A César Luis Menotti el Leonardo da Vinci del Fútbol
La vida con sus circunstancias colaterales cambia de manera permanente y evoluciona unas veces para bien y otras para mal. El fútbol en los últimos treinta años ha cambiado de una manera drástica. Se ha ganado en el juego combinativo y se ha perdido una parte considerable de espontaneidad. Antes los defensas centrales eran muros de contención defensivos y en la actualidad todos sacan la pelota jugada desde atrás. Por esta Tierra de María Santísima tuvimos a dos épicos centrales que defendían sus porterías de una manera numantina. Eran Marcelo Campanal en el Sevilla y Eusebio Ríos en el Betis. Despejaban todos los balones que llegaban a sus inmediaciones y la clave era mandarlos cuanto más lejos mejor. Fue Jesús Garay el primer central que bajó el balón al suelo y empezó a elaborar los ataques desde su propia defensa. El fútbol que se practica hoy poco tiene que ver con el que se jugaba en los años sesenta. Ha sido un proceso evolutivo que ha aportado cosas muy interesantes pero que también ha dejado por el camino otras llenas de esencia futbolera. Hoy predomina en todos los equipos el pase de seguridad. Se está perdiendo cada vez más el juego exterior (los grandes extremos) con sus desbordes (regates en el uno contra uno) y está terminantemente prohibido chutar desde fuera del área (eso significa regalarle el balón al contrario). Tenemos partidos de altísimo nivel donde llevamos 60 minutos de juego y todavía no se ha tirado entre los tres palos ni una sola vez. Antes los porteros no sabían jugar con los pies pues podían coger la pelota con las manos en cualquier circunstancia (salvo fuera de su área). Hoy tenemos porteros que manejan los pies mejor que muchos jugadores de campo (dixit Claudio Bravo o ter Stegen). Aunque todavía perviven algunos aspectos que casi nunca cambian. Los mejores jugadores de la actualidad como Mbappé, Vinicius o Haaland lo son por salirse del juego asociativo y escribir su propio y exitoso guión en cada partido. Cristiano Ronaldo o Leo Messi (para mí el mejor de la Historia) basaban su rotundo éxito en unas geniales improvisaciones que hacían saltar por los aires las tácticas de pizarra. Cuando estábamos como espectadores con un soporífero tuya y mía se sacaban un as de la manga y dinamitaban la contienda. El fútbol sin una cierta dosis de improvisación se convierte en algo anodino e insustancial. Se juega para ganar pero sin obviar que el buen juego siempre debe llevar aparejado la aparición de las victorias. El miedo a perder el balón y ser reprendido por el entrenador de turno lleva a geniales jugadores a tener siempre cerrado el tarro de las esencias. La disciplina es importante pero sin que esta sirva para lapidar el talento natural de cada jugador. El futbol sin una cierta dosis de anarquía se convierte en un tedioso y monótono tiki-taka. En esta Ciudad donde hemos disfrutado de Juanito Arza, Luis del Sol, Francisco, Cardeñosa, Jesús Navas o Joaquín sabemos bien de que hablamos y donde estará siempre nuestros goces futboleros. Sevilla, en cualquiera de sus manifestaciones, o es Arte o no es nada.
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