sábado, 6 de noviembre de 2021

Tres semanas para la Historia



La noche trae repiques de campanas 
Con soniquetes de Puente de Toreros 
Vuelve la luz que alumbra la mañana 
El que camina firme entre luceros.

Aunque algunos se empeñen en lo contrarío Sevilla siempre supo distinguir entre lo sustancial y lo efímero. La salida y estancia del Señor del Gran Poder en lo que algunos llaman, despectivamente, "Territorio comanche " ha sido tan beneficiosa como histórica. Barrios humildes donde el día a día se presenta cualquier cosa menos fácil. Por unos días (esperemos que sirva de precedente) sus vecinos se han sentido gente importante y tan sevillanos como los demás. Los medios de información locales han dedicado muchas páginas y horas en focalizar el tránsito del Señor por esos lares. Lugares urbanos dejados de la mano de Dios y, sobre todo, de los que nos administran vidas y haciendas. Hoy, después de su periplo catedralicio, el Nazareno de San Lorenzo vuelve a su Casa. Allí volverá a su rutina (bendita rutina) de atender los ruegos, súplicas y confidencias de la gente (su gente). La que siempre lo tiene como un faro luminoso que alumbra los encrespados mares de la vida. Su temporal ausencia ha sido sentida hasta en los décimos (no vendidos) de la Administración de Lotería de la Plaza de San Lorenzo. Como decía Santa Teresa, Dios está en todas partes y el Gran Poder es, en Sevilla,  la parte sustancial de todas las partes. Vuelve a su Casa mostrandonos que la verdadera Evangelización consiste en predicar y dar trigo. Tres semanas, tan sólo tres semanas,  que ya quedarán grabadas para siempre en la Historia de la Ciudad.




jueves, 4 de noviembre de 2021

Toma tercera

El cine no es un arte que filma la vida, el cine está entre el arte y la vida. (Jean-Luc Godard)


Entre el 5 y el 13 de este mes se va a celebrar en Sevilla la 18 Edición del Festival de Cine Europeo. Una más que excelente programación de películas, documentales y cortometrajes que bajo la solvente dirección de José Luis Cienfuegos nos auguran una gran fiesta para cinefilos e iniciados. La celebrada, contra viento y marea, en la pasada Edición supuso un arriesgado ejercicio en plena pandemia pero que, a la postre, fue el triunfo de la sensatez, la perseverancia y el amor incondicional al cine. El Festival de Cine de Sevilla ya ha llegado a su mayoría de edad y está considerado como de los mejores de nuestro país. Hace falta que la Ciudad lo acoja (como ocurre en San Sebastián) como uno de sus eventos culturales más importantes. Hay que invertir por parte de nuestras autoridades en una mayor y mejor proyección publicitaria. Focalizando la atención en los jóvenes (los futuros cinefilos) con bonificaciones y fórmulas que lo hagan más atractivo. Sevilla ha sido, es y será siempre una Ciudad muy cinefila y es conveniente educar para que el cine no sea tan solo un mero y banal entretenimiento. El cine es un elemento fundamental en la Cultura del siglo XX y XXI. Las grandes películas dan forma a nuestras vidas y, lo más importante, nos muestran sin aristas (en lo bueno y lo malo) la Sociedad que nos ha tocado  vivir.






martes, 2 de noviembre de 2021

El llanto del ciprés

No se que tienen las flores, Llorona
Las flores de un campo santo
Que cuando las mueve el viento, Llorona
Parece que están llorando.

Ni en algo tan definitivo y riguroso como la muerte logran los humanos ponerse de acuerdo.  Para unos es el final de todo y para otros es tan solo el principio. Estos días, tristes días, vivimos apesadumbrados por el cruel asesinato de un niño de 9 años (la edad de mi nieta Lola). Es inimaginable el terrible dolor que estará padeciendo esa familia y ante la que sólo nos queda mostrarles nuestra solidaridad más humana y sincera. Estos días de Santos y Difuntos me retrotraen a mi niñez cuando comprobaba que los ausentes, a través del recuerdo más sentimental, nunca se iban del todo. Salió de nuevo a la calle el Señor de Sevilla para recorrer un nuevo tramo existencial. Caminaba entre la incertidumbre del tiempo y la certidumbre que marca los momentos del alma. En su rostro difuminado por el incienso y los ciriales se vértebra la mayor lección de Teología de toda la Cristiandad. Es la vida que se entrega a través del sacrificio más solidario y la muerte que se muestra redentora por los caminos de la Fe. El Gran Poder consuela tan sólo con su imponente y serena presencia. Es un bálsamo purificador contra los avatares de la existencia humana. Su dolor es solidario por su propia naturaleza y su andar, parsimonioso y firme, lleva implícito la dignidad de los derrotados en la batalla de la vida (al final lo seremos todos). Lloran estos días los cipreses del campo santo y la Ciudad, como hizo siempre, viste a sus vírgenes de luto.