jueves, 30 de marzo de 2023

Por los Caminos de Dios

A Enrique Casellas Pregonero sevillano de lunas y soles

Horas, muy pocas horas, y una vez mas volverá a levantarse el telón de este Teatro de los sueños, las emociones y las sensaciones (la vida en definitiva) al que los siglos conocen como la Semana Santa de Sevilla. La Fe, las Tradiciones, los Sentimientos y el Arte mas sublime caminarán atados amorosamente a la Pasión, Muerte y Resurrección del Mesías. Veremos, viviremos y gozaremos con los presentes recordando emocionados la ausencia de los que ya forman parte de una Sevilla eterna y celestial. A diferencia de la nostalgia de la Navidad (la Fiesta de las sillas vacías) la Semana Santa se nutre en la calle de olores, colores y sabores que se expresan con el rotundo soniquete de las Bandas de Cornetas y Tambores y la magia de las Agrupaciones Musicales que consiguen aliviar, a través de la música, el profundo y sevillano dolor de la Madre de todas las madres. Una Sevilla profunda en el fondo y algunas veces, a que negarlo, efímera y baladí en las formas. El conjuro de una Ciudad, la nuestra, que se debate entre la Poesía mas profunda y el ripio que nace de la impostura. Todo, absolutamente todo, cuanto Sevilla representa está fielmente reflejado en nuestra Semana Mayor. Esta Ciudad mas que dual se nos muestra variopinta y siempre triunfante ante el permanente embate de sus contradicciones. Son días donde la magia se confunde entre filas de nazarenos que nunca sabemos muy bien si van o vienen. La Estación de Penitencia es un anden donde siempre existe un continuo relevo generacional de subidas y bajadas. Lo importantes es que el tren de los nazarenos sevillanos nunca vaya vacío. Así lo cantaba el querido y añorado Pascual (sobra el apellido): “Nazarenos de Sevilla por los caminos de Dios”. En Sevilla la vida es una semana; siete días y ciento sesenta y ocho horas. El tiempo sevillano donde priman los momentos sobre las horas. Vivamos siempre con la Esperanza y la ilusión intacta de los niños y con las almas en perfecto estado de revista. Los caminos de Dios son inescrutables con la excepción, bendita excepción, de la senda que surca el suelo sevillano. Aquí si sabemos de donde venimos, donde estamos y hacia donde vamos. Es lo que suele ocurrir cuando en el Arte se complementan la Fe, la Tradición y los Sentimientos. Los Caminos de Dios al sevillano modo. 

viernes, 24 de marzo de 2023

Calle Levies



La Judería sevillana se nutre en sus estrechas y mágicas callejas del paso de la Historia de una Ciudad, la nuestra, que siempre deja un halo de misterio entre lo pasado a través de la Historia y lo imaginado a través de la Leyenda. Por aquel entorno la calle Conde de Ybarra, Vidrio, Virgen de la Alegría, Verde (que te quiero verde) Céspedes, Levies o el Pasaje Zamora siempre nos llevan a la Casa Natal de don Miguel Mañara y a la Plaza de las Mercedarias. Esta zona, afortunadamente, está todavía libre del reflujo turístico que alivia considerablemente la Economía de la Ciudad pero que como contrapartida termina desvirtuando su idiosincrasia. Pasear por las calles de la Judería sevillana con visita obligada a la Iglesia de San Bartolomé y, fundamentalmente, a la de Santa María la Blanca es un ejercicio de búsqueda de nuestros orígenes judíos y sevillanos. En definitiva somos lo que determinan nuestras raíces y en ellas habita cuanto de nobleza anida en nuestros corazones. Para muchos de los que allí pasamos nuestra infancia y juventud la Judería sevillana representa nuestra particular Ítaca donde siempre terminamos por volver. La vida es ese carrusel que después de dar infinidad de vueltas siempre termina parándose en el punto de partida. No hay mayor verdad existencial que aquella que dimana y se fundamenta en nuestros orígenes. Si olvidamos de donde venimos difícilmente sabremos hacia donde vamos. La belleza de un árbol siempre estará en la frondosidad de sus ramas pero su consistencia y verdad está en sus raíces.   

viernes, 17 de marzo de 2023

Música, desmesura y mortalidad



Al repasar los grandes (muy grandes) músicos del Jazz y el Rock que fallecieron con muertes  muy prematuras es inevitable no sentir una cierta sensación de escalofrió. La desmesura en las grandes adicciones (drogas y alcohol)  y los accidentes (fundamentalmente de aviación) son los principales causantes del finiquito existencial de grandísimos artistas. Citemos algunos de los mas relevantes de esta larga lista. Marquemos entre paréntesis a la edad que fallecieron. Otis Redding (26); Elvis Presley (42); John Coltrane (40); Charlie Parker (34); Billie Holiday (44); Clifford Brown (25); Buddy Holly (22); Jimi Hendrix (27); Janis Joplin (27) y Kurt Cobain (27).  Todos geniales artistas que en sus cortas vidas nos dejaron un legado discográfico y existencial difícilmente superables. Sin muchos de ellos y ellas no sería posible evaluar en la actualidad  la extraordinaria dimensión que han alcanzado tanto el Jazz como el Rock. En el colmo de la estupidez y la banalidad se escribía en esos días aquello de: “Vive todo lo deprisa que puedas y a la postre podrás dejar un hermoso cadáver”.  La muerte es lo  más solemne a lo que nos enfrentamos los humanos pues, aparte de irreversible, se no muestra como rotundamente definitiva. Cuando una persona muere en plena juventud se produce un grave deterioro en las leyes naturales de la existencia. Los artistas no debían quedar exentos de esta valoración. Cuando falleció Mozart tenía 35 años de edad. Se le atribuyen 621 composiciones donde abordó con una extraordinaria clarividencia todos los géneros musicales de la Música Clásica.  Su hermana escribió que ya componía con 5 años de edad. Da una cierta sensación de vértigo pensar cual hubiera sido la obra musical de Mozart con una existencia mas longeva. Magnificar la muerte en su expresión mas mezquina e irracional (la juventud) no deja de ser un canto al vacío y a la orfandad existencial. La muerte tiene un alto precio cuando atrapa a alguien en la plenitud de su existencia. Es la vida con todas sus consecuencias, positivas y negativas, lo que debemos magnificar. La muerte es mezquina y cruel por su propia naturaleza.