“Por la calle de la Plata
yo vi tus ojillos
negros
y por poquito me
mata”
A Sanlúcar de
Barrameda se arriba de tres posibles maneras. Desde Sevilla navegando a través de un río Guadalquivir (“Río de mi Sevilla / no te entretengas / que te espero en
Sanlúcar a la mar inmensa / Con que desgana dejarás las orillas de tu Triana”)
bañado de sueños imposible y de amores soñados en poemas del alma. Desde el Puerto de Santa María añorando “La arboleda perdida” de Rafael Alberti y a través del carril de
las “Mirris” (“Desde Sanlúcar al Puerto / hay un carril / que lo habían hecho las
Mirris / de ir y venir”). Desde Jerez
por una ruta de viñedos de caldos ensolerados y de cantes tan añejos y
puros como las botas de sus bodegas. Se
debe llegar siempre a Sanlúcar con el
alba y se le da los buenos días al Coto
de Doñana desde el barrio marinero de Bajo
de Guía. La mágica sonanta del
maestro Manolo Sanlúcar y lo ecos
rocieros de Sal Marina llenan el aire
de los mejores soniquetes andaluces. Como antídoto para el alma buscar refugio
al mediodía en el placer de saborear ese oro líquido llamado Manzanilla. Un camino recto y sin
subterfugios para estar en paz con Dios
y los hombres. Ver, en sus lentos atardeceres, como se muere la tarde desde la
playa de Las Piletas es comprobar
como mueve el Sumo Hacedor su divina
paleta de colores. La madrugá sanluqueña
es un canto a la nostalgia de los paraísos soñados y perdidos. Sus calles en la
penumbra de la noche nos invocan a tiempos pasados donde el esplendor llegado
vía ultramar convocaba a toda la aristocracia española. La noche sanluqueña
alcanza su cota de máximo esplendor cuando Encarnación
“La Sallago ”
canta por Toná desde el mirador
flamenco del Barrio Alto. Sanlúcar,
donde el reloj de la Plaza del Cabildo marca siempre la hora de la Baja
Andalucía.
Juan Luis Franco – Viernes Día 28 de Abril del 2017