Lo conocí cuando su juventud y la mía ya empezaban a declinar. Se
llamaba –y se llama- Agustín Olmedo García. Hoy, con un metro setenta de
estatura, debe rondar los ciento veinte kilos de peso. Una barbaridad y un
claro problema de alteración del metabolismo pues siempre ha sido una persona
de poco apetito y, eso si, de muchos, muchísimos, cortaos de café diarios y de
un montón de cigarrillos. Es un hombre
inquieto, culto, bondadoso y con unos conocimientos de Cine realmente
apabullantes. Sus cambios de look son permanentes y unas veces va vestido de
dandy a la vieja usanza (el Gran Gatsby en versión macarena) y otras de rockero
de los años setenta (un Elvis del Club-Yeyé). El pelo lo mismo lo tiene largo y cogido con
una coleta que semi-corto y engominado hasta las orejas. Los tatuajes le cubren
ya parte de la espalda, el pecho y los brazos. Su profesión era –hoy ya está jubilado- la de
una especie de maître-barman-cocinero para las que demostraba una gran
capacidad lo que le hizo trabajar en los mejores hoteles de la Ciudad y algunos de
Sudamérica. Casado felizmente con la santa de Mercedes, padre de cuatro hijos y
abuelo de cinco nietos nadie se explica su fuerte tendencia a la ansiedad y a
la depresión. Cuando no tiene problemas –cosa que ocurre la mayoría de las
veces- anda seriamente preocupado por los que puedan sobrevenirles.
Encontrártelo por la calle y decirle que lo ves con buen aspecto es el camino
más corto para que la amistad naufrague.
Cuenta ya en su haber con tres “intentos” de suicidio que no dejan de
ser un reclamo para que sus allegados presten más atención a sus “serios”
problemas de salud. Estos “intentos” de
quitarse la vida se enmarcan dentro del mayor de los surrealismos y no me
resisto a contarlos con más o menos detalles. La primera vez que se le pasó por
la cabeza quitarse de enmedio estaba trabajando en Caracas. Me contó un día que por aquellas fechas había
roto con una novia que tenía en Venezuela y que, por distintos motivos, lo
estaba pasando bastante mal. Una tarde de Viernes Santo se acordó lo lejos que
estaba su familia y su “Sentencia” del alma y se dijo “a tomar por culo, esto
se acabó”. Se preparó en un vaso de boca
ancha una dosis generosa de Bourbon y un
par de cubitos de hilo y depositó en la misma mesita un bote de barbitúricos
con la intención de tomárselo entero.
Pero su gran afición al Cine le salvó la vida. En la televisión
venezolana estaban emitiendo la película “Psicosis” de Alfred Hitchcock que dicho
sea paso el no había teniendo ocasión de verla todavía. Se fue metiendo en la
trama de la película y al terminar observó que el vaso de Bourbon estaba vacío y
del bote de pastillas ni se había acordado. Lo volvió a depositar en el
botiquín del cuarto de baños con el convencimiento que aquel día no tocaba. “A
tomar por culo, hoy no toca”, se dijo
para sus adentros. Otra intentona me la contó un día su hijo y aquello fue ya
la repera. Fue un día a verlo pues la madre le comentó que hacia un par de días
que lo notaba raro y que no estaba muy tranquila de verlo tan melancólico. Como
vieron que tardaba en salir de la cocina entraron para verlo y se llevaron la
gran sorpresa de que se estaba tomando un bote de Fairy con los ojos
desencajados. Llaman a Urgencias y aparte de decirles que les mandan una
ambulancia que mientras tanto lo sienten con la cabeza hacia abajo y le den a
ingerir toda el agua que sea capaz de tragar. Me cuenta el hijo que nada más
tomar los primeros buches se convirtió en una máquina de echar pompas de jabón
por la nariz y la boca. Abrieron la ventana de la cocina para que respirara y
dice que las pompas salían flotando hacia el exterior.
El tercer intento, y esto es absolutamente cierto, intentó cortarse las
venas con un ¡tenedor de palo! y solo consiguió hacerse un montón de arañazos. Parece
ser que ya desistió para siempre de acometer nuevas intentonas y dicen los que
bien lo conocen que el nacimiento de su primer nieto fue fundamental para
agarrarse a la vida..
Motivado por serios problemas de espalda (secuelas de de su profesión)
le concedieron la Pensión Absoluta
por Invalidez apurando sus últimos años en activos en regentar un Video-Club.
Esa etapa creo que fue la más placentera
de su vida pues hacia algo que le gustaba enormemente que era estar todo el día
alquilando y, sobre todo, hablando de Cine. Se deprimía, eso si, viendo el
gusto tan hortera de la gente que solo alquilaba películas banales donde predominaban los efectos especiales. Más
todavía cuando le aconsejaba a alguien que se llevara una película a la que
consideraba una obra maestra y al devolvérsela le decían que era un tostón. Solía comentar que si los
sociólogos a punto de terminar la
Carrera querían hacer una buena tesis doctoral que se fueran
una tarde de sábado al Video-Club. Allí podrían
observar el “nivelito” del personal a la
hora de escoger las películas.
La infancia y juventud de Agustín transcurrieron en el Barrio de la Macarena dentro de una
excelente y honrada familia compuesta por su abuela, sus padres, tres hermanas
(el era el menor), un canario y un par de gatos. A pesar de que nunca careció
de nada ni en lo material ni en lo afectivo él mismo reconoce que ya de niño
apuntaba maneras como futuro depresivo. Solía entrar en fases de tristeza sin
que nadie ni nada pudiera justificar tal estado de ánimo.
Los diversos psiquiatras que los han tratado a la lo largo de su vida
nunca han sido capaces de detectar el origen o las causas de sus continuos
altibajos emocionales. En la actualidad Agustín vive en un pueblo del Aljarafe.
Me llamó hace un par de días por teléfono para saber de mí y de mi gente
(siempre les mostró un gran afecto a mi madre y a mis hijas). Me comenta que
con diferencia está pasando la mejor etapa de su vida y que ya tan “solo” se
toma seis pastillas diarias para la ansiedad y la depresión. Me dice que entre
los dolores de espaldas y el sobrepeso sale ya muy poco de su casa. Se lleva
todo el día leyendo y ordenando su amplísima cinemateca a la espera de la
visita de sus nietos. Anda empeñado en
emborronar unos folios con sus memorias y lo noté, afortunadamente, muy
ilusionado. El titulo de cuanto escriba lo tiene casi hecho: “Venturas y
desventuras de un cinéfilo depresivo”.
Juan Luis Franco – Lunes Día 30 de Noviembre del 2015