Beethoven con su música
simboliza la fuerza de la Tierra y la exaltación
de los sentidos ante la fuerza de la Naturaleza. Mozart es un compendio de suma belleza donde
armoniosamente consigue a golpes de pentagramas que la Humanidad
tenga definitivamente su Banda sonora. Bach es el espíritu sublime de la divinidad hecha
música. Tierra, Belleza y Dios
unidos por tres compositores inmortales que con su música nos hicieron soñar,
pensar y sentir. Gustav Mahler se nos
representa como el culmen de todos y de todo.
Su Segunda Sinfonía (cuya
partitura original fue subastada por Soyheby´s
el pasado noviembre por cuatro
millones de euros) condensa y resume la andadura de los humanos, enredados
entre gozos y penas, por la corteza terrestre.
El amor y el desamor hecho pura poesía musical. Mahler
templa el tiempo y nos seduce desde la belleza de las cosas intemporales. Su música se abre camino por los senderos de
la duda para demostrarnos sin paliativos que la certeza puede existir. Nos atrapa amorosamente y nos libera del yugo
de la orfandad. Este compositor checo se
nos representa como el máximo y más preclaro exponente del postromanticismo. Un
bohemio soñador y un intelectual portador de emociones que falleció en Viena cuando contaba cincuenta años de
edad. Eterno y sublime su música
traspasa las fronteras del tiempo para instalarse en las almas sensibles. Gustav
Mahler o la eterna verdad de la música atemporal.
Juan Luis Franco – Lunes Día 27 de Febrero del 2017