El pasado sábado falleció a los 66 años de edad el escritor Rafael Chirbes. Vivía en las afueras de un
pequeño pueblo alicantino llamado Beniarbeig
sin más compañía que un par de perros y su extensa y valiosísima biblioteca. Lo
descubrí hace ya algunos años en el Mercadillo
del Jueves. Vi sobre una raída sabana extendida por el suelo un libro que
llamó mi atención. Su autor era un tal Rafael
Chirbes y se titulaba “Los viejos
amigos” (2003). Su voraz lectura no hizo más que confirmarme que había
encontrado a un autor al que seguiría siempre de por vida (la suya o la
mía). Poco a poco me fui haciendo de
todas sus novelas publicadas hasta llegar a lo que entiendo representa el
culmen de su obra: “Crematorio”
(2007-Anagrama) y, fundamentalmente,
“La otra orilla” (2013-Anagrama). En esta última queda narrado
de manera absolutamente deslumbrante y demoledora el periodo de corrupción que
ha padecido -y padece- nuestro amado y maltratado país. Recuerdo no hace mucho
una entrevista televisiva que le hicieron a Rafael
Chirbes en el programa “Página 2” de RTVE.
En la misma dejó meridianamente clara su lucidez y su activo
escepticismo totalmente desprovisto de tanta moralina al uso. Venía a decir que
él no era un cura ni tampoco un psicólogo con fórmulas mágicas para sanar almas
y cuerpos. Era, simple y llanamente, un
escritor que entendía la
Literatura como una forma de agitación social y un tañer de
campanas para despertar las conciencias adormecidas. Sus novelas fueron
traducidas a varios idiomas y, en vida, consiguió todos los premios literarios
nacionales habidos y por haber. Huía de la fama aunque esta se empeñaba en
atraparlo a través de sus grandes éxitos de ventas. El pasado lunes le detectaron un cáncer de
pulmón (era un fumador empedernido) y a los cinco días de tan triste diagnóstico
le dijo adiós a la vida. Se diría que puestos a morir mejor hacerlo con las
botas (pluma y tintero) puestas y sin dar muchos problemas a familiares y
amigos (¿dónde hay que firmar?). Tuvo tiempo de terminar la que ya será su
novela póstuma (“París-Austerlitz”) y
enviarla a la Editorial Anagrama que
la publicará posiblemente el próximo enero. Tiempo estos complicados de
asimilar donde las pérdidas las contamos ya por legión. Leerlo y admirarlo será
el mejor homenaje que podemos hacerle a
él y, fundamentalmente, a nosotros mismos. Descanse en paz Maestro. Hasta
siempre y gracias por todo don Rafael.
Juan Luis Franco – Martes Día 18 de Agosto del 2015