A los niños de mi generación nos gustaba meternos en las puertas
giratorias (fundamentalmente existían en algunos bancos o centros oficiales) y
dar varias vueltas para volver a salir al punto de partida. La odisea terminaba
cuando algún ordenanza nos mandaba a “hacer puñetas”. Era una especie de premonición a lo que la
vida nos tenía reservado: la vuelta a los orígenes. El pasado es una especie de fantasma que
siempre nos espera agazapado al resguardo de cualquier esquina. Los largos años
de la posguerra fueron durísimos y plagado de carencias de todo tipo (menos,
evidentemente, las afectivas). Algunos
de nosotros descubrimos las ventajas de tener cuarto de baño propio cuando ya
llevábamos algunos años afeitándonos.
Ahora y debido a la usura y especulación de no pocos políticos y
financieros volvemos a “saborear” el amargo limón de la miseria. Son a que
dudarlo épocas distintas, pero que eso se lo expliquen a alguna de las miles de
familias que ayer vivían dignamente de su trabajo y hoy lo hacen de la caridad
y la fraternidad. Nos hicieron creer que
ya casi todos formábamos parte de una emergente clase media: no por lo que
teníamos sino por lo que –les- debíamos. Se nos cayó –o mejor nos tiraron- el tejado
encima y ahora nos vemos obligados a mirar por cada euro que gastamos. Dentro de poco es previsible que el duro
invierno nos enseñe su pañuelo de despedida: “Algo se alegra en el alma / cuando un invierno se va”. Este
invierno hemos tenido que utilizar
algunas tácticas ahorrativas para que el inmisericorde contador de la luz no
avance más de lo debido. Tiramos del
manual de madres y, sobre todo, de abuelas para combatir el frío en cuerpos y
almas. El tiempo que pasamos dentro del
hogar lo hemos cubierto con toda clase de accesorios tendentes al calentamiento
previo. Obviemos las horas que pasamos en posición horizontal y donde las
mantas y forros polares consiguen el milagro de mantenernos calentitos. Para
las placidas horas de sofá utilizamos algunos artilugios que paso a
enumerarles: 1) Chándal enguatado de mercadillo con su correspondiente capucha,
modelo-“Dame cinco leuros”. 2) Calzoncillo tobillero, modelo-“Río Bravo”. 3) Guantes de lana de “Casa Peña”. 4) Camiseta térmica de “Pérez Cuadrado”. 5) Camisa de franela a cuadros de “Confecciones
Cuadro” y 6) Manta zamorana de doble vuelta (en tareas lectoras o de ordenador
es conveniente quitarse los guantes y desguarecerse de la manta). Nos ha faltado por razones obvias la copa de
cisco picón con su correspondiente aroma de alhucema. Así andamos para poder combatir la miseria a
la que esta “plebe” nos ha condenado.
Duele comprobar que con los cientos y cientos de millones que nos han
robado a los contribuyentes acabaríamos con una parte considerable del Paro.
Pero, quedaos intranquilos: no devolverán nada de lo robado ni tampoco pagarán
por ello. Es una ley tan antigua como la
vida misma: las grandes fortunas -de unos pocos- se amasan sobre la extrema
pobreza de una gran mayoría. Nada nuevo bajo el sol de Andalucía. Vuelven las
puertas giratorias a aparecer en nuestras vidas y nos llevan una y otra vez al
punto de partida. El Señor de Sevilla le
pide a su Padre Celestial ayuda para soportar la carga de tantas familias
sevillanas. Procuremos que Él nunca se rinda. Si lo hace, estaremos ya irremediablemente
perdidos para siempre.
Se va el crudo invierno y nos llegan desde al Aljarafe efluvios de una
nueva y soñada Primavera. En Sevilla, siempre
estamos obligados a vivir con –la- Esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario