales llevando melones o búcaros y
cántaros de Lebrija. Toda una cohorte de vendedores, diteros o lañadores de
palanganas y paraguas (amén del inevitable afilaor de cuchillos y tijeras)
formando parte de nuestras vidas y nuestro entorno urbano. Hoy los únicos
vendedores ambulantes existentes –que por cierto son legión- están establecidos en
los mercadillos para que, a módicos precios, saciemos nuestra fiebre consumista.
Heredé de mi madre una memoria fotográfica la cual me permite recordar con
nitidez secuencias de la vida cotidiana de mi niñez. Recuerdo especialmente a un
ilustre vecino de mi “Corral” al que todos conocíamos como “Rafael el de los
camarones”. Era un hombre reservado, bondadoso y con una educación realmente
exquisita. Hermano del famoso “Vicente el del canasto”, salía cada tarde con su
inmaculada chaqueta blanca y portando su canastillo de mimbre cargado hasta los
topes de fresco marisco. Gambas, camarones, cangrejos y mojama (esta última,
parece ser que entonces con poca aceptación, nos la regalaba a los chiquillos a la
vuelta de su particular “Ruta del marisco”) eran los componentes de su costera
mercancía. Todo cubierto con un paño, tan blanco como su chaqueta, previamente
humedecido. El ajetreo de las calles de entonces era tremendo y, exceptuando las
horas centrales de la madrugada, poco proclives al silencio y el sosiego. En
aquellos tiempos faltaba comida y sobraba vida. En los actuales, al paso que
vamos, nos terminarán faltando las dos cosas. No es verdad que cualquier tiempo
pasado fue mejor, ni tampoco es de recibo hacer apología de situaciones –como las
de antaño- de enormes carencias. La vida de los “Corrales de vecinos” era de una
dureza extrema pero también cargada de una gran dosis de solidaridad. Este
Toma de Horas ha surgido después de escuchar en youtube a Elvis Presley
cantando “Crawfish” (Cangrejo) de la película “King Creole”. El origen de la
mayoría de los Toma de Horas son imprevisibles y creo, sinceramente, que son
ellos los que me buscan a mí. Los vendedores ambulantes se fueron difuminando
poco a poco de nuestras vidas y se quedaron anclados en una Sevilla de hambruna
combatida con panes compartidos. Todos los caminos nos llevan a Roma y todos
los senderos al paraíso perdido de la infancia.
viernes, 5 de octubre de 2012
Eternos desubicados. Desubicados eternos
Los seres humanos cubrimos nuestra existencia terrenal imbuidos en una
sempiterna desubicación. Buscamos de manera permanente una ubicación acorde
con nuestros anhelos y ambiciones. Queremos, en definitiva, ser otra persona más
atractiva; más rica; más culta; más sana y más acorde con unos cánones sociales
difícilmente alcanzables. Esto, en esencia, no se nos debía aparecer como algo
manifiestamente malo ni tampoco bueno per se. El bajo quiere ser alto y el gordo
quiere ser flaco. También puede darse esta disyuntiva justamente al revés. El rico
sueña con pertenecer al mundo de los muy ricos. El pobre lo hace, simple y
llanamente, con dejar de serlo. Los chinos sueñan con ser japoneses. Estos a su vez
con convertirse en norteamericanos. Los del país de las barras y estrellas quisieran
ser ingleses. Los compatriotas de “Los Beatles” con una pátina de
afrancesamiento. Los franceses tienen como referencia a los italianos. Desde la
bella Italia sueñan, sin reconocerlo, con ser españoles. Desde la Piel de Toro se
sueña con ser argentinos. Al final, como no podía ser de otra forma, todos
terminamos navegando por el Mar del Plata. Eternos desubicados en busca de
paraísos difícilmente alcanzables en vida. Desubicados eternos con el estrés y la
ansiedad cosidos a nuestra piel. Te pones nervioso por la inminente llegada de las
vacaciones. Después lo estás por comprobar que los días pasan excesivamente
rápidos. Te quemas los labios con el primer café mañanero por tener el coche mal
aparcado. Saludas a los amigos levantándoles el brazo por las calles como si
fueras un juez de línea. Templanza es, o debía ser, el mejor antídoto contra la
desubicación. Vivimos unos tiempos realmente complicados (¿cuándo no lo fueron
para nosotros?) y ya todo resulta manifiestamente empeorable. Pero esto no puede
–o al menos no debía- justificar el que vivamos permanentemente con la “quinta
marcha” puesta. Tenemos problemas muy serios pero nunca podremos resolverlos
desde la angustia existencial. Nunca, como ahora, nos hizo más falta la existencia
de Dios y nunca, como en el presente, tenemos más motivos para dudar de todo.
