“No se porqué preguntas
Que viento corre
Siendo tú la veleta
Y yo la torre”
Nos llegará lo que siempre termina por llegarnos. Lo hará, como
siempre, de una manera diáfana, transparente, pura y luminosa. Parsimoniosa y
lentamente el amanecer nos mostrará sin reservas que la luz siempre termina por
vencer a las sombras. Se abre el día a la esperanza y la Esperanza terminará por
abrirnos a nosotros los días venideros. Un compendio de rituales que
desembocan, irremediable y gozosamente, en un solo ritual: el de nuestra
nobleza. Los pentagramas del alma
componen una melodía donde se conjugan Fe, Tradición y Belleza. Dicen que un día alguien le preguntó al Dios
Padre que era la Poesía
en movimiento y señaló con su dedo índice hacia la vieja Híspalis. Después añadió
sin reservas: “La Ciudad
y ellos; ellos y la Ciudad
simbolizan, en ese señalado día, cuanto la poesía tiene de verdad, autenticidad
y belleza. En ningún lugar del mundo se le puede llamar Amor a la muerte y
Amargura a la belleza más sublime”. Las Trompetas de Jericó tocarán a diana
para que las murallas de la inquina y lo insustancial sean derribadas en la Ciudad. Toca armarse
de amor para sacar a pasear cuanto de bueno y noble anida en nuestro interior.
Como la vida misma todo nace y todo muere para que sepamos apreciar y valorar
lo efímero de la existencia humana. Niños con prisas por ser hombres y hombres ilusionados
con volver a ser niños. Todos, en definitiva, girando en el carrusel de la vida
que nos transporta siempre al punto de partida: la niñez. Estrenaremos ropa e ilusiones haciendo
felizmente soportable la levedad del ser. El primer nazareno, la primera
trompeta y el primer tambor y ya todo estará escrito. Un año más, el dulce
reencuentro con lo mejor de nosotros.
Alzarán su esbelto cuello las cigüeñas de los campanarios para ver que
está pasando “ahí abajo”. En la ilusionada sonrisa de un niño estará reflejada
la mejor de las letanías. Ese día empezaremos el Padrenuestro por el final
diciendo…”y libramos del mal” (y a ser posible de la lluvia). Abriremos nervioso una ventana para comprobar
si se han cumplido los buenos o malos presagios de los “del puntero en el
mapa”. Llega, nos llega, una vez más
este inacabado y eterno poema de amor con nuestra Ciudad y lo recitaremos de
memoria con los cinco sentidos: Fe, Tradición, Hermandad, Belleza y… ¡Esperanza!
En definitiva: Poesía en movimiento. En
resumen: otro Domingo de Ramos.
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