“Comenzaron a desaparecer
como el oasis en el espejismo,
a desaparecer sin últimas palabras”
- Mario Benedetti –
María Herrera Magdaleno es una ciudadana mejicana de 65 años de
edad. Ha conocido en sus carnes lo que
significa el dolor más profundo que imaginarse pueda. De sus seis hijos cuatro han sido
secuestrados por las temibles bandas de narcotraficantes mejicanas. Las mismas
que tienen aterrorizadas a una parte de la población y en permanente vilo a las
autoridades. Ella, María Herrera Magdaleno, sabe a ciencia cierta que sus
cuatro hijos nunca aparecerán ni vivos ni muertos. Habrán sido asesinados y sus cuerpos
convenientes desaparecidos a perpetuidad. Nada extraño cuando sabemos que en
Méjico las personas secuestradas y hechas desaparecer superan las 24.000 y, por
desgracia, este número se incrementa diariamente. Esta mujer rota por el dolor
se ha convertido en una activista civil de primer orden con un doble objetivo: que
el crimen organizado no le quite a los dos hijos que le quedan y que ninguna
madre tenga que pasar por el durísimo calvario que ella ha padecido. Dice esta
mujer de manera textual: “Con la muerte de mis hijos tengo la triste sensación
de tener la vida suspendida”. La situación de países como Méjico y Colombia atrapados
en las redes de los narcos es simple y llanamente terrorífica. Los medios de
comunicación nos cuentan a diario historias que dejarían en pañales a los
guiones de cine más retorcidos y perversos. Leo la historia, triste historia,
de esta mujer mejicana y uno no puede sino conmoverse ante su dolorosa
tragedia. Las drogas han convulsionado nuestra sociedad generando ingentes
cantidades de dinero y envileciendo todos los estamentos de la misma. Recientemente ha salido elegido un nuevo
Presidente en el querido Méjico, Enrique Peña Nieto (PRI). Como es habitual, desde
hace años, ha prometido emplear todos los recursos necesarios para acabar con
esta banda de criminales. El dolor de madres como María Herrera Magdaleno bien
merecería que no todo quede, una vez más, en buenas intenciones y vanas
promesas. Vivimos tiempos convulsos donde la justicia y la ley en cualquier
lugar del mundo hablan distintos lenguajes. Nada de cuanto ocurre en este
castigado planeta llamado Tierra nos debía resultar ajeno. Somos compañeros de
viaje y hacerlo con los vagones perfectamente ensamblados tiene mayor
importancia que determinar cuales son nuestras estaciones. María Herrera Magdaleno es una madre mejicana
que simboliza el dolor de todas la madres del mundo. Dejarlas solas es hacerle un flaco favor a
aquellas que un día nos parieron. Mientras el Hijo del Carpintero en su última
agonía le recrimina a su Dios el haberlo abandonado; Ella, su Madre, le
acompaña firme en su condición materna y abre la senda dolorosa de todas las
madres. En definitiva: la vida
suspendida.
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