Estos tres conceptos, pueblo, popular y populismo, parecen en teoría ser tres conceptos polivalentes cuando en realidad se nos muestran divergentes tanto en el fondo como en la forma. Cuando nos referimos a pueblo lo hacemos citando a un grupo de personas que viven y conviven dentro de un mismo entorno geográfico. También podemos hacerlo refiriéndonos a un numero de ciudadanos que comparten intereses comunes, o señas identitarias en lo cultural, social y tradicional.
Damos por sentado de manera un tanto idealizada la nobleza inmaculada del pueblo. Cuando se reúnen con fines perversos o maliciosos ya no lo llamamos pueblo sino chusma. Son muchos los ejemplos que nos da la Historia del desigual comportamiento que mantiene la gente cuando al reunirse se manifiestan para conseguir determinados objetivos. La experiencia y los datos históricos nos enseñan que los grandes avances científicos, culturales, sociales o políticos son obras de seres humanos contextualizados de forma individual. La penicilina que le salvó la vida a millones de personas no la inventó una cooperativa sino un hombre en la soledad de un laboratorio. El Quijote no lo escribió Cervantes en un Club de escritores más bien lo hizo de forma solitaria en torno a una vela y con la destreza que en su mano adquiría una pluma. La vacuna contra la Pandemia que libró del virus a media humanidad fue fruto del trabajo perseverante de un matrimonio de científicos. ¿Qué en todos estos casos recibieron ayuda desde distintos estamentos o de grupos de personas? Sin duda pero fueron ellos con su talento y perseverancia los que a la postre llevaron a buen puerto sus grandes hazañas. En mis laboriosos estudios de la literatura del Flamenco me he encontrado con un sinfín de letras de autores anónimos y a las que se conoce como “populares”. ¿Se reunía la gente los domingos por la mañana en la plaza del pueblo para escribir esas letras de manera colectiva? Estas letras las escribió una sola persona pero por distintos motivos no quedó reflejada su autoría. Luego dentro de lo “políticamente correcto” fueron encuadradas como letras populares.
El pueblo tenía y tiene distintos comportamientos aunque la tendencia “histórica” es idealizar sus grandes virtudes solidarias. ¿No eran del pueblo los millones de alemanes que siguieron ciegamente a Adolf Hitler para luego decir que ellos ignoraban las terribles atrocidades que se estaban cometiendo? ¿No forman parte del pueblo los que hoy les dan mayorías absolutas a políticos que luego aniquilan los derechos sociales y priorizan los intereses de los más poderosos? ¿No eran pueblo en estado puro los que maldecían y le tiraban toda clase de objetos a los desgraciados condenados por la Santa Inquisición en la sevillana Plaza de San Francisco?
Las grandes gestas de los pueblos siempre han estado encabezadas por grandes hombres o mujeres con una poderosa y clarividente dotes de mando. Las distintas revoluciones políticas, sociales y culturales siempre se han manifestado a través de personas concretas que han sido vigías (unas veces para bien y otras para mal) de una masa dispersa y sin rumbo fijo. El seguidismo es un mal del pensamiento único y colectivo no siendo casual la feroz represión que se utilizaron contra los libre-pensadores.
Los lideres pusieron el talento y el pueblo puso sus vidas al servicio de la causa. El demoledor resultado de las guerras siempre son los soldados muertos y los daños colaterales que se configuran en forma de viudas y huérfanos. Quienes ejercen el liderazgo siempre resultan ilesos y nunca rinden cuentas de sus actos.
En la sociedad actual ya existe una fragmentación tan diversa y profunda que hasta queda en entredicho el izquierdista concepto de clases sociales. ¿Han desaparecido? Al contrario, las diferencias sociales y económicas en la actualidad son absolutamente demoledoras. Los ricos cada día aumentan exponencialmente sus riquezas y los pobres hacen lo propio con su pobreza. Nunca hubo más ricos ni tampoco más pobres. Pero, ¿cuando hoy nos referimos a la clase trabajadora de que estamos hablando? De los que tienen un trabajo fijo muy bien remunerado o de los que trabajan con un difuso contrato temporal y con salarios de miseria. ¿De los extranjeros que empujan cada día la sillita de una persona mayor o de los familiares que les pagan una cantidad miserable¿ ¿En verdad alguien se cree que al día de hoy los intereses de los trabajadores son algo homogéneos? El concepto de pueblo se nos manifiesta hoy tan complejo que intentar contextualizarlo es tarea hartamente complicada. Todos los políticos dicen trabajar para el pueblo pero nadie cuenta nunca con ellos. El perverso populismo siempre se encarga de difuminar en su provecho cuanta grandeza pueda tener la idiosincrasia popular.
En la actualidad las ideologías están descaradamente al servicio de espurios intereses y al pueblo lo transforman en electores, productores y consumidores. Defienden lo identitario con himnos, banderas y desfiles para ocultar que ya poco importa la vida de las personas. Afortunadamente sigue existiendo esa buena gente machadiana que “viven, laboran, pasan y sueñan y en un día, como tantos, descansan bajo la tierra”. El pueblo de nuestros mayores durmiendo el sueño de los justos. Las tradiciones envueltas en el incierto manto de la modernidad. El populismo entrando a galope en nuestras vidas.
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