Ves una carta en el buzón y casi das por sentado que serán malas –o regulares-
noticias. Te llama un amigo del que hacía tiempo no tenias noticias y ya puedes ir
preparando la chaqueta de los tanatorios y camposantos. Tú te ubicas mal en el
presente; otros te ubicaron mal en el pasado y algunos te están ubicando en
un “futuro” lleno de ladrones. Luchar contra este estado de cosas es tarea
hartamente compleja. Nos han convertido en hombres-máquinas y nosotros,
dócilmente, la hemos engrasado de manera voluntaria. Decir en una reunión que
siempre estabas súper-liado y que nunca tenías tiempo para nada era una manera
de distinguirse socialmente. Ahora nos dicen que ha llegado el momento de volver
a ubicarnos allí donde nos dejaron un día nuestras abuelas. ¿Daremos con el sitio?
Posiblemente sea verdad aquello de: “Nunca es tarde si la ubicación es buena”.
miércoles, 3 de octubre de 2012
El noble oficio de Escribidor
No confundamos los términos. Un escribiente era aquel que tramitaba papeles
burocráticos (hoy lo hacen los ordenadores). Un escribidor era aquel que
gestionaba con su pluma las carencias educativas de una parte, pobre de
solemnidad, de la población (hoy lo cubre la alfabetización). “La tía Julia y el
escribidor” de Mario Vargas Llosa se nos configura como una de las grandes
novelas latinoamericanas. Nadie debía perder la luz de este mundo sin leerla. Los
escribidores, valga la redundancia, escribían cartas ajenas de amor al amparo de
sus conocimientos ortográficos. Misivas para hijos que prestaban el Servicio
Militar fuera de sus hogares. Unas madres ahítas de preocupación, o enamorados/
as desesperados/as por “llevarse al huerto” a su amada/o, como
principales “clientes” de los escribidores. Entre las intenciones del “encargador” y
las misivas del escribidor siempre existía una clara y notable diferencia. Por
razones obvias, en las zonas más pobres de Sudamérica es donde más proliferaron
los escribidores. La figura del escritor se nos aparece al margen de escribientes y
escribidores. Aunque posiblemente en la figura de los segundos estuviera el
germen de los excelentes escritores sudamericanos. Recuerdo en mi etapa
de “ardores guerreros” en Ceuta como, entre los reclutas, el índice de analfabetos
extremeños y andaluces era demoledor. Participé activamente en una
eficaz “Campaña de alfabetización”, posibilitando que la mayoría de ellos se
licenciaran sabiendo leer y escribir y lo que se conocía entonces como “las cuatro
reglas” (sumar, restar, dividir y multiplicar). Me invade la ternura recordando a
Fermín, un pastor de cabras de Guadix, analfabeto integral y que se marcó como
meta, antes de licenciarse, poder escribirle a su novia una carta de amor con su
puño y letra. El sentido de superación de la existencia humana en su máxima
expresión. El día que lo hizo nos demostró a todos que, con el orgullo por
bandera, no existen metas imposibles. Los escribidores ya forman parte de la
Historia en su vertiente más noble. Cubrieron una época mojando sus plumas de
aves exóticas en los tinteros de los mares de la pena. Llevaron el consuelo de las
misivas de amor a los ausentes temporales. Se hicieron participes de sentimientos
que nacían del corazón de la gente humilde y sencilla. Nunca el ejercicio de leer y
escribir tuvo mayores connotaciones sentimentales. “No se te olvide darle muchos
besos de mi parte y que se cuide mucho”, decían madres enlutadas atrapadas por
el llanto amargo de Andalucía. “Los santos inocentes” del Maestro Miguel Delibes
flotando por el aire como almas errantes. Hoy, las cartas están previamente
marcadas y lo escribidores ni están ni se les espera. Sabemos todos leer pero
solo “ellos”, los poderosos, entienden lo que escriben. Los escribidores de antaño
eran notarios de un tiempo donde los sentimientos se expresaban mojando sus
lágrimas en los folios viajeros. Lo dice un inmortal Cante por Toná: “En el barrio
de Triana / ya no hay pluma ni tintero / pa escribirle yo a mi mare / que hace tres
años que no la veo”.
