Tres, tres eran los Reyes Magos de Oriente
que fueron a rendirle pleitesía
al Mesías.
Tres, tres fueron las veces en
que Pedro
negó conocer al Señor.
Tres, tres eran las heridas
con las que llegaba Miguel
Hernández:
la del amor, la de la muerte, la
de la vida.
Tres, tres han sido las veces
que se le hurtado su ración de
calle
al Martes Santo.
Tres, tres orfandades candelarias
padecida por la Plaza de la Alfalfa.
Tres, tres eran los puñales
que portaba el alma de la copla.
Tres, tres llantos del cielo
para desilusionar las ilusiones.
Tres, tres toques de llamador
para levantar el paso de los
días.
Tres, tres rosas llamadas Teresa,
Encarna y Alicia.
Tres, tres pañuelos de encaje
para secarnos la lluvia
y las lágrimas.
Tres, tres Esperanzas todavía
por el Arco, el Puente y
Capuchinos.
Tres, vengo con tres heridas:
la del amor, la de la muerte,
la de la vida.
Tres, han sido… ¡tres!
Juan Luis Franco – Miércoles Santo – 2013
1 comentario:
Ahí, ¡ay!, hay mucho sentimiento hermano.
Precioso de verdad y con simples cambios, de algunos nombres, me hubiera encantado tener el talento de escribirlo.
Un abrazo
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