viernes, 30 de junio de 2023

Cruce de caminos


Esparramaron por el aire gotas de aguardiente y el viento terminó bailando por Bulerías. Tensaron el Arco de todos los arcos y las flechas de amor quedaron clavadas en la antesala de la Gran Belleza. De madrugada sembraron las calles con ramitas de juncia y romero para que los amaneceres de plata labrada se llenaran de aromas silvestres. Hicieron preguntas con aires de reproche: ¿La noche del aguacero donde anduviste metía que no te mojaste el pelo? Rasgaron con puntas de imperdibles las cortinas moradas del Templo para que la luz venciera a las tinieblas. Mecieron las jóvenes madres las cunas de sus hijos mientras que por la ventanas soñaban con un manto de estrellas. Buscaron el ancestral soniquete de los antiguos cantos sefardíes por entre las callejuelas del alma judía. Trajeron madera de los bosques cercanos para construir la Rampa por donde cada año baja y sube el Hijo de Dios. Divisaron a lo lejos los ojos parisinos de un Puente que es un cruce de caminos por donde se detiene el tiempo. Mostraron sus credenciales de buenas personas ante la Santísima Trinidad para pedir la venia ante el Reino de los Cielos. Distrajeron las noches veraniegas tratando de atrapar las salamanquesas de las blancas pantallas de los cines de verano. Cubrieron de cebo un largo palo que desequilibraba a la juventud a golpes de chapuzón. Arrearon a los caballos para que cruzaran el Parque con el dulce tintineo de sus cascabeles. Llenaron con alfileres de colores los costureros de las modistillas a golpes de coplas cantadas a coro. Brindaron con cerveza por los ausentes, los presentes y los que estaban por llegar. Tiraron las muchachas los claveles al pozo pues no querían claveles de ningún mozo. Repicaron al unísono las campanas de La Giganta para anunciar la salida de la Reina de Reyes. Cerraron sus oídos a los cantos de sirenas y al coro de los grillos que cantan a la luna. Tendieron en los cordeles de las azoteas las camisas blancas de las ilusiones compartidas. Ensamblaron con finos alambres los farolillos verdes y rojos y rizaron las velas de los quinarios. Cambiaron el oro fino por plata y los limones amargos por naranjas mandarinas. Llamaron a Dios a voces y el eco les respondió: “Lo tenéis allí donde os enseñaron vuestras abuelas”. Guardaron silencio para poder escuchar los boleros que salían de las radios de galena. Cruzaron las aguas turbulentas subidos en un barco al que llamaban Libertad. Nadaron sabiendo cada uno como guardar la ropa. Soñaron, al final todos terminaron soñando despiertos. Olvidaron los días sin saber que los días nunca se olvidarían de ellos. Vivieron atrapados amorosamente por la Ciudad mas bonita del mundo.

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