viernes, 14 de octubre de 2022

La granja de los farsantes

Una de las cosas que me marqué como prioritarias cuando terminó hace años mi actividad laboral era el intentar no aburrirme. Doy fe, no sin ciertas complicaciones, que lo he conseguido. Para ello he utilizado los sacrosantos comodines del Arte y la Cultura con el añadido de prestar atención al epicentro de mis emociones: el Flamenco y la Ciudad de Sevilla. Entiendo que hasta en el aburrimiento hay clases. Todo consiste en si el aburrimiento es buscado o inducido. Lo que ofrece pocas dudas es que el panorama político de nuestro país es, en la actualidad, un canto al aburrimiento y al desosiego. Todo es puro postureo y, con estos elementos, es complicado que la gente se interese por cuánto se cuece en el Parlamento o el Senado. La política, a nivel internacional en general y española en particular, ha perdido cuanto de grandeza debía atesorar y, en la actualidad, es más un problema para la gente que un remedio contra sus problemas. Siempre, absolutamente siempre, debemos diferenciar a los políticos sensatos, decentes y con buena capacidad de gestión (afortunadamente quedan algunos  todavía) de  esta maraña de impresentables sectarios que están en política para su propio beneficio y el de la Empresa que los mantiene (su Partido). Desgraciadamente la política española “goza” en la actualidad de un descrédito que hay que reconocer que muchos políticos se han ganado a pulso. Estamos enmarañados entre una falsa política y unos falsos periodistas que no dejan de ser meros activistas de una determinada tendencia ideológica. Siempre valoro a las personas por lo que hacen sin importarme lo que sienten o piensan. Por sus obras los conoceréis y, lo más importante, sabréis valorarlos. No es cuestión baladí que traten de enterrar la Filosofía y las Humanidades en el campo de la Enseñanza. Nos quieren mansos y predispuestos para incorporarnos al rebaño de los que no piensan (otros ya lo harán por nosotros). El problema no es sólo que nos vendan humo; el problema es que encima nos piden que soplemos para que la llama (la suya) nunca se apague. La granja de los farsantes funcionando a pleno rendimiento.

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