“Porque te llamas Aurora
Me
acuesto al rayar el día;
Si
te llamaras Custodia
De
la Iglesia no
saldría”
Las buganvillas suspiran prendidas en
las enredaderas de los patinillos en las casas señoriales. Se confunden en los claustros conventuales el
espeso aroma de la masa de los dulces con el olor del incienso que muere a los
pies del Dios Padre. La alondra mañanera canta su letanía de siglos por los
campos andaluces. Un cante de Trilla abre los surcos de la mañana en los
luminosos pueblos encalados. Huele a café de pucherete y a Solea de los
Puertos. Los mares desgranan sus olas
blancas bordando su fino y transparente encaje en la mojada arena. Los
corazones de las mocitas casaderas palpitan al reclamo de los besos soñados.
Los viejos se sienten menos viejos y los niños menos niños. Las tardes se
resisten cada vez más a entregarse al reino de las sombras. Las abuelas bordan
primorosas los escudos de los antifaces nazarenos. La Soledad se siente menos
sola cuando escucha el bullicio infantil por la Plaza de San Lorenzo. El Señor de la Salud, allá por San Nicolás,
cierra su consulta espiritual por falta de enfermos que atender: tienen a la
calle como mejor terapia. La
Judería suena con el tintineo de monedas recaudadas para la
caridad por don Miguel de Mañara y la campanilla callejera de antiguo santolio.
Por la Alfalfa
sobrevuela el capote de “El Espartero” acompasado por los trinos de pájaros
domingueros. Pronto pasará Ella por allí y todo volverá a renacer. Un taxista
baja el taxímetro mientras se emociona viendo su medalla candelaria colgada del
espejo retrovisor. La gente se
emborracha con la luz y la luz se emborracha con la gente. Avanzan los días y
retrocede la temida angustia existencial. En esta Ciudad todo puede explicarse
desde los sentimientos más profundos: hasta que una Virgen llamada de las
Nieves salga a la calle en Agosto. Cuando no procede ni merece la pena
disculparse mejor ni intentarlo siquiera. Somos excesivos por ser excesiva la belleza
que nos rodea. Me rindo, ante la atracción callejera, a seguir escribiendo.
Cuando todo queda –o está- meridianamente claro emborronar folios se nos antoja
tan volátil como estéril. Toca beberse a
sorbos en estos dulces días de espera el néctar de la vida por San Nicolás, La Alfalfa, San Lorenzo, el
Salvador o Triana. Callejuelas y
plazoletas se rinden a la evidencia más palpable: estamos en Marzo; esto es
Sevilla y aquí hay que… ¡vivir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario