jueves, 29 de octubre de 2020

Imitación a la vida



A que negarlo: la Pandemia, la maldita Pandemia, se encuentra bastante cómoda entre los inconscientes y los irresponsables. Entre lo que observo en mis cortos paseos mañaneros y lo que veo en mis cortas incursiones televisivas me queda una gran sensación de inseguridad. Adopto, como buen ciudadano temeroso de la Ley de Dios y respetuoso con las de los hombres, todas las medidas de seguridad e higiene que me son transmitidas. Mascarilla, distancia social, lavado frecuente de manos, ventilación domiciliaria y enclaustramiento franciscano donde la música, la lectura y el cine doméstico se me configuran como fieles compañeros de este incierto viaje existencial. Más que agobiado (que no lo estoy) me embarga la preocupación ante la incertidumbre de un futuro que, a ciertas edades, se presenta lejano y cercano a la vez. No es momento de hacerse preguntas existenciales que solo pueden generar, más que respuestas, nuevas preguntas. Soñar es, además de gratis, necesario para seguir viviendo. Poder un día (espero que no muy lejano) abrazar a mis nietos y mirar y ser mirado sin el trampantojo de una mascarilla. Comprobar que los inconscientes e irresponsables ya solo puedan hacerse daño a ellos mismos. Ese día llegará y pondré todo cuanto esté de mi parte para no perdermelo. Ahora toca vivir imitando a la vida.

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