los zarzales tienen púas
y rompen los delantales.
Con tiempo libre y si las obligaciones mundanas lo permiten es altamente recomendable una visita pausada a los Mercados de Abastos (lo que se conoce de toda la vida como "ir a la plaza "). El Mercado de la Encarnación; de la Calle Ancha la Feria o de Triana son verdaderos templos gastronómicos. El trato personalizado en torno al triángulo perfecto: dependientes, cliente y producto. Un mundo de coloridos y sensaciones donde todo está dispuesto con absoluta precisión. Los espacios vacíos entre los alimentos de los puestos son un signo inequívoco de una buena mañana de ventas. Con el paso de los años los Mercados han evolucionado hacia formas donde se prioriza la higiene concensuada y la calidad de los productos a la venta. Desde niño siempre me gustaba acompañar a mi madre al Mercado de la Encarnación y me fascinaba el trasiego que allí reinaba. Recuerdo que era en los Puestos de Pescao donde mi interés se mostraba más despierto. Observo con regocijo que es de las cosas que menos han cambiado. Los peces, ya reciclados en pescaos, expuestos en un mármol blanco con pequeños trocitos de hielo y alguna matita de peregil. Todo distribuido matemáticamente en una volumetría que imposibilita que el pez grande se coma al chico. Luego está la infantería que los pone a nuestro alcance. Al fondo del Puesto el pescaero cortando filetes de atún y troceando las merluzas de pincho. En primera línea las pescaeras con sus blancos delantales inmaculados; el pelo recogido y las caritas pintadas como para ir de boda. Un mundo apasionante donde la cordialidad sevillana se nos muestra en todo su esplendor. Los delantales de las pescaeras sevillanas como ejemplo inequívoco de que en esta Ciudad la belleza inmaculada toma caminos imprevisibles.