“A Manuel Chaves Nogales ejemplo de civismo democrático”
Hace tiempo, mucho tiempo ya, que decidí valorar a las personas en función de sus valores humanos dejando en un segundo plano lo que piensan o sienten. Somos lo que hacemos, no lo que pensamos o sentimos. En la mayoría de las ocasiones los malos pensamientos se quedan en la nave que nunca termina de partir. Los malos actos, aparte de sus nefastas consecuencias, terminan destruyendo a los que los ponen en práctica. El como se actúa se convierte en lo prioritario en detrimento de ideologías que, en muchas ocasiones, no son más que la construcción de una “trinchera” donde poder establecer quienes son los “buenos” (los que piensan de manera similar a la nuestra) y los “malos” (aquellos cuyo pensamiento es distinto al nuestro). Un buen vecino; un buen compañero de trabajo o un buen amigo lo son en función de su comportamiento cívico; su concepto de la solidaridad; su bondad y la manera que tenga de relacionarse con los demás. Que una persona por la cual tú sientas afecto vote a VOX; a PODEMOS; al PSOE o al PP no deja de ser una opción personal que en nada debe afectar a las relaciones personales. Desgraciadamente en la actualidad el sectarismo y el populismo impregnan profundamente a todo el conjunto de la Sociedad y condiciona la valoración que hacemos de las personas. El frentismo político es pernicioso por su propia naturaleza ya que desnaturaliza el verdadero sentido de la Democracia: la confrontación pacífica de las ideas en beneficio del bien común. Entiendo que estás apreciaciones no son más que un ejercicio de “buenismo” que resbala en la escurridiza espalda del sectarismo militante. Soy un bético que tiene entre sus grandes amigos a insignes sevillistas. Un viejo socialista que cuenta con el aprecio y la amistad de gentes de derecha. Un bohemio soñador que se reúne desde el afecto con pragmáticos de armas tomar. Un creyente con dudas y altibajos que se junta a diario con agnósticos y ateos que, sin ellos saberlos, profesan la Fe de los que esperan siempre la conversión. Cuando ya tan solo seamos la sombra de una foto en sepia o el vago recuerdo en la memoria sentimental de quienes bien nos quisieron seremos recordados, a que dudarlo, no por lo que pensamos o sentimos sino por lo que hicimos. Los “profetas” de la política y los medios de comunicación nos manipulan a diario para contextualizar a quienes debemos considerar amigos o enemigos. Vivimos inmersos en unos mecanismos de manipulación permanente. El concepto de libertad está ya tan devaluado que lo solemos confundir con libertinaje. Somos robots mediáticos hábilmente programados para votar, producir y consumir. ¿Nuestra valoración como personas? ¡Por favor, esta Sociedad no tiene tiempo ni ganas de simplezas!