martes, 8 de noviembre de 2022

Los Derbis en la encrucijada

Reconozco sin ambages que el Derbi sevillano del pasado domingo se me representa como el más raro de cuántos he vivido hasta la fecha. Al mismo se presentaban los dos Equipos de la Ciudad con una dinámica claramente diferenciada. El Betis con un número consecutivo de victorias que lo tienen situado en zona europea. El Sevilla, en horas bajas, llegaba arrastrando un cúmulo de derrotas que, dicho sea de paso, no eran nada frecuentes en los últimos años. Creo que esto obedece a una pésima planificación deportiva: salen los muy buenos y entran los menos buenos. Doctores tiene la Iglesia de Nervión para hacer análisis más solventes que los que pueda hacer este pobre bético. La tarde del pasado domingo transcurrió para mi persona sumido en descifrar claves y contraseñas que pudieran disipar mi difuso horizonte tecnológico. Mi gente más querida en un gesto que les honra están empeñadas en sacarme de mi pertinaz analfabetismo digital. El Wifi como mi particular Puente de Barcas. Antes muerto que desconectado. Reconozco que con tanta presión sufrí un pequeño sobresalto cuando en el descanso del Partido mi reloj tecnológico decía que mi ritmo cardíaco era de 190. Estaba al borde del jamacuco. Vi el partido en casa de un vecino al que su beticismo propicia que durante el desenlace del encuentro vaya al cuarto de baño cada diez minutos. Su mujer cada vez que televisan al Betis hace mutis por el foro y se va a casa de la hermana. Lo deja solo con su nerviosera  y él siempre me llama para poder compartir el partido con un compañero de penas y alegrías verdiblancas. Me agasaja generosamente y suele abrir los botellines cuando los anteriores están casi llenos todavía. Vimos juntos el partido y lo curioso es que al final no sabíamos si estar tristes o alegres. Un Derbi más  donde manda la pasión y la emoción rebosa como la leche olvidada en el fuego. Salvo los Boca-River no existe en el mundo futbolero unos partidos con tal grado de emotividad. En el partido del pasado domingo, en  cuanto a dosis de buen fútbol se refiere, ocurrió lo de siempre: mucha adrenalina y pocos buenos conceptos futbolísticos. El primer tiempo se le puso al Betis muy de cara para haber hecho historia en el marcador del Benito Villamarín. Quedaban pocos minutos para concluir la primera parte y el Betis ganaba por un gol y el Sevilla jugaba con uno menos. Lo que pasa es que el Betis no sería el Betis sin darse un tiro en el pie. Se auto-expulsaron dos de sus mejores jugadores (el que mete los goles y el que las pone para meterlos) dejando al Equipo con 9 y con toda la segunda parte por delante. El Betis en estado puro. En el terreno de lo extradeportivo (por cierto, nada edificante) ocurrieron una serie de acontecimientos que no hacen más que traspasar peligrosamente la frontera de la pasión para caer en brazos del fanatismo y la irracionalidad. Conviene ahora recordar, por llorado y por trágico, el fallecimiento de Antonio Puerta. Una muerte sentida profundamente en la Ciudad sin distinciones de colores y banderas. Un hombre joven que falleció en directo a través de las cámaras de televisión dejando aquel momento como uno de los más tristes de la Historia del Fútbol español. Aquello marcó un antes y un después en las relaciones institucionales de los dos Equipos de la Ciudad. Hasta entonces el veneno vertido por unos personajillos de tres al cuarto, a los que el tiempo ha puesto en su sitio, surtió efecto. Después del fallecimiento de Antonio Puerta entramos en una fructífera etapa de moderación donde imperaba la cordialidad. Los últimos derbis ya nos estaban dejando claras señales de que volvíamos a las andadas. El último, el del pasado domingo, ha dejado a las dos directivas al borde de una ruptura institucional. El fútbol sevillano siempre será lo que quieran los amantes de este deporte tan magnético como manipulado. Convertir a los adversarios (políticos, sociales, culturales o deportivos) en enemigos lleva implícito la destrucción de una de las formas más hermosas que aquí tenemos de socializarnos. Como ocurrió siempre serán los mercaderes y la legión de “periodistas” deportivos los que “harán caja”. Todos contribuyendo en esta diáspora de sentimientos manipulados. Los Derbis de nuevo en la encrucijada. 


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