lunes, 1 de octubre de 2012
El espíritu se serena
Ahora, cuando me siento frente al ordenador, son las 8 de la mañana de un 30 de
septiembre. Estoy escuchando una magnifica interpretación del “Concierto de
Brandemburgo” de Johann Sebastian Bach. Es de esas mañanas que te levantas
extrañamente feliz. No te ha acontecido nada nuevo que te lleve al necesario
camino del gozo. Eso si, has descansado bien y, al menos, las noticias que te llegan
de tu entorno más querido no han empeorado de momento. Vivimos de sobresalto
en sobresalto y tenemos la sensación de que la felicidad hace tiempo que voló de
entre nuestras manos. Que duda cabe que si existe algo legitimo en la vida de un
ser humano es el loable intento de buscar la felicidad. Esta solo nos llegará por
medio de ráfagas ocasionales y las mismas las debemos saborear en toda su
intensidad. El ejercicio de vivir siempre será un compendio de luces y sombras.
Cada vida es un universo unipersonal donde se interiorizan gozos y penas. Me
contaba un amigo como en un Hospital se le entremezcló la tristeza y la alegría con
un intervalo de quince minutos: en la 2ª Planta falleció su padre y en la 4ª le nació
su primer nieto. La muerte y la vida separada por un cuarto de hora. Primero le
dijeron que había sido huérfano para después confirmarle que también era ya
abuelo. ¿Qué sentimiento ganó la batalla aquel día? Posiblemente ninguno y en
ellos quedaron reflejados cuanto de contradictorio tiene la existencia humana. Los
placeres que te acercan a la felicidad están enmarañados en la cotidianidad.
Tomar un café o una copa en buena compañía. Besar las cabecitas de tus nietos
con los dulces efluvios de “Nenuco”. Ser solidario, bondadoso y noble con quienes
te acompañan por estos mundos y mares de Dios. Cubrir gozoso la aventura de
vivir leyendo a García Márquez, Machado, Faulkner o Cernuda. Volar con la
música de Bach, Mozart o Paco de Lucía. Sentir tu alma palpitar con el quejío de
Caracol; la sapiencia cantaora de Mairena o la inigualable musicalidad de Vallejo.
Vibrar emocionado con el baile de Antonio Gades o Manuela Carrasco. Quedar
embrujado con la magia del Séptimo Arte en la maestría de Buñuel, Coppola,
Wilder o Capra. Sentir tu pie derecho enfundado en una negra sandalia pisar un
año más la rampa del Salvador. Tocar el talón del Señor rozando el filo de su
túnica. Verla a Ella, en toda su belleza, vestida de celeste según se entra a la
izquierda por San Nicolás. Son los pequeños placeres cotidianos que tratan de
secar en parte las lágrimas vertidas en este Valle de ídem. “Amar en tiempos
revueltos” se nos presenta tan necesario como soñar en tiempos de penuria. Nadie
escapa, tarde o temprano, al abrazo del fantasma de la soledad. Vivimos tiempos
compulsos y asfixiados por los problemas que marcan nuestras vidas. No debemos
-ni podemos- renunciar a nuestra necesaria cuota de felicidad. La vida es corta,
excesivamente corta, como para perderla buscando la imposible inmortalidad.
Pasan los años y con ellos pasaremos nosotros. Buscamos al bosque en su
conjunto, sin entender que un solo árbol puede darnos la fresca sombra que
necesitamos para vivir.
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