“Primero, de niño,
te mandaron callar tus mayores;
después, de adulto,
te mandaron callar los políticos,
y ahora, de viejo,
ya nadie escucha lo que tienes
que decir”
En más de una ocasión me he manifestado a favor de que cualquier
persona que esté conectada a Internet cree su propio medio de expresión: su
Blog. Que posteriormente lo lean cada
día diez o quinientas personas debería resultarle irrelevante. Lo verdaderamente importante es, mediante la
libre opinión, vaciar hacia el exterior todas nuestras inquietudes, emociones,
dudas, certezas y denuncias. Si de entrada consideramos que no tenemos nada
interesante que decir le hacemos un flaco favor a nuestra legítima autoestima. Los
poderosos de la tierra siempre propiciaron, a través del miedo dictatorial o la
alienación mediática, mantener a los más desfavorecidos con la boca cerrada.
Para opinar, y por tanto decidir, ya estaban –están- ellos. Ahora, con la
existencia de las Redes sociales, tienen bastante complicado amordazar las
opiniones de la gente. Están desbordados y ya no pueden –aunque lo siguen
intentando- ponerle “puertas al campo”. Aparte
de los Blogs de escritores y periodistas por los que tengo una alta estima
intelectual y moral, también sigo algunos Blogs de personas anónimas pero con
una carga de profundidad en sus comentarios verdaderamente fascinante. Leo en
algunos Blogs cosas sobre la ciudad, la región, el país o la vida en general
tan bien escritas como cargadas de razón. Serían difícilmente mejorables para
algunos articulistas de impostados prestigios. Sinceramente, aquellos que
utilizan Internet para la descalificación, la ofensa gratuita y el exabrupto
(con el agravante del anonimato) no merecen ni un solo minuto de mi –nuestro-
valioso tiempo. Decir lo que se piensa no justifica el descargar de continuo
nuestras frustraciones y vilezas. Históricamente en España existen datos
escalofriantes y que al día de hoy nos resultarían de difícil comprensión: como
por ejemplo que hace menos de un siglo más de la mitad de las clases populares
eran analfabetas integrales (entre los campesinos ni les cuento). Hoy
disponemos de unas “herramientas” expresivas de las que, desgraciadamente,
carecieron nuestros padres y abuelos y no aprovecharlas es hacernos un flaco
favor (a ellos en la memoria y a nosotros en el presente). Debemos aprender a manifestarnos con nuestras
propias opiniones y no con las que otros nos impongan. Nuestra percepción y
valoración de las cosas que nos rodean es tan nuestra como el aire que
respiramos. Vivimos en todos los órdenes de la vida bajo el sacrosanto manto de
los “Delegados”, sin asumir que nuestra delegación es unipersonal e
intransferible. Vivo, leo, reflexiono,
opino y actúo, luego…..¡existo!
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