No nos engañemos: lo cateto no necesariamente va unido a lo pueblerino. Para nada. Seguro que hay personas exquisitas e ilustradas en cualquier pueblo perdido por la sierra cordobesa y existen catetos integrales en la Gran Manzana. La RAE define lo cateto, aparte de por su expresión geométrica, como: “Lugareño y/o palurdo”. Si ahondamos en el primer concepto se nos dice que lugareño es alguien que habita o pertenece a un lugar (es decir todos los habitantes de la Tierra). También lo perteneciente o relativo a los lugares pequeños o poblaciones pequeñas. Sobre lo palurdo nuestra sesuda Academia nos dice que se trata de: “Gente del campo y de las aldeas. Tosca y grosera” (se da por hecho que un campesino analfabeto no puede ser bondadoso y amable). Es decir, si usted nació y vive en un pueblo de menos de tres mil habitantes no podrá escaparse, como lugareño y palurdo, de ser considerado tosco y grosero. Poco importará que sea un voraz y culto lector conocedor de la obra de Dostoievski; García Márquez y el mismísimo Cervantes, además de una persona educada y con buenas maneras. Lo dice la RAE y eso va a misa. Tampoco que en su casa suene a diario la música de Mozart; Handel o J.S.Bach. Como mucho, se le dará si acaso el dudoso titulo de “cateto ilustrado”. Aunque el mismo quedará diluido si, con sus mismas aficiones y conceptos, se traslada a vivir a una gran ciudad. Ya entonces de ipso facto dejará de ser cateto y pasará a ser una persona culta (parece ser que olivos y libros no cuadran si están cerca los unos de los otros). Se ignora (creo que desde tiempo inmemorial) que el analfabetismo del campesinado nace de una severísima y cruel explotación ancestral (urdida por el caciquismo imperante, con el beneplácito de la Iglesia oficial y los poderes políticos). Los mismos a los que les ha interesado tener sometidas a las clases más humildes bajo el yugo de la ignorancia. Por eso y con el beneplácito de nuestra RAE (más preocupada de incluir modismos foráneos en nuestra lengua que de preservar otras cuestiones más fundamentales) es sumamente injusto que el “cateto”, o “lo cateto”, solo tenga como referencia a un determinado tipo de personas (situadas en un determinado contexto). Uno, uniendo ignorancia y atrevimiento, entiende que lo cateto es más concordante con actitudes de falsas imposturas. Como por ejemplo cuando alguien, en un ejercicio de “cultureta de fascículos”, dice que estuvo en “Bilbado” en vez de Bilbao. También, en hacer una suplantación de sus orígenes y cambiar su “Villanueva del Trabuco” natal por cualquier ciudad de la meseta castellana. O cuando ponemos alfombras rojas (con perdón) para que los multimillonarios norteamericanos monten sus casinos por estos lares. Conozco casos de catedráticos jubilados; hastiados de las grandes ciudades y, con una docena de libros publicados, que se han ido a vivir a aldeas pequeñas (¿podemos por tanto encuadrarlos como catetos?). Evidentemente se nos dirá que no pertenecen a la aldea en sus orígenes y encuadramiento social. Podíamos haber empezado por ahí y decir (los de la RAE) que: “Catetos y/o palurdos son aquellos que por los escarnios de la Historia han sido convertidos en analfabetos integrales y condenados a vivir postrados en sus terruños de origen”.
Que su Pueblo –lugar- tenga un número determinado de habitantes y muchos alcornoques cerca de las ventanas siempre será una cuestión secundaria. Pero, a que engañarnos, lo que se dice toscos y groseros donde más abundan es en el “exquisito” mundo de la política, ¿o no?
domingo, 9 de septiembre de 2012
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