viernes, 19 de mayo de 2023

Duelo de colores sevillanos

El Sevilla, en otra noche donde la épica flotó en el ambiente de Nervión, consiguió contra todo pronostico una nueva final europea. La Historia nos dice con claridad que el Sevilla estas finales no las juega: las gana. No se es más bético por negar la evidencia. Todo comandado por un “currante” de los banquillos que aporta a su gestión trabajo y honestidad a puertas llenas. Mendilibar nunca había entrenado a ningún equipo en competición europea. Su estreno no ha podido ser más exitoso. Como la memoria es frágil y quebradiza no se debía olvidar que el Sevilla antes de Semana Santa estaba a dos puntos del descenso. Este es el triunfo de los vestuarios que huelen a linimento en detrimento de los que huelen a Chanel. En esas estamos cuando por el horizonte se asoma otro Derbi sevillano. El próximo domingo cuando los relojes anden rozando las nueve de la noche la Ciudad se paralizará como si por sus calles deambulara un pernicioso virus. Miraremos a través de las terrazas y ventanas y veremos que la calle se nos muestra silenciosa y solitaria. Todo motivado por la celebración de un nuevo Sevilla-Betis. El magno acontecimiento deportivo de la Ciudad que consigue atrapar incluso a aquellos que desconocen hasta las más elementales reglas del fútbol. No importa. Aquí este fenómeno social se vive desde unos parámetros sentimentales que a nadie deja indiferente. El Deporte Rey está lleno de derbis descafeinados y tan solo existen dos donde la palabra Derbi adquiere su máxima expresión. Uno son los Boca-River y otros (los mas auténticos) los Sevilla-Betis. Los argentinos viven sus partidos con tal grado de apasionamiento que en algunas ocasiones terminan a tiros en las gradas. Los sevillanos sabemos desde nuestra singular idiosincrasia que por encima de todo asistimos a un partido de fútbol. Afortunadamente aquí la sangre nunca llega al Rio (Guadalquivir) y los casos de violencia son consecuencias de pequeños grupos  de fanáticos descerebrados. Para cualquier sevillista ganarle al Betis es rozar el paraíso con la punta de los dedos. Igualmente pero en sentido contrario le ocurre a los béticos. Los pospartidos son para los ganadores una muestra exultante y jubilosa de su victoria. Los perdedores esgrimirán razones externas (arbitraje) para deslegitimar la victoria del contrario. Así pasó siempre y así seguirá pasando. Al final todo esto produce una vertebración social que, a la postre, es beneficiosa para una Ciudad donde cada día las personas encuentran menos motivos para relacionarse. Los vencedores se jactarán de su victoria sabiendo que como todo lo efímero se difuminará con el paso de las horas. El fútbol es en la actualidad  un compendio de conceptos y términos  donde, desgraciadamente, lo estrictamente deportivo ocupa muchas veces un aspecto secundario. Aquí caminan de la mano lo deportivo y los negocios. La honradez del fútbol de base y las grandes corruptelas de las altas esferas. Los contratos supermillonarios que casi rozan lo inmoral y los cortos salarios de los futbolistas modestos. Todo es susceptible de comprarse y venderse. Este tinglado aguanta y se crece con el paso del tiempo gracias a la indesmayable fidelidad de los aficionados. Otro Sevilla-Betis donde, una vez más, le mostraremos al mundo que por esta tierra de María Santísima siempre nos resultó muy difícil llamar enemigo al adversario. Que gane el mejor y, si me lo permiten, espero que sea el Betis. 

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